Hoy en día, el celular es mucho más que un simple dispositivo; se ha convertido en una extensión de nosotros mismos. Según un informe de DataReportal, en 2024, 5680 millones de personas utilizan un celular en todo el mundo, lo que representa el 70 % de la población global. En este episodio, el programa «Cómo te afecta» de Deutsche Welle en español, exploraron cómo el uso excesivo de smartphones impacta nuestra salud física y mental, y para ello fue entrevistado el investigador principal de Imhay, Dr. Jorge Gaete.
Pasamos horas en nuestros smartphones: desde que despertamos hasta que nos vamos a dormir. Según un estudio de la plataforma Nomophobia, que encuestó a más de 3000 personas en América Latina, un 77 % de los encuestados aseguró que lo primero que hace al despertarse es mirar su teléfono. Un 84 % revisa su celular antes de irse a dormir.
De acuerdo al Dr. Jorge Gaete, psiquiatra, académico de la Universidad de los Andes e investigador principal de Imhay, el uso excesivo del celular puede causar un deterioro en el funcionamiento de las personas cuando comienza a afectar su desempeño en general, por ejemplo, el rendimiento académico o las actividades escolares o laborales habituales.
Al respecto, indica que “Cuando tú empiezas a reemplazar actividades o el hecho de que prefieras cierto tipo de actividad en vez de otras que pueden ser saludables, por ejemplo, el juntarte con amigos en persona, y lo empiezas a limitar por el uso de actividades más bien virtuales, el no hacer deporte y tener una conducta más bien sedentaria, empieza a afectar tu vida, tu funcionamiento físico en general”.
Otro de los efectos que puede causar el uso de teléfonos celulares dice relación con la luz emitida por los aparatos electrónicos, la que puede provocar problemas en el ciclo del sueño. Sobre ello, el Dr. Gaete indica que “esta generación de adolescentes, de acuerdo a los reportes que tenemos en los últimos 100 años, es la generación que menos horas duerme y, el sueño, sabemos que es un elemento tremendamente importante para la salud física y mental en general”.
Ve el reportaje completo de DW en español, a continuación:
El Dr. Nicolás Libuy, investigador joven de Imhay, analizó los resultados de un estudio que buscó conocer las condiciones que pueden generar o prevenir el uso de sustancias en adolescentes, involucrando a los principales actores de la comunidad: jóvenes, sus escuelas y familias. Se trata de la primera aplicación adaptada del programa islandés Planet Youth en Latinoamérica, que exploró cuáles son los factores de riesgo y los factores protectores en la realidad concreta de las comunas participantes.
Dr. Nicolás Libuy, psiquiatra, Doctor en Psicoterapia, académico de la UDD e investigador joven de Imhay.
Cuando el médico psiquiatra Nicolás Libuy realizó su Doctorado en Psicoterapia, programa de postgrado impartido en conjunto por la Universidad de Chile y la Pontificia Universidad Católica de Chile, decidió profundizar en el tema de la prevención del consumo de sustancias en adolescentes, temática que ya era de su interés desde hace un tiempo.
“La transición a la adultez, en general, es una etapa clave en la psiquiatría y salud mental. En este periodo de la vida empiezan a manifestarse ciertas características relacionadas a problemas de salud mental y, además, es una etapa vulnerable, porque puede ser el inicio de algunos trastornos psicológicos. Sin embargo, también se presentan oportunidades, ya que es un momento crucial para prevenir y eso puede tener un impacto positivo en el bienestar de las personas en la adultez”.
Por eso, para su tesis doctoral eligió analizar la aplicación en Chile de un modelo de prevención de consumo de sustancias en jóvenes, basado en un programa que se creó en Islandia, y que por primera vez estaba probándose en Latinoamérica. Se trata de Planet Youth, intervención desarrollada hace un par de décadas en ese país europeo a partir del trabajo que hizo en 1997 un grupo de cientistas sociales, tomadores de decisiones y profesionales que trabajaban con jóvenes. En la década de los 90 el consumo de drogas en Islandia estaba en aumento, y gracias a que identificaron los factores sociales detrás del problema, crearon una estrategia basada en la movilización y colaboración entre diversos actores de la comunidad. Luego de diez años de aplicación consiguieron reducir el consumo de alcohol en jóvenes de 10° grado -equivalente al 2° Medio de Chile- de 38% a 20%; el de tabaco, de 21% a 10%; y el de marihuana, de 13% a 7%.
De acuerdo al Dr. Libuy, uno de los factores que influyó en el aumento del uso de marihuana entre adolescentes a partir del año 2011, fue la baja en la percepción de riesgo de su consumo por parte de la juventud.
“Este programa hace un diagnóstico del consumo y la salud mental en general, pero los factores relacionados con el uso de sustancias de los jóvenes son a nivel local, ya sea la comunidad-colegio o la comunidad-barrio”, explica el Dr. Libuy. “Por otra parte, también se otorga un feedback oportuno a las comunidades, es decir, una vez que se levanta la información respecto del consumo y de los factores relacionados, rápida y oportunamente se transmiten los resultados del estudio a los actores importantes: profesores, apoderados, equipos de prevención, de salud y educacionales”.
Gracias a un convenio suscrito entre el Icelandic Centre for Social Research and Analysis (ICSRA), la Universidad de Chile y seis municipalidades de la Región Metropolitana, a partir de 2018 se replicó la experiencia sobre un universo de 7538 estudiantes de 125 colegios. Se hizo una encuesta inicial y otra en plena pandemia, en 2020, que mostró una reducción en el consumo de alcohol de 79,8% a 70%, y de marihuana de 27,9% a 18,8%. Los factores de riesgo que también disminuyeron fueron el estar fuera de la casa después de las 22 horas, y el consumo de alcohol y marihuana entre los amigos.
“Yo hice mi tesis del Doctorado en Psicoterapia en base a estas investigaciones. Y exploramos cómo hubo modificaciones de las prevalencias de consumo, en los factores de riesgo y protección asociados al consumo; y también estudiamos cualitativamente cómo fue recibido por parte de los participantes”, explica el investigador joven de Imhay.
Más allá de los cambios en las conductas de las personas, el estudio piloto aplicado en Santiago reveló la importancia de incorporar modificaciones al entorno donde se desenvuelven los jóvenes, especialmente la integración de las labores preventivas.
“Era necesario sincronizar, por ejemplo, los esfuerzos que se hacen desde educación, desde seguridad pública, desde el ámbito más recreativo, desde los apoderados y, por supuesto, considerar los intereses de los propios adolescentes. Y eso es lo que se ha hecho. Además, en el proyecto se ha involucrado a los padres haciendo énfasis en el rol de la parentalidad y reforzando los factores que los protegen del consumo de sustancias”.
Marihuana y esquizofrenia
El Dr. Nicolás Libuy trabaja actualmente es académico de la Universidad del Desarrollo. Mientras cursaba el doctorado, conoció a la directora de Imhay, Dra. Vania Martínez, y se incorporó a nuestro centro de investigación como investigador joven.
Su veta científica nació con la práctica clínica, porque, según indica, en salud mental “hay más preguntas que respuestas y eso es un incentivo para la investigación”. Más aún cuando la literatura entrega información de otras poblaciones, lo que motiva a hacer ciencia “con nuestro entorno, con aspectos más bien culturales, sociales, demográficos y otras características más específicas. A veces puede haber hipótesis o teorías respecto de algunas cuestiones relevantes de la salud mental a nivel global, pero uno se pregunta, ‘bueno, ¿cómo funciona eso en nuestra propia realidad?”.
Motivado por el problema de las adicciones en jóvenes, el Dr. Libuy decidió explorar la relación entre el consumo de marihuana y el desarrollo de psicosis como la esquizofrenia. De esta forma, encabezó un equipo que evaluó datos de 22 mil pacientes chilenos en tratamiento por abuso de sustancias.
“Encontramos una asociación relevante y realizamos una de las primeras publicaciones en esa línea”, explica el investigador. De hecho, el estudio comprobó que la prevalencia de esquizofrenia entre los consumidores de cocaína fue de 1,1%, pero entre los consumidores de marihuana llegaba hasta el 5,2%. Lo mismo con los trastornos del ánimo: 9,3% para uso de cocaína, y 13,2% para consumo de marihuana.
En la década del 2010 los datos a nivel mundial ubicaban a Chile como uno de los países con más alto consumo de marihuana entre los adolescentes. Las encuestas del SENDA mostraban un alza desde 13,6% en 2003 hasta 31,3% en 2017, con un quiebre al alza a partir del 2011. Al revés, el uso de alcohol y tabaco fue decreciendo en el mismo período.
Eso llamó la atención del psiquiatra, que decidió investigar cuáles factores estaban relacionados con el mayor consumo de marihuana.
“Algunos tenían que ver, sobre todo, con el consumo entre los pares. La adolescencia es una etapa sensible de la vida en la cual el comportamiento de los pares o el ambiente social es muy importante para el propio comportamiento. También existen otros aspectos que dicen relación con la baja percepción de riesgo que existe en torno al consumo de marihuana entre los jóvenes, y el rechazo de los padres al uso de cannabis en sus hijos”, explica el Dr. Nicolás Libuy.
Ahora ¿qué provocó el notorio aumento en Chile a partir de 2011? De acuerdo al profesional, la investigación no estableció aspectos causales. “Uno puede tener hipótesis y dentro de ellas, efectivamente, a partir de esa época hubo algunos cambios, no solo a nivel nacional, sino regional. Por ejemplo, empezó a surgir la experiencia de Uruguay en torno a una apertura del consumo de marihuana. Y esto se percibía, tanto en medios de comunicación como en el ambiente en general, en una baja en la percepción de riesgo, por lo que lo incluimos con uno de los factores asociados a un mayor consumo de esta sustancia”, concluye el investigador de Imhay.
Investigadora del Núcleo Milenio Imhay inició proyecto para analizar cómo conviven, en la práctica, el enfoque biomédico clínico y el enfoque comunitario-psicosocial, y qué espacio hay para que las personas con diagnóstico psiquiátrico ejerzan sus derechos como pacientes.
La Dra. Jimena Carrasco, académica de la Universidad Austral de Chile e investigadora adjunta de Imhay, actualmente se encuentra liderando el proyecto Fondecyt: “Biosocialidad y configuración del sujeto de derecho con diagnóstico de enfermedad psiquiátrica en Chile”.
El concepto de biociudadanía -el ejercicio activo de los derechos en salud de cada persona- es uno de los elementos centrales del proyecto Fondecyt que comenzó este año Jimena Carrasco, doctora en Psicología Social, académica de la Facultad de Medicina de la Universidad Austral de Chile e investigadora adjunta de Imhay.
La investigación, titulada “Biosocialidad y configuración del sujeto de derecho con diagnóstico de enfermedad psiquiátrica en Chile”, apunta a explorar uno de los elementos que apareció en su tesis doctoral, y que ella denomina como “pugna” entre el enfoque comunitario-psicosocial que se promueve en los servicios de atención en salud mental, y la mirada biomédica-clínica, que está instalada entre los/as profesionales.
“Tú les preguntas a los/as profesionales ¿qué es un abordaje comunitario? Muchos/as no tienen idea, y eso les genera mucha confusión acerca de qué es lo que tienen que hacer y cuál es su rol. Entonces, aparece mucho esto de que se supone que tienen que ser comunitarios, pero en realidad, en la práctica, no lo consiguen por esta idea que termina por sobreponerse: el modelo más clínico y clásico, que es el de la atención individual, en el box, con base en el diagnóstico, etc.”, explica la Dra. Carrasco.
En medio de esta tensión entre enfoques, aparece un elemento central que le interesa desarrollar en su proyecto: la reivindicación de derechos por parte de los/as pacientes que, a falta de acogida, termina reclamando y haciendo activismo fuera del sistema.
Durante cuatro años, la investigadora de Imhay entrevistará a pacientes y realizará un trabajo etnográfico en diversos dispositivos de salud mental de Valdivia para explorar cómo están funcionando estas prácticas de biociudadanía, cómo se organizan los/as usuarios/as y sus familias, y cuáles son las opciones que les permite el sistema.
“Existen mecanismos como las OIRS (Oficinas de Información, Reclamos y Sugerencias). Pero sé también de cerca -porque trabajo con personas que son usuarias de los dispositivos de salud- que eso no es real. O sea, la persona que realmente quiere ejercer derechos, por ejemplo, reclamar por un maltrato, solicitar una segunda opinión o pedir un ajuste de dosis de medicamentos, choca con una muralla. Y eso en el sistema público ocurre, no siempre, pero sucede. O sea, se impone la visión del terapeuta que está ejerciendo el tratamiento”, dice la investigadora.
“De allí viene el concepto que yo utilizo, que es el de biociudadanía, porque en otros países o aquí mismo en Chile, pero en otros escenarios de la salud, cada vez se da más esto. En el fondo, las personas se van empoderando, adquieren conocimientos científicos relativos a su problemática, leen, se informan. Justamente la tendencia es que también puedan ser parte de estas conversaciones y este proyecto busca eso”.
Durante cuatro años, la investigadora de Imhay entrevistará a pacientes y realizará un trabajo etnográfico en diversos dispositivos de salud mental de Valdivia para explorar cómo están funcionando estas prácticas de biociudadanía, cómo se organizan los/as usuarios/as y sus familias, y cuáles son las opciones que les permite el sistema.
Medición de alcances, no de resultados
El interés científico de la Dra. Carrasco proviene de sus primeros años como terapeuta ocupacional. Luego de titularse en la Universidad de Chile empezó a trabajar en la Unidad de Rehabilitación del Instituto Psiquiátrico Dr. Horwitz.
“En el caso de las enfermedades psiquiátricas o de salud mental, una de las dimensiones que se ve fuertemente afectada es la ocupacional. Las personas suelen dejar de hacer las cosas que hacían habitualmente, dejan de encontrarle sentido a las cosas que antes realizaban y, entonces, la terapia ocupacional les permite volver a retomar sus rutinas y, en algunos casos, les reorienta también”, explica la profesional.
Como ocurre en muchos campos, la falta de información e investigación local le despertó el interés por explorar lo que sucedía en el país y gracias a un primer artículo que publicó en la Revista Chilena de Terapia Ocupacional, la Universidad Austral de Chile la invitó a incorporarse al equipo que estaba creando la carrera en Valdivia.
Su siguiente paso fue hacer un doctorado en Barcelona, centrado en un enfoque crítico de la reforma de la institucionalidad psiquiátrica en Chile. Esa tesis doctoral del año 2010 (‘Intervención Social en Salud Mental y Psiquiatría en Chile: una aproximación desde las interfases de la gubernamentalidad’) le abrió el camino para profundizar en el análisis de cómo funcionan en Chile los dispositivos de atención, bajo qué políticas y con qué lógicas. Surgió así su proyecto Fondecyt de Iniciación: ‘Tecnologías de Intervención y Procesos de Subjetivación en Tratamiento y Rehabilitación por Consumo de Sustancias en Los Ríos’, que dio origen a tres artículos científicos.
“Me interesó el tema, porque en el caso chileno, a diferencia de otros países, toda la política de tratamiento por consumo problemático no depende directamente de salud, sino del Ministerio del Interior. Y luego, porque antes de estos dispositivos específicos que aparecen con esta ley, en Chile prácticamente no existían alternativas de tratamiento para el consumo problemático de sustancias”, cuenta la investigadora.
Lo llamativo es que en su investigación la Dra. Carrasco no encontró ningún dato ni cifra acerca de resultados de las intervenciones, sino sólo cantidad de atenciones realizadas por parte de los servicios externalizados, a cargo de ONG´s.
“El sistema de licitaciones es absolutamente iatrogénico, porque se pierde completamente de vista el objetivo. Los interventores sólo piensan en rendirle cuentas al sistema y éste, a su vez, sólo necesita que les rindan cuentas. ¿Y quién se encarga de ver los efectos reales de las intervenciones? Estamos midiendo alcances, pero no impactos”.
Esto, concluye la Dra. Jimena Carrasco, son pruebas concretas de que en Chile “la política no conversa con las investigaciones”.
A partir de evidenciar la falta de investigación en el contexto nacional en estos temas, desde 2022, la Dra. Carrasco dirige el programa de magister en Inclusión Social de la Escuela de Graduados de la Facultad de Medicina de la UACh, orientado a entregar destrezas para la investigación a profesionales que se interesen por procesos y condiciones que favorecen la inclusión y la exclusión de personas y grupos en distintos ámbitos tales como salud, educación, desarrollo social y entre otras.
La irrupción de tecnologías de avanzada en la vida diaria presenta ventajas, pero también desafíos y riesgos. El Dr. Lionel Brossi, investigador adjunto del Núcleo Milenio Imhay estudia el impacto de estas herramientas en la infancia y la adolescencia, las brechas de acceso y cómo encontrar un equilibrio de manera ética.
«Lo que realmente necesitamos es ayudar a las personas a usar de manera provechosa y ética las tecnologías, comprender los desafíos y enseñarles cómo gestionar los riesgos», indica el Dr. Lionel Brossi.
El periodista, académico de la Facultad de Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile e investigador adjunto de Imhay, Dr. Lionel Brossi, es un estudioso de las tecnologías digitales y de su impacto en la comunidad. Y justamente, uno de los temas controvertidos que han surgido en el último tiempo dice relación con el nivel de desarrollo que están alcanzado las nuevas tecnologías y cómo usarlas sin generar daño.
La Inteligencia Artificial Generativa es un ejemplo, destaca de entrada el Dr. Brossi. ¿Qué implicancias tiene un chatbot como ChatGPT, que posee un poder retórico tan convincente que puede influir en mayor medida en niños y adolescentes, adaptando su discurso, tono de voz e incluso su género para lograr mayor persuasión?, pregunta el investigador.
“El poder de persuasión que tienen estos sistemas es sorprendente y plantea importantes interrogantes. Son tecnologías que se lanzan con grandes expectativas, pero cuyos efectos a largo plazo todavía estamos comprendiendo. Un ejemplo relevante es su potencial impacto en la salud mental: si un adolescente con ideación suicida consulta a un sistema de inteligencia artificial generativa, ¿está este lo suficientemente preparado para ofrecer una respuesta adecuada, brindar apoyo y derivarlo a un profesional? Con cada avance tecnológico surgen nuevas oportunidades, pero también retos que debemos abordar con cuidado.”.
De hecho, en una de sus últimas investigaciones, donde colaboró con profesionales de la Universidad de Waseda, Japón, Lionel Brossi exploró la opinión y perspectiva que una treintena de adolescentes chilenos tenían sobre cómo van a funcionar los robots y la IA en el año 2050. Y si bien los entrevistados creen que la tecnología puede ayudar a resolver problemas como las catástrofes climáticas, sorprendentemente lo que más les importaba era otro aspecto.
“Los niños y niñas chilenos expresaron gran preocupación por la ética del cuidado, particularmente en profesiones como la enfermería, la psicología e incluso la docencia. Señalaron que la empatía y la comunicación humana, esenciales en estas áreas, podrían perderse si son mediadas por robots o tecnología. Este fue un aspecto destacado en comparación con otros países participantes en la investigación.”.
Inteligencia Artificial y Derechos de NNA
Gracias a un postdoctorado que realizó en Harvard en 2017, Lionel Brossi se acercó al campo de la Inteligencia Artificial y la Ética, específicamente IA e inclusión social, y desde ese entonces a desarrollado investigaciones, asesorías y formación relacionada al tema.
De hecho, al regresar al país creó el Núcleo de Investigación en Inteligencia Artificial y Sociedad en la Facultad de Comunicación e Imagen de la U. de Chile, junto a la profesora Ana María Castillo, donde desarrollan investigación e intervenciones junto a un consorcio de organizaciones internacionales. En este contexto, el Dr. Brossi participó, por encargo del gobierno, en unas consultas que se hicieron con niños y niñas a lo largo de todo Chile como insumo para la Estrategia de IA que se busca implementar en el país. También prestó asesoría para elaborar el marco ético de IA en Colombia, donde pusieron especial foco en un principio dedicado a los derechos de niños, niñas y adolescentes en relación a Inteligencia Artificial y las tecnologías.
“Podemos hablar de derechos humanos en términos generales, pero resulta que los desafíos de niños y niñas son otros. Actualmente, la Inteligencia Artificial Generativa plantea un desafío crítico en términos de seguridad infantil y adolescente. Un ejemplo alarmante es la creación de imágenes de abuso generadas por IA, lo cual tiene serias implicancias en el mundo real. Este tipo de contenido está proliferando en internet, lo que no solo es profundamente perjudicial, sino que además facilita su uso por parte de depredadores. Esto evidencia cómo constantemente emergen nuevos retos que requieren una atención y respuesta urgente», explica el investigador.
Gracias a su experiencia en comunicación y redes digitales, Lionel Brossi fue invitado a colaborar con el Núcleo Milenio Imhay. Su primer proyecto fue un programa para alfabetizar, informar y asesorar a adolescentes en temas de depresión. Luego participó en el diseño de la campaña #VamosJuntxs para la prevención del suicidio, que logró incrementar en 400% los contactos al chat de la Fundación Todo Mejora, muy por encima de los resultados de otras plataformas de ayuda telefónica.
“Esto está relacionado con los hábitos de los jóvenes de hoy, que prefieren en algunos casos chatear en lugar de hacer llamadas telefónicas. Además, cuando se trata de temas delicados, como la sexualidad o dudas personales, suelen sentirse más cómodos consultando por chat en lugar de hacerlo por teléfono, ya que escribir les permite superar la vergüenza que les genera hablar directamente.”.
Alfabetización y acompañamiento
En 2023 el Dr. Brossi participó en la Comisión contra la Desinformación que se estableció en Chile, donde aportó con su experiencia en el tema de Inteligencia Artificial Generativa. En la instancia se discutió cómo ésta puede incidir en escalar la desinformación, y también -de manera virtuosa- en cómo las tecnologías pueden ayudar a detectarla.
El investigador también formó parte de la Misión de Expertos en Inteligencia Artificial convocada por el anterior presidente de Colombia para diseñar una hoja de ruta para su país. Allí, Lionel Brossi estuvo a cargo del área de Educación y Alfabetización en IA.
Éste es justamente uno de los campos donde se perciben las mayores falencias al aplicar políticas públicas en herramientas tecnológicas de uso masivo, explica el investigador de Imhay.
“Muchos gobiernos, al implementar programas de ciudadanía o alfabetización digital, se han enfocado principalmente en aspectos técnicos. Hace algunos años, por ejemplo, las políticas se centraban en enseñar ofimática, como el uso de Word, Excel o PowerPoint. Si bien estas habilidades son útiles, no constituyen en sí mismas alfabetización digital. La verdadera alfabetización digital implica dotar a las personas de herramientas no solo para utilizar la tecnología de manera productiva, sino también para abordarla de forma crítica. Esto significa ser conscientes de los riesgos, como por ejemplo el cyberbullying, de tener la capacidad de distinguir entre información veraz y desinformación, de contenidos generados por humanos y por IA, así como comprender la importancia de la privacidad y la seguridad de los datos, entre otros elementos”.
En ese sentido, la penetración de las tecnologías digitales plantea desafíos concretos cuando se trata de niños/as, adolescentes y jóvenes. Su presencia cultural es de tal magnitud que ya forman parte del escenario doméstico, y es ineludible conectarse a las redes sociales y exponerse a sus contenidos.
“En el mundo que les tocará vivir, y que ya estamos empezando a ver, la Inteligencia Artificial será mucho más omnipresente y estará conectada en todos los ámbitos de la vida. Quienes no cuenten con una alfabetización adecuada para protegerse de estos sistemas y utilizarlos de manera productiva, estarán en clara desventaja, tanto a nivel social como en términos de oportunidades. Por eso, mi visión se basa en el uso responsable con acompañamiento, no en una prohibición estricta. A lo largo de la historia, las prohibiciones tecnológicas han demostrado ser ineficaces. Lo que realmente necesitamos es ayudar a las personas a usar de manera provechosa y ética las tecnologías, comprender los desafíos y enseñarles cómo gestionar los riesgos”, plantea el investigador de Imhay.
Una formación académica desactualizada y una baja proporción de personas con estudios adicionales en estos temas serían algunas causas, según diversos expertos. A esto se suma que la mayoría se concentra en el sector privado. Sobre este tema fueron consultados por El Mercurio, los investigadores del Núcleo Milenio Imhay, Dr. Álvaro Jiménez y Dr. Alvaro Vergés.
‘Muchos pacientes en Chile con trastorno obsesivo compulsivo (TOC) no están recibiendo el tratamiento adecuado, están recibiendo enfoques terapéuticos que se ha comprobado que no son eficaces para este cuadro’, asegura Tomás Miño, psicólogo clínico y especialista en terapia cognitivo-conductual por la U. de Harvard.
Lo que describe Miño resume una realidad que afecta también a pacientes con otros tipos de trastornos severos y que es preocupante, aseguran múltiples especialistas locales en salud mental.
Según explican, si bien en Chile hay déficit de profesionales del área de la salud mental en general, tanto psicólogos como psiquiatras, la falta es aún más evidente cuando se trata de profesionales que puedan tratar cuadros severos, como esquizofrenia, adicciones, trastornos de la conducta alimentaria (TCA) o trastorno obsesivo compulsivo (TOC).
Basado en evidencia
En el caso específico de esta enfermedad, Miño dice: ‘Somos muy pocos los especialistas que estamos formados en terapia cognitivo-conductual, por ejemplo (uno de los tratamientos más recomendados para el TOC), y en técnicas específicas basadas en evidencia, lo que limita el acceso a tratamientos adecuados’.
Daniela Gómez, psiquiatra y presidenta de la Sociedad de Neurología, Psiquiatría y Neurocirugía de Chile (Sonepsyn), confirma la problemática: ‘Es tanto así, que en el último tiempo médicos generales o de familia se han especializado en salud mental para poder cubrir esa necesidad’.
Gómez coincide en que si bien el déficit es general, algunas áreas presentan mayor escasez, como los trastornos alimentarios. ‘Efectivamente, los psiquiatras estamos atendiendo a esos pacientes más complejos que realmente requieren una atención más especializada’.
Justamente, con base en esa preocupación, es que la semana pasada Sonepsyn lanzó las primeras recomendaciones clínicas para el diagnóstico y tratamiento de la anorexia nerviosa, bulimia nerviosa y el trastorno por atracón, dirigida a médicos y profesionales no especialistas, con la finalidad de que tengan más herramientas para diagnosticar y tratar estos cuadros (disponibles aquí: https://shorturl.at/SPocU).
‘Cuando yo comencé en trastorno alimentario en Chile, había no más de 10 especialistas. Ahora somos unos 250, pero aún así somos muy pocos para cubrir todo el país’, asegura Gómez.
Alex Behn, académico de la Escuela de Psicología de la UC y director de Investigación del Instituto Milenio para la Investigación en Depresión y Personalidad (Midap), señala que Chile, como otros países de la región, tiene un sistema de atención escalonado, ‘en el cual los pacientes primero reciben atención generalista (primaria) y luego, si es necesario, avanzan hacia servicios especializados. En el caso de problemas de salud mental más serios, como los trastornos de conducta alimentaria o de la personalidad, son muy pocos los servicios que tienen esa especialidad’.
De acuerdo con Behn, si bien hoy existen buenos tratamientos para algunos trastornos severos, como el trastorno límite de la personalidad, estos son ‘muy sofisticados, requieren de mayor especialización y han sido típicamente más complejos de implementar en servicios públicos’.
Un problema adicional es la concentración de especialistas en el sector privado, donde ‘no más del 30% de la población accede’, apunta Álvaro Jiménez, psicólogo e investigador del Núcleo Milenio para Mejorar la Salud Mental de Adolescentes y Jóvenes (Imhay), quien investiga al respecto.
‘Además, la mayoría de los especialistas, sobre todo aquellos con subespecialidades, se encuentran en Santiago’, agrega.
Pero incluso en el mundo privado se percibe el déficit. ‘En el sector privado somos muy pocos, es más caro e igual es difícil encontrar horas’, afirma Miño.
La falta de herramientas para evaluar correctamente los trastornos de salud mental severos hace que las personas se demoren más en encontrar tratamiento o nunca lleguen a acceder a él, según advierte Álvaro Vergés, académico de la Escuela de Psicología de la U. de los Andes e investigador del Núcleo Milenio Imhay.
‘Esto tiene un impacto significativo en la calidad de vida, ya que la trayectoria vital termina siendo muchísimo peor de lo que habría sido si se hubiese hallado tratamiento adecuado a tiempo’, explica.
En el caso del TOC, dice Miño, ‘es alarmante, con un promedio actual de 14 a 17 años para que las personas encuentren la asistencia profesional que requieren’.
En las universidades
Pero ¿por qué faltan especialistas? Los entrevistados señalan varios factores. Behn comenta que muchas universidades chilenas ‘siguen entrenando a los estudiantes en teorías psicológicas muy antiguas’, lo que contribuye a que los profesionales egresen con herramientas poco aplicables en el contexto clínico actual.
Jiménez opina en la misma línea. ‘En gran parte de las facultades de la carrera de psicología tienen una formación que es genérica (…). Por lo tanto, lo que se puede ofrecer en términos de psicología clínica son competencias básicas’, dice el experto.
Y agrega: ‘Yo creo que la formación de pregrado requiere un nivel de especialización, una mayor profundización para poder tratar a este tipo de pacientes’.
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Este llamado, enmarcado dentro de un proyecto FONIS, está dirigido a profesionales que trabajen en la red de salud pública de las regiones Metropolitana, Maule y Los Lagos. especialmente aquellos que se desempeñen en la Atención Primaria de Salud.
El Núcleo Milenio Imhay junto a instituciones de educación superior y centros de investigación invitan a profesionales de la salud a participar en una pasantía de investigación en el marco del proyecto FONIS SA23I0181: «Desarrollo y evaluación de una guía de recomendaciones y un programa de formación en competencias para la intervención psicosocial con personas, familias y comunidades expuestas a una muerte por suicidio».
El proyecto tiene como objetivo desarrollar una guía de recomendaciones y un programa de formación en competencias para la postvención del suicidio. El propósito del programa de formación es capacitar a los profesionales de la salud para realizar intervenciones de postvención efectivas y culturalmente adaptadas con personas, familias y comunidades afectadas por el suicidio. De esta manera, se espera contribuir a la reducción de las brechas en el manejo de crisis relacionadas con muertes por suicidio.
La participación en el proyecto implica dedicar dos horas a la semana para integrarse como colaborador al equipo de investigación, asistiendo a reuniones y aportando con su experiencia profesional en el diseño del programa de formación y en la discusión de los resultados. La pasantía se llevará a cabo entre noviembre de 2024 y abril de 2025 (no habrá actividades durante febrero).
Esta colaboración brindará experiencia en investigación y será certificada por el Instituto Milenio para la Investigación en Depresión y Personalidad (MIDAP) y el Núcleo Milenio para mejorar la salud mental de adolescentes y jóvenes (Imhay).
Los/las profesionales interesados/as en postular deben completar este formulario, adjuntando su CV y una carta de declaración de intereses, de máximo 500 palabras (formato PDF).
POSTULACIONES:
Entre el 11 y 29 de octubre
CONSULTAS:
alvaro.jimenez@uss.cl
stefanella.costa@udp.cl
Según cifras de la Superintendencia de Educación, al segundo trimestre del 2024, se han presentado 39 denuncias por maltrato entre estudiantes. Para lograr entender el actuar de la juventud el diario El Mercurio de Antofagasta conversó con expertos, entre ellos la directora del Núcleo Milenio Imhay, quienes dieron a conocer cuatro factores que explicarían el actuar violento de los estudiantes.
Las peleas escolares han marcado la tónica de la agenda de educación, durante este 2024. Los constantes videos que circulan en redes sociales sobre hechos de violencia que involucran a adolescentes e incluso apoderados, se han masificado, poniendo especial atención de las autoridades y sostenedores de colegios ante el fenómeno.
Pero, ¿qué está ocurriendo realmente con los jóvenes? Para lograr entender el actuar de la juventud antofagastina, El Mercurio de Antofagasta con- versó con expertos, quienes dieron a conocer cuatro factores que explicarían el actuar violento de los estudiantes.
Habilidades Sociales
La doctora Vania Martínez, psiquiatra infantil y de la adolescencia, académica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile y directora del Núcleo Milenio Imhay, reconoció una importante relación entre los efectos de la pandemia, periodos sin clases, entorno social del niño y el desarrollo infanto-juvenil.
La especialista señaló que tras dos años de falta de relacionamiento, existió un “menor desarrollo de habilidades sociales, de cómo interactuar, cómo resolverlos conflictos y mucho ha estado mediado a través de las redes sociales y de modelos que han recibido a través de películas, en las que, en general, los conflictos son resueltos de forma violenta”, señaló.
“No ven modelos que sean pacíficos de resolución de conflictos también entre personas adultas porque probablemente en sus barrios o incluso dentro de su familia puede haber este tipo de manifestaciones de violencia para resolver problemas”, agregó la psiquiatra.
Rol de las Escuelas
En este contexto, la escuela se posiciona como un estamento fundamental en el relacionamiento de los estudiantes, pero también en la enseñanza de habilidades sociales.
“Los jóvenes asisten a los establecimientos educacionales y pasan altas horas es un lugar donde no solo se debieran enseñar materias y ramos tradicionales, sino también habilidades de desarrollo emocional, de cómo gestionar mejor las emociones y cómo resolver estos conflictos”, aseguró.
Para Diego Portilla, doctor en Psicología y académico carrera Psicología UST, factores locales como el formato de trabajo por turnos de los padres, además del entorno o la desigualdad en la que vive la familia, son parte importante en la manera de actuar del NNAS.
“Es necesario enfatizar que el crecer en un contexto violento no necesariamente hace que el adolescente actúe violentamente, no obstante, sí pudiera aumentar el malestar emocional y las desregulaciones en este ámbito. Más si se suman otros factores, como las inequidades a nivel social, a nivel económico, de salud, de educación, factores que inciden en la calidad de vida de niños, niñas y adolescentes y sus familias”.
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En su última edición, el programa Sana Mente de CNN Chile destacó el taller «Naturaleza y bienestar: Conecta tus sentidos», iniciativa llevada adelante por el Núcleo Milenio Imhay en alianza con el Centro de Gestión Ambiental y Biodiversidad de la Facultad de Ciencias Veterinarias y Pecuarias (FAVET) de la Universidad de Chile y desarrollada en el Museo Interactivo Mirador (MIM).
Esta actividad apuntó a visibilizar que el contacto y conexión con la naturaleza es capaz de fomentar un mayor bienestar en adolescentes y jóvenes, tal como lo ha demostrado la evidencia científica nacional e internacional.
El taller, donde participaron estudiantes del Instituto Nacional de Santiago, Colegio Alberto Blest Gana de San Ramón, Colegio María Elena de La Florida y Colegio Marista Marcelino Champagnat de La Pintana, buscó generar un espacio para que los jóvenes reconocieran y experimentaran la naturaleza urbana a través del uso de los sentidos, con el objetivo de promover la reflexión y el vínculo con la biodiversidad urbana como un elemento clave para el bienestar individual, colectivo y ecosistémico.
La actividad se realizó gracias al financiamiento de la Iniciativa Científica Milenio del Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación a través de su programa de Proyección al Medio Externo.
Ve el video a continuación:
Las personas diagnosticadas con esta enfermedad mental deben enfrentarse a diario a prejuicios estereotipados respecto de su comportamiento, los cuales merman tanto su desempeño social como su posible aporte a nivel familiar y laboral. Esas ideas llevan a discursos y conductas discriminadoras que, de tanto repetirse, logran que el propio paciente las haga suyas, perjudicando su autoestima, su evolución y su productividad.
Dr. Emmanuel Méndez, académico de la Clínica Psiquiátrica Universitaria y del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental Sur e investigador doctoral del Núcleo Milenio Imhay.
Así lo señala el doctor Emmanuel Méndez, académico de la Clínica Psiquiátrica Universitaria, del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental Sur e investigador doctoral del Núcleo Milenio Imhay, explicando que “el estigma es un constructo teórico relacionado a las creencias que un grupo de personas tiene respecto de un conjunto de conductas de otro grupo de personas, entre los cuales por lo general se da una diferencia de poder”. En el caso de la esquizofrenia, “es de los cuadros psiquiátricos que más alteraciones a nivel de conducta presentan los sujetos, y esas alteraciones son visualizadas, asimiladas y consideradas en este vínculo estigmatizante”.
Junto a los doctores Alicia Figueroa, investigadora adjunta de Imhay, y Eduardo Durán, también del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental Sur, publicaron en el 2022 el artículo “Exploring Stigma Towards People with Schizophrenia in Mass Media and Their Private Discourses”, en el cual ahondan respecto del estigma en publicaciones de difusión masiva relacionada a la esquizofrenia. “Buscamos marcadores lingüísticos en diarios y revistas relativo a contenido estigmatizantes hacia personas con esquizofrenia y vimos que esta situación es sumamente prevalente. Esos contenidos avalan la idea preconcebida de que las personas con esquizofrenia son peligrosas, lo cual se ha demostrado que no es realmente así; de hecho, dichos pacientes no presentan más acciones agresivas que las personas sin ningún tipo de cuadro e, incluso, por el contrario: por lo general son más ensimismados, “hacia adentro”. Pero es una creencia que se conforma y que termina gatillando una conducta discriminadora hacia estos pacientes, alejándolos. Y también nos dimos cuenta de que, en algunos discursos realizados por los propios pacientes, estas etiquetas lingüísticas que se pueden encontrar en los medios de comunicación muchas veces las han internalizado”.
El estigma en el caso de la esquizofrenia, “es de los cuadros psiquiátricos que más alteraciones a nivel de conducta presentan los sujetos, y esas alteraciones son visualizadas, asimiladas y consideradas en este vínculo estigmatizante”, señala el Dr. Méndez.
En ese mismo sentido, añade, investigaron cómo el estigma público se transforma en estigma internalizado. “Todas esas conductas que ocurren a nivel social en nuestra cultura son vivenciadas por las personas discriminadas, quienes comienzan a interiorizarlas y a integrarlas en sus identidades, por lo que después ellos mismos, sin que sea necesariamente una verdad, empiezan a creer que son menos que el resto, que no son capaces de conseguir ni concretar proyectos a largo plazo, ni de establecer relaciones sociales significativas con otras personas, como tener una familia e hijos. El estigma internalizado erosiona la capacidad que tienen todas estas personas de idear su futuro desde planes positivos, de tener esperanza”.
Otros estudios, acota, muestran que dependiendo de cómo las personas entienden o viven el estigma internalizado esto puede determinar formas opuestas de conducta. “Cuando el paciente cree profundamente como ciertos los prejuicios negativos hacia él, terminará teniendo una personalidad ensimismada, sin planes a futuro, de seguro aislado en su casa. Sin embargo, hay otras personas que, probablemente teniendo un buen apoyo, ya sea familiar o de pares, se dan cuenta de que muchas de estas conductas discriminatorias no tienen un asidero en la realidad y que no tienen por qué ser entendidas de esa manera, por lo que levantan la posibilidad de una identidad empoderada. Muchos de ese tipo de pacientes se han transformado en importantes usuarios que han levantado manifestaciones o movimientos políticos relacionados a la capacidad que quienes tienen este tipo de diagnóstico puedan luchar por sus propios derechos; por ejemplo, sentando las bases para el movimiento Recovery, que es una forma de entender la salud mental actualmente.
¿Cómo se deconstruye desde la perspectiva terapéutica la profecía autocumplida en el caso de los pacientes que hacen suyos los estigmas de la esquizofrenia?
Es complejo, porque muchas veces uno se topa con personas que llevan años viviendo así y que están con una muy baja funcionalidad, independiente a que hayan tenido o no episodios psicóticos en mucho tiempo; que están relativamente compensados, tomando sus medicamentos, asistiendo a sus controles, pero que están haciendo sólo actividades menores en sus casas. A mi juicio, esto tiene que ver con el núcleo familiar, qué tanto se le permite a esta persona cumplir con roles mínimos. Y es que muchas veces son los mismos familiares, al tener estas creencias de minusvalía respecto de la esquizofrenia, o a raíz de tener profundos traumas luego de los episodios psicóticos de los pacientes, los llevan a hacer lo menos posible porque no quieren que vuelvan a desestabilizarse, y les basta con que estén compensados.
“Entonces se construye una dinámica familiar que se debe analizar, previamente a la psicoterapia por brindar. Evaluar, por ejemplo, a través de terapia ocupacional, los roles de esta persona, sus intereses, qué está haciendo cada usuario en relación a esos intereses o a su bienestar; también en el aspecto sexual, que son dimensiones muchas veces olvidadas. El tratamiento de personas con esquizofrenia en Chile, a pesar de que hemos mejorado muchísimo, todavía sigue centrado en la intervención psiquiátrica y, como en muchos hospitales hay un déficit de especialistas, se los puede ver con muy poca regularidad, sólo tratando de evitar al máximo las descompensaciones. No existe la posibilidad de hacer evaluaciones comprensivas, en donde se consideren todas estas dimensiones y así, muchas veces, los pacientes se mantienen con dosis altas de fármacos, provocando efectos adversos en lo metabólico, sedentarismo, o no pudiendo abordar el tema del tabaquismo. Por eso creo que lo primero es ver el tema familiar, entender los roles de estas personas, en qué momento del bienestar se encuentran y, así, estudiar cómo abordar sus casos, desde una perspectiva sistémica, multiprofesional y multidisciplinaria”.
Cómo derribar las barreras
Para que comience a detenerse la propagación del estigma social de la esquizofrenia, dice el doctor Méndez, “en primer término debe haber un cambio profundo a nivel de las universidades que imparten carreras sanitarias. El punto de partida tendría que ser una intervención muy profunda en sus mallas curriculares, pues hay estudios bastante claros en evidenciar que mucha parte del estigma hacia las personas con esquizofrenia proviene de los mismos profesionales de salud, de todas las áreas, pues muchas veces la formación que se ofrece es en base a currículums antiguos. Por ejemplo, profesionales de áreas como psicología, enfermería o kinesiología, que quizás no se las vincula directamente con tratamiento de las personas con esquizofrenia, pero que son fundamentales en el apoyo para su actividad física, o en la psicoeducación a nivel de hospitales de día o de unidades de rehabilitación; desconozco si tienen integrado el modelo Recovery, según el cual el plan terapéutico integra los objetivos puestos por el paciente. Habría que integrar estos conceptos a las mallas curriculares de todas las profesiones de la salud de forma transversal”.
A nivel comunitario, el académico agrega que “se ha visto que hay cierto impacto de campañas publicitarias para comprender de mejor forma la esquizofrenia. Pero lo que tiene aún mayor impacto es la realización de actividades comunitarias en las que puedan compartir personas de distintos grupos; por ejemplo, hace algunos años, en una corrida familiar en Las Condes, participaron personas con esquizofrenia que trabajaban en una radio comunal, la cual era parte de un proyecto llamado Radio Nueva Terapia, entrevistando a los asistentes. La evidencia muestra que este tipo de iniciativas son las que tienen mayor impacto en el cambio de las conductas estigmatizantes”.
Y respecto a cómo afecta el estigma en la reincorporación al mundo laboral, el doctor Méndez sentencia que “una de las tareas es lograr que la gran mayoría de la población conozca de qué se tratan estos cuadros psiquiátricos y que sí, en algún momento se pueden descompensar, pero no es lo más frecuente. Muchas de las personas con esquizofrenia al lograr puestos laborales no lo hacen aprovechando los cupos por ley de discapacidad, porque esconden su diagnóstico. No he visto cifras, pero sería interesante saber cuántas personas con esquizofrenia han accedido a puestos laborales en base a pertenecer a este grupo prioritario. Yo creo que deben ser menos que las personas con cuadros que no se consideran tan disruptores”.
Fuente: Cecilia Valenzuela, comunicaciones Facultad de Medicina, Universidad de Chile.
Organizado por el Núcleo Milenio Imhay y en el marco del Día Mundial de la Salud Mental, en octubre se proyectará en el Centro Cultural CEINA un documental que da cuenta de un novedoso estudio multinacional que observó durante dos años el impacto de talleres de teatro, música y creatividad artística en el bienestar de jóvenes sudamericanos.
Durante más de tres décadas, el profesor Paul Heritage ha creado proyectos culturales como una investigación del poder de las artes en el cambio social. En la actualidad, es director artístico del People’s Palace Project.
“Ésta no es una intervención, sino que estamos aprendiendo de ellos y de los recursos que utilizan para su recuperación”, aclara de entrada el profesor Paul Heritage, director de People’s Palace Projects, un centro de investigación en artes y justicia social responsable por el Programa Jóvenes Embajadores, e investigador de la Queen Mary University of London, institución coordinadora del Estudio OLA.
Se trata de una iniciativa para ayudar a mejorar la salud mental de jóvenes de latinoamérica mediante un estudio innovador. En colaboración con diversas universidades y organizaciones comunitarias artísticas en Bogotá, Lima y Buenos Aires, el estudio reclutó a adolescentes y jóvenes de entre 15 y 24 años para hacerles un seguimiento de dos años y observar quiénes mejoraban sus niveles de depresión o ansiedad, y gracias a qué elementos en común.
“La participación en procesos creativos, ya sea teatro, música o danza, creemos que es importante para la resiliencia y la recuperación de los jóvenes. Esta investigación nos permite ver cómo es de importante y mostrarlo. Pero también estamos utilizando las artes para poder hablar con los jóvenes y aprender de ellos a través de otras formas de expresión”, explica el profesor Heritage.
Nuevas formas de abordar la salud mental de la juventud
Es justamente ese proceso de construcción de una obra artística y las interrelaciones que se producen lo que llevó a idear el programa de Jóvenes Embajadores en conjunto al Estudio OLA. En su búsqueda por comprender los recursos que ayudan la salud mental de los jóvenes, el profesor de psiquiatría de la Queen Mary University of London, Stefan Priebe, junto a colegas de Pontificia Universidad Javeriana (Colombia), Universidad Cayetano Heredia (Perú) y Universidad de Buenos Aires (Argentina), desarrollaron una idea e incluyeron al profesor Heritage para desarrollar el programa de Jóvenes Embajadores.
En Lima, Perú, el teatro La Plaza junto a los jóvenes embajadores montaron la obra teatral «Gris», obra que recoge los hallazgos del estudio OLA.
“Me invitó a pensar en alguna forma en la cual las organizaciones artísticas pudieran permitirnos aprender de los propios jóvenes de una mejor manera, porque si no habría personas haciéndoles preguntas a través de cuestionarios o focus groups, muy en el estilo estándar. Creo que, a través de estos años las artes nos han ayudado a conversar con los jóvenes de una forma distinta pero, además, a que participen en la investigación y a que hablen con su pares”.
Dentro del proyecto, un grupo de jóvenes en Lima montó una pequeña obra teatral; en Buenos Aires se hicieron talleres interactivos; y en Bogotá, se organizó un concierto. Los procesos de creación, dice el profesor Heritage, son la clave de todo.
“Un joven puede tocar un violín y sentir algo a través de la bonita melodía pero, en realidad, lo que importa es el proceso. Salir de la casa, ir al ensayo de orquesta, encontrarse con otros jóvenes, tocar el violín, sentirlo en su cuerpo, ver el placer que provoca en los demás, experimentar la tensión, la ansiedad antes de la presentación, tocar en público, sentir los aplausos de la gente. Todo eso es una afirmación de la identidad. Así que no es ni la melodía ni Tchaikovsky lo que cura. Es el acto completo de hacer todo eso”.
Todo ese proceso, desarrollado por People’s Palace Projects en conjunto con la Fundación Crear Vale La Pena (Buenos Aires), Fundación Nacional Batuta y Fundación Artística (Bogotá) y el Teatro La Plaza (Lima), junto a nueve jóvenes embajadores en estos países, ha sido registrado en a través de un documental que el próximo 16 de octubre va a ser exhibido en el Centro Cultural CEINA, durante un conversatorio sobre de salud mental, organizado por el Núcleo Milenio Imhay.
Resultados y aprendizajes
El evento organizado por Imhay, en el marco del Día Mundial de la Salud Mental, incluirá la exhibición del registro audiovisual realizado durante el taller «Naturaleza urbana y bienestar: Conecta tus sentidos».
“El proyecto OLA lo conocimos cuando recién comenzó hace un par de años, a través de nuestro investigador senior, Dr. Ricardo Araya, quien es parte del equipo de investigación”, explica la directora de Imhay, Dra. Vania Martínez. “El estudio consideraba tres países latinoamericanos, y pese a que Chile no estuvo involucrado, al profesor Stefan Priebe, de la Queen Mary University of London, le pareció interesante ver si nuestro país podía sumarse de alguna manera. Finalmente la colaboración se dio en esta etapa final, que es la divulgación de un producto audiovisual que sintetiza el trabajo en las tres capitales latinoamericanas”, comenta.
La actividad, explica la académica, “consiste en la presentación de productos audiovisuales, tanto del proyecto OLA como de un taller que Imhay realizó en el MIM con estudiantes de distintos colegios de la Región Metropolitana y que fue financiado por los fondos de Proyectos al Medio Externo de la Iniciativa Científica Milenio. Además, realizaremos un conversatorio en el cual van a ser protagonistas nuestros jóvenes embajadores de la salud mental”, explica la Dra. Martínez.
Y agrega que “A nosotros nos pareció importante también incluir nuestro trabajo reciente, que va en la misma línea, que es fomentar el bienestar de adolescentes y jóvenes a través de iniciativas diferentes a las tradicionales. En el caso de los otros países, son técnicas por el lado artístico y, en nuestro caso, un taller que promovió el contacto de los jóvenes con la naturaleza urbana para fomentar su bienestar”.
El Estudio OLA ha recogido información para más de veinte artículos científicos que van a publicarse de aquí a marzo próximo, aparte de los muchos otros que vendrán después. El resumen de esta experiencia, según opinión del profesor Paul Heritage, es que no hay solución a los problemas de salud mental de los jóvenes sin su participación.
“Ése es el principal aprendizaje y también que ellos son capaces de asumir esa responsabilidad. La investigación también muestra que los jóvenes son fuertes, capaces de recuperarse y que pueden ser saludables. Pero como sociedad tenemos que pensar qué más podemos hacer para que sea más segura para ellos”.
DIRECCIÓN
Profesor Alberto Zañartu n°1030
Independencia, Santiago de Chile
Núcleo para Mejorar la Salud Mental de Adolescentes y Jóvenes.
Imhay 2025