Iniciativa del Núcleo Milenio Imhay y el Centro de Gestión Ambiental y Biodiversidad de la Universidad de Chile, toma la evidencia científica nacional e internacional, destacando que esta conexión entrega importantes beneficios en la salud mental como el mejoramiento del ánimo, la reducción del estrés y la ansiedad.
Tanto la Organización Mundial de la Salud (OMS), como diversos estudios internacionales especialmente en Asia y Europa, evidencian que la conexión con espacios de naturaleza que se pueden encontrar en las ciudades es beneficiosa para el bienestar físico y emocional de las personas. Con esta premisa, el Núcleo Milenio para mejorar la Salud Mental de Adolescentes y Jóvenes (Imhay) y el Centro de Gestión Ambiental y Biodiversidad de la Universidad de Chile, crearon «Conecta Tus Sentidos con la Naturaleza», una guía práctica gratuita que permite vincularse con la naturaleza urbana y potenciar el bienestar de jóvenes y adolescentes, destacando que esta conexión entrega importantes beneficios en el bienestar emocional, como el mejoramiento del ánimo, la reducción del estrés y la ansiedad.
“A través de esta guía Imhay quiere sistematizar algunos resultados y entregar distintos ejercicios que puedan ser atractivos para los jóvenes o que puedan despertar su curiosidad. Esta guía, también es el resultado de un proceso, por ejemplo, de la participación de más un centenar de jóvenes que vivieron la experiencia de conectarse con la naturaleza urbana en el Museo Interactivo Mirador. En ese sentido, queremos contribuir con conocimiento, pero también con una propuesta de ejercicios y actividades que van en beneficio directo de su bienestar”, explica el Dr. Álvaro Langer Herrera, director alterno de Imhay y académico de la Universidad San Sebastián.
La evidencia científica ha establecido una estrecha relación entre el contacto con la naturaleza y un mayor bienestar. De esta manera, algunos de los efectos positivos de la naturaleza en la salud mental de las personas, cuando se logra una conexión, son la reducción de los niveles de ansiedad y depresión; reducción de las hormonas del estrés; mejoramiento el estado de ánimo, el humor y la autoestima; ayudando además en la conciliación del sueño, entre otros aspectos.
Al respecto, Constanza Cabello, profesional del Centro de Gestión Ambiental y Biodiversidad de FAVET-UCH, complementa indicado que “nuestro propósito es promover, articular y nutrir la visibilización de la naturaleza urbana, en especial su biodiversidad y otros elementos, como un espacio que, en primer lugar, está presente junto al ser humano en la cotidianidad y, en segundo lugar, como un espacio que nos contiene, cobija y sostiene día a día. Por tanto, la conexión en conciencia entre las personas y los elementos de la naturaleza nos pueden aportar y son esenciales para construir nuestro bienestar individual, colectivo y ecosistémico”.
Vacaciones y conexión con la naturaleza
La Guía «Conecta Tus Sentidos con la Naturaleza», fue desarrollada gracias al financiamiento de la Iniciativa Científica Milenio del Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación a través de su programa de Proyección al Medio Externo. En 44 páginas, contiene ejercicios que permiten conectarse con la naturaleza; actividades para redescubrir el entorno, abrir los sentidos a lo que nos rodea, abrazar un árbol (identificarlo, sentirlo, cuidarlo y crear una amistad por un año), generar memoria en el olor a tierra, entre otras. Además, entrega una serie de datos para despertar la curiosidad como, por ejemplo, explicando qué es el “Grounding” y cómo puede mejorar la calidad del sueño y el sistema inmune, o qué efectos tiene el canto de los pájaros en el sistema parasimpático.
De esta manera, la invitación de Imhay y el Centro de Gestión Ambiental y Biodiversidad, es a descubrir la guía, vincularse con la naturaleza urbana, especialmente en época de vacaciones, como una oportunidad para generar acciones para el bienestar de las y los jóvenes.
“Estar de vacaciones y tener un poco más de tiempo libre, es un muy buen momento para acercarse a la naturaleza. Salir de las pantallas, ir a descubrir qué es lo que hay en mi plaza o en las zonas donde me muevo dentro de la ciudad o en mi barrio. Eso es lo que enfatiza esta guía que, además, invita a conectarse con uno mismo, compartir con amigos y la posibilidad vincularse con lo que puedes encontrar en la naturaleza urbana”, puntualiza el Dr. Langer.
NOTA: La guía digital puede descargarse de manera gratuita en el sitio web del Núcleo Milenio Imhay (www.imhay.org) y próximamente su formato impreso estará a disposición de establecimientos educaciones, organizaciones juveniles o instituciones que trabajen con adolescentes y jóvenes, quienes podrán solicitar un máximo de 5 ejemplares gratuitos. Esta información será informada oportunamente a través de las redes sociales de Imhay.
La Dra. Isabel Pavez, investigadora del Núcleo Milenio Imhay y académica de la Universidad de los Andes, centra su trabajo en analizar e identificar los factores que influyen en el uso de tecnologías en condiciones de vulnerabilidad. En este artículo, comenta los resultados de su estudio sobre TICs y niñas escolares en zonas rurales, el que arrojó la presencia de dificultades relacionadas con la conectividad, la obsolescencia de los dispositivos y la falta de formación docente para alcanzar objetivos pedagógicos y fomentar habilidades.
Cuando la periodista Isabel Pavez estaba en Inglaterra realizando sus postgrados en la London School of Economics and Political Science, trabajó como voluntaria enseñándoles habilidades básicas de computación a inmigrantes latinos, y vio de cerca el profundo alcance de la tecnología en comunidades como ésta.
“Muchas veces nosotros entendemos el computador como una herramienta para trabajar. Pero para ellos el computador era su televisión, su radio. En ese minuto estaba Facebook, entonces era también su álbum de fotos. Internet tenía un rol en su vida mucho más importante que una herramienta operativa para hacer algo”, recuerda la profesional. “Cuando tú estás en otro país y lo pasas mal, pero pones play en YouTube y ves tu teleserie, tú te transportas. Entonces el rol emocional que tiene la tecnología es clave”.
Esa experiencia definió su interés académico y, al regresar a Chile -ya como Magister en Información, Comunicación y Sociedad, y Doctora en Medios y Comunicaciones- se dedicó a investigar este tema para poder entender mejor los procesos relacionados con el uso de tecnología en condiciones de vulnerabilidad y cómo ésta incide en mantener o desarrollar su identidad.
No es la conectividad, sino las habilidades
Como parte del Núcleo Milenio Imhay, la Dra. Pavez culminó su proyecto Fondecyt de Iniciación 11200039: ‘Niñas y adolescentes rurales beneficiadas con becas TIC: el rol del contexto educativo y familiar en su desarrollo de habilidades digitales y rendimiento escolar’.
Se trató de un estudio longitudinal que siguió, desde fines del 2020 -aún en pandemia- hasta 2023, a un grupo de niñas, desde que cursaban séptimo básico hasta que ingresaron a primero medio, que habían recibido un computador con conexión a internet, entregado por la JUNAEB, para uso escolar.
Los resultados mostraron que las niñas son más empoderadas que los niños y que, en zonas rurales, los profesores son mucho más referencia que los papás para enseñarles habilidades digitales.
“Los padres tienen muchas habilidades operativas a través del celular, pero es algo que ellos aprenden por necesidad, por ejemplo, para vender productos por redes sociales o para conectarse a grupos de WhatsApp. Sin embargo, no son necesariamente habilidades que los niños necesitan para desarrollarse educacionalmente, como usar Word, Excel, subir, bajar o comprimir un archivo, usar PDF o realizar alguna búsqueda en la web”, explica la investigadora principal de Imhay. “Entonces, cuando los niños tienen algún tipo de problema, la primera persona a quien recurren y que más los motiva a aprender es su profesor. Los docentes son claves. Y si el profesor está ‘subido en la micro’, le va increíble”.
El problema, a juicio de la Dra. Pavez, tiene que ver con la mirada urbano-centrista de las decisiones, que no considera las necesidades que son propias de las familias, los colegios y las comunidades rurales.
“Tenemos una política pública que apunta a la infraestructura y al nivel de conexión, pero no al desarrollo de habilidades digitales. Y a los docentes los obligan, de alguna manera, a incorporar la tecnología, pero hay muy poco espacio para su capacitación. O sea, al que le interesa puede ir y buscar cursos que están abiertos en el MINEDUC. Pero eso no es lo mismo, porque cuando usas tecnología en la sala de clases, hay dos fines. Un fin es el disciplinar: yo uso computador o uso internet para que tú aprendas de ciencias naturales. Pero otro fin, es que también aprendas algo sobre el computador. Por ejemplo, a hacer una búsqueda en Google Académico. Y a ese tipo de profundidad no se ha llegado aún”.
Derribar mitos y prejuicios
La Dra. Isabel Pavez, que actualmente es Vicedecana Académica de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Los Andes, ha sido coinvestigadora en los proyectos Fondecyt 1170324 (Inclusión digital móvil: Oportunidades y desafíos del acceso y uso de Internet a través de smartphones en Chile); Fondecyt 1140061 (Inclusión digital en Chile: aspectos clave de la adopción y uso de las TIC en comunidades aisladas); y Fondecyt 1210740 (Inequidad digital en una pandemia: estrategias de inclusión tecnológica en comunidades vulnerables en zonas rurales y urbanas de Chile).
Como parte del sello interdisciplinario de Imhay, está participando en el proyecto Fondecyt de la Dra. Marta Silva (Trayectorias de Aprendizaje de Estudiantes Universitarios de pre y postgrado y profesionales indígenas en las disciplinas de Matemáticas e Ingeniería en Universidades Chilenas desde una perspectiva de género); y, además, hace poco culminó una encuesta en jóvenes que realizará un estudio comparado con México, Perú, España y Brasil, acerca de cómo la interacción con los influencers mediante Instagram afecta el modo en que una persona ve su cuerpo y se siente consigo misma.
Desde su experiencia en comunicaciones y medios digitales, la investigadora advierte contra la ‘demonización’ de la tecnología y las acusaciones de que gatillan problemas de salud mental.
“El trabajo de Imhay apunta a entender eso, a que no hagamos relaciones simplistas o causales de las tecnologías digitales. Lo que nosotros hacemos es precisamente para ver cuáles son los factores, elementos y matices que se involucran, e intentar ver esto con altura de miras. No llegar al debate ya prejuiciado, sino entender que hay distintas poblaciones y contextos, y que estos nos ayudan a comprender mucho sobre el uso que se hace de las TICs”.
“No todos utilizan de la misma manera la tecnología, así como no todos enfrentan de la misma forma otras situaciones de la vida”, enfatiza la experta. “Entonces, la tecnología hay que entenderla como una herramienta neutra que puede tener distintos usos y consecuencias, dependiendo de cómo se use. Pero la tecnología en sí no es el enemigo de la salud mental, y yo creo que Imhay está ayudando a eso, a desmitificarlo”, puntualiza la investigadora de Imhay.
La Dra. Marta Silva Fernández, investigadora principal del Núcleo Milenio Imhay y profesora de la Universidad Austral de Chile, participó el 25 de noviembre de 2024 como panelista en el seminario de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) “Reducing Barriers for Early Career Researchers”, donde presentó estrategias para promover la equidad y diversidad en la educación superior.
El seminario internacional “Reducing Barriers for Early Career Researchers”, organizado por el Global Science Forum de la OCDE, reunió a expertos de 17 países, la Comisión Europea y representantes de países asociados como Brasil y Sudáfrica. La Dra. Silva, investigadora principal del Núcleo Milenio para Mejorar la Salud Mental de Adolescentes y Jóvenes (Imhay) y académica de la Universidad Austral de Chile, participó en un panel moderado por Andrea Hofer, directora del proyecto EDI (Equidad, Diversidad e Inclusión) de la OCDE, donde se debatieron estrategias para promover la equidad y diversidad en la investigación y la educación superior.
En su intervención en la mesa temática «Reducing Barriers for Early Career Researchers», moderada por los destacados expertos Karla Bessa (Brasil), Pradeep Kumar (Sudáfrica) y Hebe Gunnes (Noruega), la Dra. Silva presentó los hallazgos de su proyecto FONDECYT de Iniciación (2017-2021), titulado «Trayectorias Académicas de Estudiantes de Postgrado Pertenecientes a Pueblos Originarios en Programas STEM (Ciencias, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) en el Centro-Sur de Chile». Además, compartió los avances preliminares de su proyecto FONDECYT Regular (2024-2028), titulado «Trayectorias de Aprendizaje de Estudiantes Universitarios de Pre y Postgrado y Profesionales Indígenas en las Disciplinas de Matemáticas e Ingeniería en Universidades Chilenas».
Durante su intervención, la Dra. Silva compartió historias de vida de estudiantes mapuche, destacando cómo las redes de apoyo familiar y académica —incluyendo padres, mentores y profesores guías— han sido esenciales para que estos jóvenes superen barreras estructurales y culturales en un sistema educativo predominantemente occidental. “El fortalecimiento de la identidad étnica y académica, promovido tanto en el entorno familiar como en comunidades de práctica, es clave para el éxito de estos estudiantes en disciplinas científicas, que históricamente han estado dominadas por perspectivas ajenas a su cosmovisión indígena,” explicó.
Además, presentó el Programa Rüpü, implementado por las universidades UACh y UFRO, como un modelo innovador que combina apoyo académico con la integración de saberes mapuche en la formación universitaria. Según la Dra. Silva, este enfoque ha sido crucial para incrementar las tasas de retención y éxito de los estudiantes indígenas en la educación superior.
Durante la sesión, los expertos de la mesa plantearon preguntas clave sobre el papel de la lengua indígena en la educación superior chilena y la importancia de los mentores como factores protectores para el bienestar y éxito de los estudiantes indígenas. En sus respuestas, la Dra. Silva enfatizó que “la clave para una inclusión genuina radica en fortalecer la identidad de los estudiantes indígenas. Las universidades deben asumir un rol activo en integrar saberes culturales en su currículum académico, creando espacios donde los estudiantes se sientan valorados y puedan desarrollar plenamente sus habilidades.”
Académico de la Universidad de Talca e investigador adjunto del Núcleo Milenio Imhay explora posibles predictores cognitivos y neurofisiológicos de trastornos mentales severos.
El investigador de Imhay, José Luis Ulloa Fulgeri es bioquímico titulado de la Universidad de Chile. Desde su formación de pregrado tuvo un particular interés por la salud mental humana. “En los últimos años de mi carrera desarrollé una tesis de grado relacionada con los efectos del estrés y los antidepresivos en un modelo animal de depresión en rata”.
Con la motivación de proseguir estudios en ciencias cognitivas, el profesional se instaló en Francia, donde hizo el Magíster en Ciencias Cognitivas de la École Normale Supérieure. Allí se formó en psicología experimental, análisis de datos y ciencias de la computación, e hizo un doctorado en Neurociencias Cognitivas en la Universidad Pierre y Marie Curie, investigando aspectos conductuales y neurofisiológicos asociados con la percepción de la mirada y las emociones, “un área de la cognición social relacionada con nuestra capacidad de detectar e interpretar las señales sociales de otros seres humanos”, explica el Dr. Ulloa.
Entre otras investigaciones, estudió fenómenos de sincronización fisiológica (de la respiración y la frecuencia cardíaca) asociados con la experiencia estética, y fenómenos de agencia, la experiencia de control que tenemos sobre nuestras propias acciones y sobre las consecuencias de estas acciones.
“La experiencia de la agencia es sutil y a menudo pasa desapercibida en el flujo de nuestra vida diaria. Solo emerge en situaciones donde el origen de una acción es ambiguo, llevándonos a cuestionar si realmente fuimos nosotros quienes causamos dicho evento.”, explica el científico. “La pérdida de agencia está muy asociada con cierto tipo de patologías, como la esquizofrenia, donde las personas dicen que hacen cosas porque alguien más les dice que hagan esas cosas”.
De regreso a Chile, el Dr. Ulloa se incorporó a la Facultad de Psicología de la Universidad de Talca, donde es docente e investigador. En 2019 obtuvo un Fondecyt de Iniciación («Overthrowing clinical psychosis before its onset: Detection of sensorimotor abnormalities in healthy young people with psychotic-like experiences») para entender el rol del control de los movimientos en el posible desarrollo de la psicosis.
“Controlar los movimientos es un fenómeno complejo que involucra muchas cosas. Entre ellas, la representación de la acción, la planificación y la inhibición de la respuesta. Como me interesaba la psicosis y el control de la acción, pensé que, muy probablemente, en esta patología una de las cosas que puede pasar es que se afecte el control inhibitorio. Además, incorporé dentro de mi proyecto la medición de la actividad cerebral para entender la neurobiología de estos procesos”, comenta.
Avance de resultados
Debido a la pandemia y a las restricciones de contacto entre personas el Dr. Ulloa -al igual que muchos otros científicos- tuvo que adaptar su proyecto y decidió incorporar un estudio online con personas sanas. “Esto me permitió reclutar 200 participantes, quienes desde sus hogares ejecutaban tareas en su computador y respondían un cuestionario que permitía medir experiencias de tipo psicótico”.
La novedad del estudio fue enfocarse en población normotípica. Esto es, aquellas personas que no presentan un trastorno del neurodesarrollo. La ventaja de estudiarlo tempranamente es que si se llega a detectar algún atisbo de conducta psicótica se puede actuar más rápido para detener o ralentizar un brote psicótico, enfatiza el investigador de Imhay. “Ese es el valor terapéutico que tiene esto. Las experiencias de tipo psicótico son algo totalmente normales en el desarrollo humano. Por ejemplo, los amigos imaginarios son algo que ocurre típicamente en la infancia”.
“El problema es cuando estas experiencias de tipo psicótico permanecen en el tiempo y comienzan a molestar y producir un daño emocional. Si persisten, la probabilidad de que se presente un trastorno psiquiátrico en el futuro aumenta”, agrega el Dr. Ulloa.
Su proyecto, que contó con la colaboración de los investigadores principales de Imhay, Dr. Daniel Núñez y Dr. Pablo Gaspar, resultó en hallazgos interesantes. “Lo que vimos es que, efectivamente, las personas que tienen mayores niveles de experiencias psicóticas tienden también a tener problemas para controlar sus movimientos en la tarea que se aplicó. Tienden a cometer más errores. Esto indica que ciertos aspectos de la psicosis se pueden detectar de forma temprana. Ahora, esta es una investigación inicial y se requieren más estudios para entender el fenómeno en profundidad”, advierte el Dr. Ulloa.
De la bioquímica a las neurociencias
Gracias a sus trabajos colaborativos con el equipo de PsiquisLab de la Universidad de Chile, el académico fue invitado a participar en Imhay como investigador adjunto. Su campo de interés es la investigación experimental de procesos básicos y el uso de métodos como la electroencefalografía y la magnetoencefalografía.
Al igual que muchos otros investigadores, su inclinación hacia la investigación se debe al influjo de autores y profesores en la época universitaria. En su caso, desde el tercer o cuarto año de bioquímica, cuando empieza a estudiar neurociencias bajo la tutela de su futura mentora, la Dra. Jenny Fiedler, de la Facultad de Ciencias Químicas con la que tenía clases empezó “a leer muchos libros de neurociencias, y habitualmente, uno como investigador en esta área en Chile, lee a Francisco Varela y Humberto Maturana. Ahí empecé a encantarme con esta área y con la complejidad del funcionamiento del sistema nervioso. Por esa misma época descubrí la obra de Oliver Sacks, un médico y excepcional narrador, conocido por relatar la vida de personas enfrentadas a daños neurológicos excepcionales. Su manera de describir estos casos en sus libros es alucinante. Las anomalías de la mente me resultan profundamente fascinantes, ya que arrojan luz y ofrecen perspectivas únicas sobre lo que significa ser humano”.
Conversatorio organizado por Imhay recogió opiniones acerca de las barreras, estigmas y necesidades que hay en la comunidad juvenil para enfrentar sus desafíos cotidianos en materia de bienestar emocional
Como parte de las actividades de difusión del Estudio OLA + Programa de Embajadores Jóvenes, iniciativa liderada por la Queen Mary University of London junto al People´s Palace Project, el Núcleo Milenio Imhay realizó un conversatorio que contó con la participación de representantes de diversas organizaciones que han trabajado junto a nuestro centro de investigación en acciones para promover la salud mental en este segmento de la población.
El encuentro, llamado “Juventud construyendo bienestar”, tuvo como panelistas a la estudiante de la Universidad de Chile, Tiare Pavez, cofundadora del grupo de ayuda universitaria “Manitos de Confianza”; al activista ambiental Luciano Pozo, de la Conferencia Local Juvenil en nuestro país (LCOY Chile); y a Sebastián Pulgar, estudiante de segundo medio del Instituto Nacional, establecimiento educacional en el que Imhay ha desarrollado una serie talleres en salud mental. Desde Buenos Aires participó la documentalista audiovisual Florencia Goulu, embajadora del Proyecto OLA para Argentina.
Al inicio de la actividad se estrenó el documental “Caminar distinto”, registro audiovisual que muestra la participación de tres comunidades artísticas juveniles de Lima, Bogotá y Buenos Aires, que formaron parte del Estudio OLA. Esta investigación siguió durante dos años el trabajo de estos grupos de jóvenes para identificar las estrategias y factores sociales y emocionales que les ayudaban a lidiar con sus problemas de salud mental.
“Ha sido una de las experiencias más enriquecedoras de mi vida”, refirió la invitada argentina. “Hablar de salud mental con jóvenes y adolescentes de distintas escuelas, nos ha permitido generar una sensibilidad que no sé si hubiera sido posible de otro modo. Nos hemos encontrado con testimonios que nos dejaron impactados, y sobre todo con una juventud que tiene ganas de decir lo que le pasa. Realmente hay una necesidad de expresión notable. Entonces qué importante es que existan estos proyectos como OLA que generan el espacio para que la palabra se dé”, recalcó Florencia Goulu.
Barreras sociales y culturales
Uno de los temas abordados durante la jornada fue, justamente, la necesidad de promover la conversación y poner sobre la mesa la salud mental para así poder superar las barreras que aún existen en torno a ella, por ejemplo, “el cómo se juzga de cierta forma o se invalidan los sentimientos de las personas, en especial en un periodo de estrés, como el de los exámenes universitarios”, explicó Tiare Pavez, que estudia Auditoría. “Yo creo que esa es una de las mayores barreras. Por lo general, los que están a cargo, profesores, directores, se enfocan más que nada en lo que podemos darles académicamente, más que en cuánto nos afecta el poder llegar a entregar esos resultados. Eso es, por lo menos, lo que buscamos con “Manitos de Confianza”: poder crear un ambiente seguro, crear compañerismo y no competitividad. Entonces buscamos crear este ambiente en donde se pueda pensar en el otro también”.
El ‘embotellamiento de emociones’ fue otro de los aspectos negativos que se planteó en el conversatorio. “Acumular tantas emociones sin hablarlas con alguien puede llegar a ser muy hostigante”, planteó Sebastián Pulgar, estudiante del Instituto Nacional. “Es un problema que yo mismo he experimentado, y muchas veces siento que mi propia salud mental no es lo suficientemente importante como para llevarla a un psicólogo. Y, sin embargo, sí lo es. La salud mental joven es importante y me parece que el proyecto Imhay -que muestra a las personas lo importante de la salud joven- es una de las mejores soluciones que puede haber para esta misma barrera”.
¿Con quién hablar de salud mental?
Por su parte, el activista ambiental Luciano Pozo opinó que uno de los obstáculos principales para enfrentar los problemas de salud mental juvenil es la falta de confianza, ya que “uno también a veces necesita poder contarle sus cosas a otras personas, pero si no hay la confianza necesaria con alguien, como que uno no puede. Y hacerlo solo, con uno mismo, consultarlo así como ‘con la almohada’, es agotador, porque uno siempre termina mal. Están los papás, los abuelos, está toda la familia, pero a veces o no están disponibles o quizás tampoco hay la confianza con ellos. Uno piensa que los psicólogos son gente que te ayuda mucho con temas de salud mental, pero si tampoco has hablado con alguien antes sobre tus propios problemas, empezar es difícil”, insistió.
En ese sentido, los panelistas plantearon que hace falta un actitud solidaria entre los jóvenes, y una disposición acogedora y comprensiva por parte de los adultos -familias y educadores-, de manera que se generen esos espacios de apertura, con una escucha activa.
“Yo creo definitivamente que si nos apoyamos entre nosotros y tenemos escucha activa de parte de los adultos, podrían conocernos más en profundidad, y también podrían conocer los sentimientos, las emociones, todo lo que conlleva el tratar de mejorar nuestra salud mental”, recalcó Tiare Pavez. “Para mí es primordial que no solo escuchemos por escuchar, sino que escuchemos activamente: veamos si lo que estamos escuchando lo entendemos, si es correcto lo que nosotros entendemos con lo que nos quieren decir. Creo que es algo primordial para crear un acompañamiento y un apoyo para la salud mental”.
Respecto a eso, la directora de Imhay, Dra. Vania Martínez, coincidió en que la escucha activa y la disposición de los adultos para apoyar es importante porque ha habido un estigma hacia las juventudes, tildándolas de ‘generación de cristal’. “Es importante considerar que, por un lado, una parte ha estado visibilizando el cuidado de la salud mental, pero también hay gente que requiere ayuda en esta área».
Por: Yanira Zúñiga Añazco
Doctora en Derecho; profesora de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, Universidad Austral de Chile e investigadora principal del Núcleo Milenio Imhay.
El derecho a la salud es concebido como un derecho social por su carácter prestacional. Esto implica que el Estado debe garantizar a la población– en especial a aquella que carece de medios económicos suficientes–el acceso a un cuidado sanitario adecuado para conservar o recuperar la salud. El enfoque prestacional del derecho a la salud ha sido clave en su desarrollo conceptual y en su protección jurídica, tanto a nivel constitucional como internacional. Sin embargo, la importancia de esta faceta en ocasiones eclipsa otra dimensión fundamental de este derecho: la autonomía individual.
En efecto, el derecho a la salud no solo descansa en el imperativo de promover “el disfrute del más alto nivel posible de salud física y mental”, como dice el art. 12 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales; requiere también el respeto de la agencia moral humana, es decir, el reconocimiento y protección de la capacidad de cada persona de autodeterminarse en el plano corporal y psíquico. El respeto de la autonomía individual no es solo una exigencia bioética, también es una obligación jurídica, cuya infracción puede acarrear responsabilidades legales.
La obligación de respetar la autonomía individual en contextos de salud (que es la contracara de un derecho individual), fue incorporada a nuestro ordenamiento jurídico por la ley Nº 20.584, de 2012, conocida popularmente como la “ley de derechos y deberes de los pacientes”. En su Art. 14, dicha ley dispone que “toda persona tiene derecho a otorgar o denegar su voluntad para someterse a cualquier procedimiento o tratamiento vinculado a su atención de salud”, y agrega que dicho derecho “debe ser ejercido en forma libre, voluntaria, expresa e informada, para lo cual será necesario que el profesional tratante entregue información adecuada, suficiente y comprensible”. Dicha cláusula, es considerada el fundamento jurídico del derecho/obligación de prestar un consentimiento informado (en adelante, CI) en lo referente a las decisiones relacionadas con acciones de salud. Adicionalmente, la ley Nº 20.584 regula, entre otras cosas, el derecho a acceder a las acciones de promoción, protección, recuperación y rehabilitación de la salud, sin discriminación arbitraria (Art. 2), el derecho al trato digno (Art. 5), el alcance, oportunidad, suficiencia y accesibilidad de la información que profesionales de salud deben suministrar a cada paciente o, en su caso, a sus representantes o cuidadores (Art. 10), y la reserva de la información clínica (Arts. 12 y 13).
Aunque la ley no contiene una definición precisa del CI, sino, más bien, un conjunto de requisitos que este debe reunir, es posible destilar de esa regulación una concepción jurídica sobre la que se asienta esta institución. El CI es, por su propia naturaleza, una decisión personal, adoptada tras una reflexión íntima, pero no es algo que pueda formarse de una manera estrictamente individual; requiere la interacción con otros, en particular con el personal de salud. Este último está obligado a suministrar a cada paciente la información necesaria, oportuna y comprensible para realizar una toma de decisión respecto de una acción de salud determinada.
No cabe duda de que la regulación legal del CI ha sido un importante avance. Antes de su establecimiento por parte de la ley de derechos y deberes del paciente, no era claro que un paciente pudiera negarse a recibir un tratamiento de salud (por ejemplo, la jurisprudencia chilena aceptó que personas que profesaban el culto de los Testigos de Jehová fueran transfundidas en contra de su voluntad), ni cuáles eran los requisitos formales y materiales que debería satisfacer ese consentimiento. Desde el punto de vista simbólico, además, la ley ha impulsado un cambio cultural respecto de las relaciones jurídicas que se producen en contextos de salud. Si antes el paciente era concebido como un receptor pasivo de atención sanitaria; en la actualidad, la ley obliga a tratarlo como un ciudadano dotado de derechos. Por extensión, se promueve un cambio en las lógicas organizacionales, las cuales no solo debieran estar gobernadas por directrices técnicas, sino también por prácticas de atención respetuosas con los derechos fundamentales de las personas.
Sin embargo, la capacidad de una regla jurídica de producir el estado de cosas que ella ordena o regula–es decir, su eficacia– no es algo que deba darse por sentado, o que se produzca al día siguiente que una ley es promulgada. La eficacia jurídica es, ordinariamente, una carrera de largo aliento, en la que el éxito depende de la interacción de varios factores; algunos de ellos se relacionan con cuestiones normativas (como la claridad, coherencia o completitud de las disposiciones legales) y otros remiten a cuestiones extrajurídicas, de carácter cultural o social (como la disposición o la resistencia de los destinatarios de las reglas jurídicas a cumplir sus mandatos).
La exigencia legal del CI en contextos de salud no es ajena, entonces, a los problemas de aplicación. Ella enfrenta, en general, importantes obstáculos socioculturales que limitan su eficacia. Históricamente, la relación entre el personal de salud y los pacientes se ha vertebrado de una manera más jerárquica que horizontal, debido, entre otros factores, a la asimetría de conocimiento o saber entre ambos extremos de esta relación. Mientras la prescripción de un profesional tratante está revestida de una presunción de razonabilidad, al ser concebida como la manifestación pura de un saber científico, la decisión de una persona, que carece de dicho conocimiento, puede ser vista como la expresión de un simple querer, incluso, como un capricho. En suma, la brecha de conocimiento entre personal de salud y paciente –que es material y simbólica– tiene el potencial de erosionar el cumplimiento de estas reglas jurídicas.
Hay situaciones en que esa asimetría de legitimidad puede ser todavía más problemática. Es el caso de aquellas personas que las leyes reputan incapaces. Jurídicamente, un incapaz es una persona considerada particularmente vulnerable, por carecer, transitoria o permanentemente, de ciertos atributos intelectuales o psicológicos que afectan su capacidad de tomar decisiones por sí misma. La persona considerada incapaz, regularmente es sometida a un régimen jurídico especial que implica, entre otras cosas, un recorte, más o menos significativo, de su esfera de toma de decisiones individuales. Las personas con discapacidad mental y los niños, niñas y adolescentes (en adelante, NNA) son ejemplos de personas consideradas incapaces en la mayor parte de los ordenamientos jurídicos del mundo. Así ocurre también en la legislación chilena. Veamos, entonces, cómo opera en estos casos la cláusula de CI.
La ley N° 20.584 contiene varias disposiciones respecto de las personas con discapacidad. Algunas de esas normas establecen obligaciones especiales destinadas a evitar que ellas sean discriminadas en su atención de salud, exigen una entrega apropiada de información y establecen garantías institucionales de resguardo de sus derechos (en este sentido, por ejemplo, los Arts. 2, 5 y 5 bis y 29 de la referida ley).
Son escasas las disposiciones que se refieren específicamente a los requisitos del CI respecto de las personas con discapacidad. El Art 24– referido única y exclusivamente a las personas con discapacidad psíquica e intelectual– establece que “si la persona no se encuentra en condiciones de manifestar su voluntad, las indicaciones y aplicación de tratamientos invasivos e irreversibles, tales como esterilización con fines contraceptivos, psicocirugía u otro de carácter irreversible, deberán contar siempre con el informe favorable del comité de ética del establecimiento”.
Por otra parte, en su redacción original la ley de derechos y deberes de los pacientes no se refería a las personas afectadas por una enfermedad o trastorno mental. Cabe tener presente que dichas personas, eventualmente, podrían quedar comprendidas en la desafortunada referencia que el Art. 1447 del Código Civil hace a los “dementes”, grupo que reputa como incapaces absolutos. Sin embargo, la ley N° 21.331, promulgada en el año 2021, introdujo reglas un conjunto de nuevas reglas sobre CI concernientes a estas personas.
Según el Art. 4 de la ley N° 21.331, las personas afectadas por una enfermedad o trastorno mental tienen derecho a ejercer personalmente el consentimiento libre e informado respecto de tratamientos o alternativas terapéuticas, con el auxilio de un sistema de apoyos que la misma ley regula. Esta regla despeja la duda que podría suscitar el Art. 15 letra c) de la Ley 21.084. Este establece que el CI debe prestarse, en general, por el representante legal cuando la persona se encuentre en incapacidad de manifestar su voluntad. Con las nuevas reglas antes referidas, la prestación sustitutiva de CI informado por el representante o cuidador en caso de personas afectadas por enfermedades o trastornos mentales solo procedería de manera residual, es decir, solo cuando no fuera posible implementar apoyos en atención al grado de afectación de la persona. En este caso, la ley dispone que debe dejarse constancia escrita de esta circunstancia en la ficha clínica, la cual, además, debe ser suscrita por el jeje del servicio clínico respectivo (Art. 4, Ley N° 21331, inciso final). En suma, bajo el régimen actual, una patología mental, no impide, por sí sola, que la persona afectada decida por ella misma acceder o no a un tratamiento. Antes bien, la solución es otra: frente a las alteraciones en su capacidad de aprehender adecuadamente la realidad, incluido su propio estado de salud, o respecto de eventuales afectaciones en el estado de ánimo de la persona, procede implementar, en general, medidas de apoyo para la toma de decisiones.
La referida ley N° 21.331 introdujo también reglas relativas al CI en el caso de NNA. Corrigió, así, un vacío que la ley de derechos y deberes del paciente sufrió por mucho tiempo, a resultas de la supresión, en su texto definitivo, de una regla adoptada durante su tramitación, la cual permitía a mayores de 14 y menores de 18 años, tomar decisiones de salud autónomamente. Con la remoción de esa regla de la ley de derechos y deberes del paciente, se afianzó una interpretación jurídico que asumió que las reglas de capacidad del Código Civil– las cuales priorizan la representación parental de NNA– desplazaban, a estos efectos, las previsiones de la Convención de Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño.
La citada Convención, adoptada en 1989, ha impulsado una visión no tutelar de la infancia y de la adolescencia, vertebrada sobre dos principios basales: el interés superior del niño y la autonomía progresiva. Este último principio se encuentra regulada en el Art. 12 de dicho tratado y consiste en la obligación estatal de garantizar las condiciones que permiten que todo NNA pueda formarse un juicio propio, expresar su opinión libremente en todos los asuntos que le conciernen, opinión que debe ser tenida en cuenta, en función de su edad y madurez.
La ley N° 21.331 introdujo dos nuevas reglas sobre el CI en NNA, las cuales complementan y especifican el texto actual de la ley de derechos y deberes del paciente. La primera de esas reglas consagra el derecho de todo NNA a recibir información sobre su enfermedad y la forma en que se realizará su tratamiento, adaptada a su edad, desarrollo mental y estado afectivo y psicológico (Art. 10 de la Ley 20.584). La segunda establece que sin perjuicio de las facultades de los padres o del representante legal para otorgar el consentimiento en materia de salud en representación de los menores de edad competentes, todo NNA tiene derecho a ser oído respecto de los tratamientos que se le aplican y a optar entre distintas alternativas, si la situación lo permite, tomando en consideración su edad, madurez, desarrollo mental y su estado afectivo y psicológico. En todo caso, debe dejarse constancia de que el NNA fue informado en los términos antes descritos y debidamente oído (Art. 14, Ley N°20.584, inciso 5°). Según estas normas, los padres, en tanto representantes legales, siguen siendo los primeros llamados a “expresar la voluntad” de los NNA, en lo relativo a la aceptación o rechazo de un tratamiento de salud; sin embargo, este enfoque se atempera introduciendo el derecho de los NNA a ser oídos, según sus circunstancias particulares.
Si bien las reformas introducidas por la ley N° 21.331 equilibran de mejor manera los derechos de representación parental con los derechos de autodeterminación de NNA, no parece que pueda afirmarse que su estándar de protección es adecuado. Como el segundo proceso constituyente puso de manifiesto, el principio de autonomía progresiva de los NNA sigue siendo altamente controversial e inestable en la práctica jurídica chilena. Lo anterior obedece, entre otras cosas, a la inexistencia de un régimen expreso de reconocimiento constitucional de los derechos fundamentales de la niñez y la adolescencia. Queda, entonces, mucho camino por recorrer para afianzar un modelo más respetuoso de la autonomía personal en este caso.
Publicado en Radio Universidad de Chile.
Investigadores del Núcleo Milenio Imhay coeditaron versión actualizada de la guía, destinada principalmente a consultantes y sus familias, con el fin de aportar a la psicoeducación y a desestigmatizar las enfermedades mentales severas.
Un año de revisión bibliográfica, discusión y preparación tomó elaborar la segunda versión de la Guía Psicoeducativa para Comprender los Estados Mentales de Alto Riesgo, que se presentó a fines de noviembre en Santiago.
Trece investigadores y estudiantes de nuestro Núcleo Milenio Imhay, del centro PsiquisLab de la Universidad de Chile y de la Universidad San Sebastián (USS), participaron en el esfuerzo, dirigido a actualizar un primer manual publicado en 2018, antes de la pandemia por Covid-19.
Dado el tiempo transcurrido, el aumento de trastornos de ansiedad y depresión, y otros factores derivados de aquel período de encierro e incertidumbre, el equipo investigador consideró necesario incorporar nuevos contenidos como “el tema de las redes sociales, los influencers, el uso de sustancias, y también algunas drogas nuevas más prevalentes que están siendo utilizadas ahora en Chile”, explica la psicóloga Mariel Labra, integrante de Imhay y docente de la USS, quien es coeditora de esta nueva guía, junto con los investigadores Pablo Gaspar, Rocío Mayol, Alejandro Maturana, Rolando Castillo y Sebastián Corral.
Los profesionales, junto a siete estudiantes de psicología de la USS, revisaron literatura actualizada basada en evidencia, tanto de Chile como del extranjero, compilaron la información, discutieron los hallazgos y redactaron los once capítulos que componen la guía.
De EMAR a CHARMS
De partida, ampliaron el alcance que tenía la primera versión, que estaba enfocada en prevenir la psicosis en los Estados Mentales de Alto Riesgo (EMAR). El concepto ahora se abrió a los llamados CHARMS (Clinical High at Risk Mental State), que abarca estados mentales inespecíficos, “que tienen un potencial de que ese estado de vulnerabilidad avance con el tiempo hacia distintos caminos posibles, sin definir una trayectoria en particular”, aclara Mariel Labra. “Personas que tienen, por ejemplo, riesgo de psicosis, puede que eventualmente, con el paso del tiempo, desarrollen una psicosis, o que en realidad desarrollen una depresión mayor o un trastorno de personalidad límite. O sea, la trayectoria no está definida, sino que tenemos un abanico de posibilidades donde el individuo puede ir avanzando con el paso del tiempo”.
Por su parte, la Dra. Rocío Mayol, investigadora joven de Imhay, académica de la Universidad de Chile y de la Universidad Alberto Hurtado, y también coeditora de esta publicación, comenta: “Esta es una actualización de nuestra guía anterior. Ahora existen más capítulos, hemos incorporado algunos como, por ejemplo, el uso de tecnologías, ya que en el último tiempo ha habido un avance en este ámbito y ahora tenemos una actualización de cómo podemos abordarlo. La guía también incluye actividades que se pueden desarrollar e ir completando en base a lo que el lector está pasando”.
Foco en psicoeducación
Si bien la guía apunta a público general -tal como en su primera versión de 2018- el foco principal son las personas que puedan estar en estos grupos de riesgo y, en especial, sus familias. Por eso sus contenidos se centran en la psicoeducación, para así ayudar a comprender el origen de ciertas alteraciones de comportamiento, señales y síntomas.
“Nosotros hicimos un estudio donde entrevistamos a los padres de nuestros pacientes y pudimos identificar que ellos confundían aspectos del desarrollo adolescente normativo con síntomas iniciales”, recuerda Mariel Labra. “Por ejemplo, ellos notaron que sus hijos, en un principio, estaban aislados, menos afectivos, ya no compartían con la familia, estaban muy irritables, muy reactivos, que consumían sustancias, etc. Y, además, con el tiempo empezaron a desarrollar ideas extrañas, ideas de tipo paranoide o experiencias bizarras relacionadas con aparatos electrónicos. Todos esos son síntomas tempranos que los padres de alguna manera dejaron pasar y no consultaron con especialistas. Algunos pensaron que eso era parte normal de la adolescencia o de la pandemia, de una separación parental o del estrés en la familia”.
Entonces, agrega la joven investigadora, “lo que esto busca es que las atribuciones que hagan los padres, las familias, los amigos o los mismos jóvenes, estén más cercanas a lo que realmente está pasando, o sea, que logren identificar que las ideas extrañas, las alteraciones sensoperceptivas sutiles, el aislamiento social o la irritabilidad extrema, son señales de que algo está pasando y, por lo tanto, hay que buscar ayuda y una intervención adecuada para ese momento, y no esperar a que eso se agrave al punto de que afecte la funcionalidad de la persona”.
La actualización de contenidos también apunta a colaborar con los equipos clínicos, para que los utilicen como complemento en sus prácticas profesionales. Por su lenguaje sencillo y no técnico, el equipo editorial aspira también a que esta guía llegue a la comunidad en general, especialmente para ayudar a desestigmatizar estos trastornos mentales, distorsionados por el cine, las noticias sensacionalistas y la desinformación, que etiqueta a las personas con psicosis o esquizofrenia como sujetos peligrosos, dice Mariel Labra, cuando “en realidad eso no es así, porque lo más frecuente es que las personas con esquizofrenia sufran de violencia, más que ejerzan violencia”.
Dr. Álvaro Jiménez, investigador joven de Imhay, es uno de los responsables de proyecto FONIS que desarrollará, evaluará y validará una guía de recomendaciones y un programa de formación en línea que busca mejorar las competencias de profesionales de la salud para acompañar a personas, familias o comunidades que han estado expuestas a una muerte por suicido.
En abril de este año, los/as integrantes del Núcleo Milenio Imhay, Álvaro Jiménez, Vania Martínez y Belén Vargas, participaron en la elaboración de un Policy Brief con recomendaciones para actualizar el Programa Nacional de Prevención del Suicidio del Ministerio de Salud. Entre las doce recomendaciones entregadas por los/as expertos/as, el documento incluyó una que apunta específicamente a cubrir un vacío: atender el complejo proceso de duelo que vive el entorno cercano de alguien que ha muerto por suicidio. Se les conoce como “personas sobrevivientes de suicidio”, y se estima que hay entre diez y veinte por cada persona que muere por suicidio, lo que equivale a unas 18 mil a 36 mil personas cada año en Chile.
“El duelo por suicidio es una mezcla de duelo y estrés postraumático. Es complejo, tiende a ser más prolongado y difícil de sobrellevar que el duelo tradicional”, afirma el psicólogo Álvaro Jiménez, investigador joven de Imhay y académico de la Universidad San Sebastián. Más aún: comenta que las personas sobrevivientes de suicidio tienen hasta tres veces más probabilidades de quitarse la vida en comparación con el resto de la población.
“Hay varias emociones involucradas, obviamente tristeza por la pérdida, pero también hay mucha culpa, porque el suicidio abre una pregunta e instala la incógnita del ‘por qué’. Muchas veces se hace incomprensible y esa pregunta no encuentra respuesta. Entonces aparece el ’Yo podría haber hecho algo para evitarlo ’; ’Si hubiera respondido esa llamada ’; ’Se acercó y no le escuché ’, etc.’ Y eso se transforma en una culpa que puede ser vivida, en algunos casos, de manera intensa y autoflagelante”, advierte el profesional.
Durante sus estudios doctorales en Francia, el Dr. Jiménez investigó los comportamientos autolesivos y suicidas en adolescentes y participó en un estudio para evaluar el sistema de contacto y seguimiento de pacientes tras el alta hospitalaria por intento de suicidio, lo que se conoce en prevención del suicidio como “continuidad de cuidados”. Con esa experiencia, el académico regresó a Chile para profundizar su trabajo en prevención, especialmente en población joven. Es ahí donde descubrió que las políticas públicas tenían un gran vacío, porque “hemos olvidado que pasan muchas cosas después de un suicidio, y que hay un entorno de personas y de comunidades que quedan afectadas”.
La postvención es un conjunto de acciones que se implementan tras una muerte por suicidio, con el objetivo de acompañar a personas, familias y comunidades afectadas. Su propósito es brindar apoyo emocional, facilitar el duelo, promover la recuperación de la vida cotidiana y gestionar la información relacionada con el suicidio de manera sensible y responsable. Además, busca reducir el riesgo de nuevos comportamientos suicidas en familiares o miembros de la comunidad, abordando sus necesidades emocionales. En este sentido, el Dr. Jiménez subraya que “la postvención es también una forma de prevención”.
No sólo las familias sufren, también los/as terapeutas
En su búsqueda para comprender mejor el fenómeno, el Dr. Jiménez participó en un proyecto para explorar el duelo por suicidio y para ello se entrevistaron a personas sobrevivientes de suicidio, profesionales de la salud y tomadores de decisión. Fue allí que comenzó una colaboración con la Fundación José Ignacio, ONG creada para acoger y otorgar contención y compañía a quienes están viviendo un duelo similar.
“En ese estudio, durante 6 meses, también realizamos una observación participante en un grupo de ayuda mutua. Fue bien complejo a nivel emocional, sobre todo cuando llega una nueva persona y comienza a relatar su experiencia. Ahí nos dimos cuenta de que este tipo de intervenciones no es para todas las personas porque, en algunos casos, hablar una y otra vez acerca del suicidio puede tener efectos retraumatizantes”, indica el investigador de Imhay.
Interesado en aportar a reducir esta brecha y basándose en la experiencia recogida, el Dr. Jiménez, también investigador de MIDAP, junto a un equipo de profesionales compuesto por las/os académicas/os Dra. Graciela Rojas (UChile/Imhay/MIDAP), Dra. Vania Martínez (UChile/Imhay/MIDAP), Dr. Daniel Núñez (UTalca/Imhay), Dra. Marta Silva (UACh/Imhay), Stefanella Costa (UDP/MIDAP) y Paulina del Río, directora de la Fundación José Ignacio, se adjudicó un proyecto FONIS para desarrollar el estudio “Desarrollo y evaluación de una guía de recomendaciones y un programa de formación en competencias para la intervención psicosocial con personas, familias y comunidades expuestas a una muerte por suicidio”.
El trabajo tiene como objetivo desarrollar una guía de recomendaciones para la postvención del suicidio a nivel individual, familiar e institucional-comunitario, así como evaluar un programa de formación orientado a dotar de competencias (conocimientos, habilidades y actitudes) a los profesionales de la salud que trabajan con esta población.
Uno de los grupos que recibe especial atención son los/as propios/as profesionales de la salud. “El suicidio de un paciente, no sólo afecta al entorno más cercano de éste, sino que también tiene un efecto en los/as mismos/as profesionales y equipos tratantes, sobre todo porque, si tienen pérdidas anteriores, con el suicidio de un paciente se reactivan y se van encadenando procesos de duelo pasados”, explica el investigador joven de Imhay.
Por otro lado, apunta el Dr. Jiménez, “también sabemos que los/as profesionales de la salud tienen una tasa de suicidio mayor a la población general, lo que se explica, en parte, por las condiciones laborales de alta demanda, que a veces resultan en largos turnos de trabajo, y por estar expuestos de manera constante al sufrimiento”.
Formarse en postvención del suicidio
Los contenidos tanto de la guía de recomendaciones como del programa de formación fueron validados mediante el método Delphi, un proceso de consulta que reúne a 28 expertos/as nacionales e internacionales en prevención y postvención del suicidio (investigadores, profesionales de la salud, sobrevivientes y tomadores de decisiones) para alcanzar un consenso en torno a una problemática común.
El Dr. Jiménez destaca que en este proceso han participado activamente personas sobrevivientes de muertes por suicidio. “Un desafío importante en la investigación sobre suicidio es la limitada inclusión de las perspectivas de personas sobrevivientes y personas con experiencia vivida. A pesar de que las políticas de salud promueven la inclusión de estas voces desde hace más de tres décadas, aún persiste una brecha importante. Su participación en programas de prevención y postvención ha demostrado ser valiosa para desarrollar iniciativas de apoyo, asegurando que las intervenciones se adapten a las necesidades de los destinatarios finales”.
Los contenidos del programa de formación serán adaptados a una plataforma en línea y evaluados con la participación de profesionales de la salud de tres regiones del país: Metropolitana, Maule y Los Lagos. “Luego, evaluaremos el impacto del programa en términos de cambios en conocimientos, de autoeficacia, de satisfacción, entre otros indicadores. También evaluaremos barreras y facilitadores para su implementación en contextos de salud pública. Y lo mejoraremos a partir de ese feedback”, concluye el investigador joven de Imhay.
Al finalizar el proyecto, la guía de recomendaciones y el programa de formación serán entregados al Departamento de Salud Mental del MINSAL para su difusión entre los equipos de salud a nivel nacional. De hecho, el Dr. Álvaro Jiménez y el Núcleo Milenio Imhay ya tienen experiencia en el desarrollo de este tipo de capacitaciones a través del curso Abordaje del Riesgo Suicida en Adolescentes y Jóvenes disponible en la plataforma Coursera y que puede ser cursado por cualquier persona interesada en aprender sobre este tema.
En el último capítulo del programa Tu Rumbo Verde del canal TV+ , el Dr. Álvaro Langer, Director Alterno del Núcleo Milenio Imhay y académico de la Universidad San Sebastián de Valdivia, fue entrevistado para conversar sobre los beneficios de los baños de bosque y el contacto de la naturaleza para mejorar la salud mental.
En el programa el académico señaló que «la investigación en los últimos años ha demostrado la relevancia que tiene el contacto con la naturaleza para las personas. Especialmente, beneficios a nivel psicológicos, por ejemplo, reducción de ansiedad, de estrés; y también mejoras a nivel psicofisiológico, como presión arterial o frecuencia cardíaca».
En la exploración de alternativas simples y al alcance de las personas, el año pasado el Dr. Langer junto a su equipo, realizaron un estudio pionero en Sudamérica donde evaluó el impacto de baño de bosque. Es decir, la exposición a espacios de bosque de una forma consciente, activando los sentidos; donde un grupo de estudiantes universitario caminó por el Arboretum de Valdivia 30 minutos y 15 minutos de contemplación. Mirando un espacio natural estando presente; y otro grupo, fue a la ciudad de Valdivia a realizar el mismo ejercicio y se sentaban a contemplar hacia la Municipalidad de Valdivia.
«Observamos que las personas que habían ido al bosque habían reducido su ansiedad en comparación al grupo de la ciudad. Un estudio piloto bastante exploratorio pero que pone sobre la mesa las posibilidades que hay en Chile de explorar esta relación entre la naturaleza y la salud mental», comentó el investigador.
«Muchas veces la gente piensa solo en lo verde, siempre piensa en el bosque. Pero lo que la investigación dice es que no es únicamente los espacios de bosque donde las personas encuentran beneficios para la salud. También son cuerpos azules como pueden ser los lagos o el mar, y también la naturaleza urbana. La potencia que tienen los parques también es algo que el último tiempo se ha puesto en relieve y es una posibilidad que todas las personas tienen a su alcance», agregó.
Ve el video a continuación:
En la actividad se estrenará en Chile el documental «Caminar Distinto», que explora el impacto transformador del arte en la salud mental de jóvenes de América Latina.
El Núcleo Milenio invita al conversatorio “Juventud construyendo bienestar”, espacio donde los mismos jóvenes conversarán acerca de la importancia de cuidar la salud mental y por qué es relevante abordar esta temática entre sus pares.
En la oportunidad, se proyectará el documental “Caminar distinto”, que da cuenta de un novedoso estudio multinacional que observó durante dos años el impacto de talleres de teatro, música y creatividad artística en el bienestar de jóvenes sudamericanos.
La obra audiovisual fue filmada como parte del programa de diseminación artística con Jóvenes Embajadores del People Palace Project enmarcado dentro del Proyecto OLA coordinado por la Queen Mary University of London.
“Caminar distinto” presenta las experiencias vividas por nueve jóvenes de Bogotá, Buenos Aires y Lima, quienes a través de diversas actividades artísticas alentaron a los jóvenes a involucrarse con los hallazgos preliminares del estudio de OLA, proyecto que buscó identificar las características y estrategias que ayudan a los y las adolescentes y jóvenes a prevenir y recuperarse de los problemas de salud mental, como la depresión y ansiedad.
Tras la exhibición del documental, se dará paso al conversatorio que tendrá como panelitas a adolescentes y jóvenes que representan a instituciones líderes en sus respectivos ámbitos.
Tiare Pavez
Estudiante de Auditoría de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile. Es una de las fundadoras del grupo de ayuda universitaria llamado “Manitos de Confianza”, organización de estudiantes comprometida con el cuidado y promoción de la salud mental, que trabaja para crear un ambiente de apoyo y comprensión en la comunidad estudiantil.
Luciano Pozo
Activista medioambiental que ha motivado a niños, niñas y adolescentes a cuidar la naturaleza y hacer que su opinión sea escuchada y respetada. Es integrante de LCOY Chile (Conferencia Nacional de Juventudes sobre el Cambio Climático).
Sebastián Pulgar
Estudiante de segundo medio del Instituto Nacional, establecimiento educacional público más antiguo de Chile.
DIRECCIÓN
Profesor Alberto Zañartu n°1030
Independencia, Santiago de Chile
Imhay es un Centro de Investigación de Excelencia financiado por la Iniciativa Científica Milenio, programa de la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID), perteneciente al Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación de Chile.
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