Category Archive Noticias

PorImhay

Te echo de menos: Los efectos del “hambre de piel” en las personas

La falta de contacto físico no sólo afecta nuestra salud mental: aumenta la hormona del estrés, reduce  la actividad de células del sistema inmune  y aumenta el ritmo cardíaco. Son algunos del fenómeno conocido por la ciencia como “hambre de piel”, con el que nos vemos enfrentados sobre todo en estos días.

Desde fines del año pasado el mundo entero ha estado entrando y saliendo de cuarentenas que buscan disminuir el contacto entre las personas, lo cual  ha demostrado ser la fórmula más efectiva para evitar los contagios por coronavirus. Sin embargo, los humanos somos seres sociales, por lo que un aislamiento prolongado tiene efectos colaterales.

Si bien no es un término tan conocido, gran parte de la población mundial ha experimentado el  “hambre de piel”, un fenómeno que los expertos explican como un profundo deseo de la persona por sentir el contacto de otro ser humano. En otras palabras, no podemos evitar buscar compañía, pues estamos programados para hacerlo.

Desde que nacemos estamos expuestos al contacto con otras personas, y diferentes estudios demuestran cómo la interacción beneficia nuestro  desarrollo integral. Tanto así, que los médicos recomiendan a las madres que lo primero que debe sentir un bebé recién nacido es el cuerpo de su progenitora.

Hoy la cuarentena nos obliga a limitar el contacto humano para disminuir el contagio por coronavirus y así evitar el colapso de los sistemas de salud.

“A nivel psicológico los efectos tienen que ver con que nosotros somos animales sociales: gran parte del desarrollo de nuestras actividades se desenvuelve en comunidad, a través del comunicarse con otras personas y el tocarse, actividades comunes en nuestra vida cotidiana. Pero en este período, es algo que debemos detener explícitamente”, comenta el investigador del Instituto de Neurociencia Biomédica de la Universidad de Chile, Pedro Maldonado, quien indica que si bien estos momentos de aislamiento son necesarios, también son antinaturales.

Esta situación, “detiene muchos procesos fisiológicos relacionados al contacto. Hay hormonas que se liberan a través del contacto y en gran parte de nuestra historia como especie, el contacto y acicalamiento han sido comportamientos que contribuyeron con nuestra homeostasis fisiológica”, agrega el neurobiólogo, haciendo referencias a la liberación de hormonas que fomentan el apego y el bienestar, tales como la serotonina y la oxitocina.

El   cuerpo está diseñado para sentir contacto. En la yema de nuestros dedos contamos con cerca de 100 receptores táctiles, y en dos metros cuadrados de piel acumulamos cinco millones de terminales nerviosos que nos ayudan a interactuar con el entorno y aprenderlo. “Cuando tocamos la piel se estimulan los sensores de presión subcutáneos, que envían mensajes al nervio vago del cerebro”, explica Wired Tiffany Field, investigadora del Instituto para la Investigación del Tacto de la Universidad de Miami.

A medida que el nervio vago aumenta su actividad, el cuerpo empieza a sentir los efectos: el sistema nervioso se desacelera, baja el ritmo cardíaco y la presión sanguínea, además de relajar las ondas cerebrales. Junto con lo anterior, las denominadas ‘hormonas del estrés’ como el cortisol bajan. El aumento de esta última hormona es especialmente complicado: un nivel elevado de cortisol disminuye la actividad de las células NK (‘natural killer cells’, o células asesinas), las cuales ayudan en la lucha contra células cancerígenas o infectadas, como las que produce el mismo SARS-CoV-19.

Si bien la falta de tacto afecta a todos los grupos sociales, existen algunos que pueden presentar mayores carencias durante la cuarentena: niños, niñas y adolescentes, adultos mayores, personas con problemas psicológicos y profesionales de la salud. Así lo explica el psiquiatra, académico de la Universidad de los Andes e investigador del Núcleo Milenio Imhay, Jorge Gaete.

Niñas y  niños, por ejemplo, se ven afectados por la incertidumbre y los cambios de rutina que ha generado la pandemia. A los jóvenes, en tanto, les pueden afectar los conflictos que surgen por el posible hacinamiento del hogar o la necesidad de teletrabajo del adulto responsable. “ Un buen consejo para los padres que enfrentan problemas de este tipo es dedicarle tiempo exclusivo a la comunicación con los hijos, abrazarlos y preguntar si necesitan ayuda”, recomienda  Jorge Gaete.

Contacto digital: una solución no óptima.

Para conectar con otras personas utilizamos cuatro de nuestros sentidos: vista, tacto, oído y olfato. En contextos como esta pandemia, es fundamental poder utilizar alguno de ellos. “Definitivamente las nuevas tecnologías nos ayudan a paliar los efectos negativos de la falta de contacto: no solamente podemos hablar, sino que también podemos vernos a la distancia. Y no es algo menor, ya que el componente visual es uno muy importante para conectarnos con otras personas”, puntualiza Pedro Maldonado.

Para solventar esa carencia los expertos entregan algunas recomendaciones ligadas a estimular zonas del cuerpo como los brazos, hombros y cuello, actividad que puede servir para liberar oxitocina y serotonina.

“Se ha comparado el masaje con la actividad física de carácter cardiovascular y tienen efectos bastante similares: el masaje      puede lograr autoestimular nuestro cuerpo tal como lo hace el ejercicio físico, por ende ambos son sumamente recomendables”, comenta el investigador Jorge Gaete, quien recomienda la posibilidad de practicar  yoga “que por los tipos de presiones que ejerce sobre el cuerpo debiera ayudar a reducir los niveles de cortisol”.

Por su parte,  el neurocientífico de la Universidad de Chile  concluye que el contacto  digital no basta para suplir toda nuestra necesidad de contacto, ya que olerse y tocarse son parte inconsciente, pero importante en el fortalecimiento de las relaciones interpersonales. Para solventar esa carencia, los expertos entregan algunas recomendaciones ligadas a estimular zonas del cuerpo como los brazos, hombros y cuello, actividad que puede servir para liberar oxitocina y serotonina.

Lee la nota original de Explora AQUÍ

PorImhay

Columna de opinión:“Trastornos de salud mental: la otra curva que hay que frenar”

¿Cómo estábamos en términos de salud mental antes de esta pandemia? No nos pilla en buen pie. Nuestras tasas de depresión son elevadas comparadas con otros países de la región. Además, en relación al estallido social, iniciado hace ya ocho meses, gran parte de la población estaba sometida a altos montos de estrés. Y somos además uno de los países que menos invierte en salud mental, comenta la directora de Imhay, Dra. Vania Martínez, en la siguiente columna publicada en The Clinic.

Producto de la pandemia por Covid-19, de las circunstancias asociadas a su mitigación y sus consecuencias sanitarias y socioeconómicas, la gran mayoría de la población se está viendo enfrentada a emociones como miedo, ansiedad, frustración y rabia, y a dificultades para concentrarse y para dormir. Hoy más que nunca nos encontramos expuestos a una gran cantidad de elementos estresantes para la salud mental. Uno de los principales estresores es la incertidumbre, ya que es una situación totalmente inédita e inesperada de carácter mundial; otros elementos son el miedo al contagio, el enfermarse, la enfermedad o fallecimiento de personas cercanas, las dificultades socioeconómicas y laborales, la sobrecarga de roles, el trabajo y la educación a distancia, la excesiva exposición a los medios de comunicación, los cambios en el estilo de vida, las cuarentenas, el confinamiento, la necesidad de distanciamiento físico, etc. 

En algunas personas estos elementos estresantes gatillarán cuadros psiquiátricos como trastornos del ánimo y de ansiedad; otros aumentarán el consumo de alcohol y sustancias; y, por último, quienes tenían antecedentes de cuadros psiquiátricos pueden ver agravados sus síntomas, especialmente si se descontinúan los tratamientos. Ya la Organización Mundial de la Salud ha alertado sobre el potencial aumento de los trastornos psiquiátricos y los suicidios. También se ha detectado un aumento de los casos de violencia intrafamiliar y maltrato infantil.

Pero, ¿cómo estábamos en términos de salud mental antes de esta pandemia? Es fundamental considerar que a los habitantes de nuestro país esta pandemia “no nos pilla en buen pie” en términos de salud mental. Nuestras tasas de depresión son elevadas comparadas con otros países de la región, especialmente en mujeres de nivel socioeconómico bajo. Además, en relación al estallido social, iniciado hace ya ocho meses, gran parte de la población estaba sometida a altos montos de estrés, y sabemos por investigaciones tanto internacionales como nacionales que el estrés acumulativo impacta negativamente en la salud mental. Por otra parte, somos uno de los países que menos invierte en salud mental (menos de un 2% de su presupuesto de salud) y además existen barreras para acceder a una atención oportuna y de calidad. 

Una de las principales barreras es el estigma que aún existe asociado a los problemas de salud mental. Una sociedad que promueve el individualismo valora el que cada uno se las arregle por sí mismo, de manera que pedir ayuda no se valora y los problemas tienden a ocultarse. Son los hombres quienes son más reacios a pedir ayuda profesional y, sin embargo, son ellos quienes tienen tasas mayores de suicidio que se relaciona con los trastornos psiquiátricos. Además, existen barreras estructurales como las bajas coberturas de atención en salud que tienen los problemas de salud mental, el déficit de profesionales en el sistema público, especialmente en algunas regiones del país, y la baja periodicidad que tienen las atenciones en salud mental en los centros de atención primaria de salud. 

Conscientes de estas condiciones, desde la Mesa Social Covid-19 se le encargó al rector de la Universidad de Chile, Ennio Vivaldi, elaborar un documento con una estrategia nacional para el abordaje de la salud mental en situación de pandemia. Este documento ha sido considerado en el planteamiento del Plan Saludablemente del Gobierno de Chile. Este plan consta de una mesa de expertos en la que se trabajarán las principales dimensiones que deben ser consideradas en la implementación de la estrategia y una plataforma web que presenta información para educar a la población en medidas para favorecer su bienestar y para saber cuándo y dónde pedir ayuda profesional.

Es muy importante considerar en esta estrategia la articulación territorial que incluya la coordinación de actores de distintos sectores (distintos ministerios, municipalidades, academia, sociedad civil organizada, etc). Se deben tomar en cuenta los recursos y las capacidades existentes en las comunidades, favoreciendo su participación. Es fundamental incorporar una perspectiva integral sin prevalecer factores económicos por sobre los humanos y sociales.

Se requieren acciones destinadas a la población general, pero también diferenciada por grupos de riesgo como: personal de salud, personas contagiadas y sobrevivientes de Covid-19, familiares de personas contagiadas y fallecidas por Covid-19, personas con trastornos psiquiátricos o trastornos por uso de alcohol y otras sustancias, niños, niñas y adolescentes, personas mayores, mujeres con sobrecarga de tareas y en situación de vulnerabilidad a la violencia, personas en situación de dependencia y/o discapacidad, personas privadas de libertad, personas que se encuentran cesantes o en situación de precariedad laboral, personas en situación de migración, personas a cargo del cuidado de personas en situación de dependencia y/o discapacidad, entre otros. Las áreas de trabajo deben incluir: planes y programas de apoyo a la intervención psicosocial, gestión de la atención, cuidado del personal de salud, trabajo colaborativo con los medios de comunicación, gestión de la información por las autoridades, educación socio-comunitaria, medidas de apoyo a personas en confinamiento e investigación e innovación. Las tecnologías de la información y las comunicaciones pueden aportar enormemente, de manera que urge favorecer la conectividad, especialmente hacia las personas y sectores más vulnerables de nuestra sociedad.

Para frenar la curva de los trastornos de salud mental, la mayor parte de las acciones no debieran estar a cargo de profesionales especialistas en el tema. La entrega de servicios básicos y de seguridad, el refuerzo de apoyo comunitario y familiar y los servicios de atención no especializada son los que tienen que alcanzar mayor protagonismo en esta tarea. Aún estamos a tiempo de frenar esta curva, no perdamos esta oportunidad.

Accede a la publicación original de The Clinic: AQUÍ

 

 

PorImhay

Columna de opinión: Sindemia, la triple crisis social, sanitaria y económica; y su efecto en la salud mental

Se decía que el virus no discrimina entre ricos y pobres. Pero lo cierto es que no ataca a todos por igual, explican los autores. Mientras hoy las personas con ingresos bajo los $ 540 mil sienten miedo y tristeza, en las familias de ingresos altos predomina la rabia. Hoy enfrentamos no solo un virus sino una triple crisis que tiene un fuerte y desigual impacto en la salud mental.

En la siguiente columna de opinión publicada en Ciper, los investigadores de Imhay, Álvaro Jiménez y Graciela Rojas, junto al director del Núcleo Milenio Desoc, Fabián Duarte, se refieren a este nuevo fenómeno que la población podría enfrentar.

Entre octubre del 2019 y junio del 2020, los chilenos y chilenas hemos sido testigos de una crisis tras otra, una triple crisis social, sanitaria y económica. El estallido social alteró las maneras de pensar nuestra vida colectiva, visibilizando desigualdades y precariedades que dieron curso a una demanda por dignidad e igualdad. La rápida propagación de COVID-19 ha producido un quiebre en nuestra cotidianeidad, afectado nuestra salud, relaciones sociales y fuentes laborales. Como sostiene una reciente columna, estamos frente a un proceso epidémico fuera de control: “el desastre está aquí”.

La disrupción de la vida social impuesta por el estallido social y la actual pandemia, junto con las fuentes de estrés psicosocial y económico que la acompañan, pueden afectar significativamente la salud mental de las personas.

Las grandes protestas y una mayor conflictividad social suelen estar asociadas a un aumento de la prevalencia de problemas de salud mental en población, representando un impacto comparable a los desastres socio naturales [ver estudio]. Por otro lado, las medidas de distanciamiento físico, las restricciones a la movilidad, la cuarentena, el cierre temporal de instituciones educativas y las modalidades de teletrabajo constituyen un escenario que demanda un importante esfuerzo de adaptación, produciendo un desgaste a nivel personal, familiar y comunitario. Este escenario puede estar asociado a una sensación de aislamiento e incertidumbre, además de producir estrés, ansiedad, tristeza, irritabilidad, insomnio, sentimientos de impotencia y constante estado de alerta en algunas personas [ver estudio]. Si bien se trata de reacciones esperables (incluso adaptativas), es muy probable que al corto y mediano plazo tengamos que aprender a convivir con un cierto nivel de ansiedad y estrés. De acuerdo con estimaciones de la OMS, el 4% de la población mundial podría experimentar trastornos mentales severos derivados de la crisis sanitaria, mientras que entre el 15% y 20% podría sufrir trastornos leves a moderados.

Desde el 18/O nos hemos acostumbrado a escuchar recomendaciones para cuidar nuestra salud mental. Estos “tips” constituyen información valiosa, pero se han concentrado fundamentalmente en acciones individuales para hacer frente a la adversidad. Se trata de volvernos más “resilientes”. Sin embargo, muchas veces estas recomendaciones olvidan la otra mitad de la ecuación: la necesidad de abordar las condiciones sociales y económicas que inciden sobre nuestra salud mental. En efectoaquello que llamamos salud mental es un fenómeno relacional que está condicionado por factores sociales, económicos y políticos: contextos de pobreza y vulnerabilidad, desigualdades materiales y simbólicas, niveles de segregación territorial o déficits de cohesión social que impactan la vida cotidiana de las personas y comunidades.

MIDIENDO LA TEMPERATURA DE LA CRISIS

En marzo la OMS declaró que el coronavirus había alcanzado proporciones pandémicas. Sin embargo, hay razones suficientes para pensar que lo que enfrentamos actualmente no representa una pandemia, sino más bien una “sindemia”. Por sindemia nos referimos a la interacción de múltiples agentes causales: condiciones sociales (pobreza, desigualdad, injusticia, conflicto social, desempleo), procesos ambientales (cambio climático, desastres socionaturales y ecológicos) y estados patológicos (comorbilidades entre enfermedades como depresión, diabetes e hipertensión que afectan a muchos chilenos y chilenas) que potencian sus efectos negativos sobre la vida de los individuos y exacerban la carga de enfermedad en ciertos grupos de la población. En otras palabras, no estamos simplemente frente a un agente infeccioso que parasita nuestros cuerpos, sino que presenciamos una completa alteración del orden económico y social. Al interactuar sinérgicamente, los múltiples factores sindémicos contribuyen a la etiología y persistencia de problemas de salud mental, exacerbando vulnerabilidades y reproduciendo disparidades en salud.

En marzo escuchábamos que COVID-19 no distingue a las personas en base a su riqueza o lugar de residencia. Se decía que “el virus no discrimina”. Este cliché demostró ser falso. El impacto sanitario, económico y social de COVID-19 no es el mismo en los distintos grupos sociales. Para evaluar estos impactos, el Núcleo Milenio en Desarrollo Social (DESOC), en colaboración con el Centro de Microdatos de la Universidad de Chile y el Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES), llevaron adelante una tercera versión del Termómetro Social (junio 2020), cuyas versiones anteriores estuvieron orientadas a medir la temperatura del estallido social y proceso constituyente.

El Termómetro Social 3 (TS3) es una encuesta representativa a nivel nacional (n=1078), que intenta obtener una radiografía de las percepciones, sentimientos y creencias de los chilenos y chilenas en el contexto actual. El TS3 es una encuesta telefónica a individuos de todos los estratos sociales y regiones [más detalles aquí]. Uno de sus resultados muestra que 35% de quienes reconocen haber estado en contacto con uno o más casos confirmados de coronavirus desde el 16 de marzo son fundamentalmente personas que pertenecen a familias cuyo ingreso es menor a $ 540 mil, es decir, segmentos de la población que enfrentan dificultades para obtener ingresos debido a la pérdida de empleo (52% de este grupo), o dificultades para acceder a alimentos (34%) y no han podido cumplir las medidas de cuarentena. De hecho, 44% de los encuestados cree que uno de los principales obstáculos para contener el avance de la pandemia es la imposibilidad de dejar de trabajar para subsistir.

En cuanto a percepciones del futuro, las personas les asignan una alta probabilidad de ocurrencia a la reducción del ingreso (29%) y al aumento de la deuda (35%). Asimismo, los chilenos y chilenas muestran un alto grado de incertidumbre respecto a la probabilidad de ocurrencia de hechos como una reducción en la jornada laboral, quedar desempleado o el quiebre de la empresa donde se trabaja.

¿Qué probabilidad le asigna Ud. a que ocurran los siguientes hechos en los próximos 3 meses?

Entre las personas que declaran que alguien de su familia perdió su trabajo después del 16 marzo (casi 33% de la muestra), 93% reporta que fue consecuencia directa o indirecta de la crisis sanitaria por coronavirus.

Por otro lado, al preguntar por el impacto del actual contexto sobre el bienestar psicológico, la mitad de los participantes declara que su estado de ánimo es peor o mucho peor al estado previo a las medidas de aislamiento y cuarentena, lo cual afecta principalmente a las mujeres (56% mujeres vs 43% hombres). Los resultados también muestran que hoy la tonalidad afectiva de los chilenos está dominada por la rabia (30%), el miedo (27,4%) y la tristeza (2,83%). Al desagregar estas emociones por nivel de ingreso, notamos que en las personas que residen en hogares con ingresos por debajo de los 540 mil pesos, predomina el miedo (29%) y la tristeza (27%), mientras que en los sectores más acomodados predomina la rabia (37%). Es decir, nuestras emociones no son independientes de nuestras condiciones materiales de vida.

¿Cuántas veces durante las últimas dos semanas ha sentido alguna de las siguientes molestias?

La cuarentena nos ha distanciado físicamente, pero no necesariamente nos ha aislado de los demás: sólo 13% de los participantes declara experiencias de aislamiento o soledad. Por el contrario, nuestra calidad del sueño se ve afectada profundamente: 3 de cada 5 personas manifiesta que tiene problemas para dormir y 1 de cada 5 dice que estos problemas se presentan todos los días. Se trata de un indicador preocupante, puesto que las dificultades en el dormir constituyen un predictor importante del desarrollo de trastornos mentales al corto y mediano plazo [ver estudio].

 

COVID-19, INESTABILIDAD ECONÓMICA Y SALUD MENTAL

Los resultados del TS3 permiten observar que la actual crisis produce un alto grado de incertidumbre financiera y laboral entre los chilenos y chilenas. Como muestran algunos estudios internacionales, se trata de condiciones asociadas a mayores niveles de estrés, ansiedad y depresión. El TS3 muestra que actualmente alrededor del 18% de los chilenos y chilenas presentaría síntomas depresivos, mientras que 23% presentaría síntomas ansiosos. Si bien se trata de prevalencias observadas en estudios epidemiológicos previos, es altamente probable que la presencia de estos síntomas aumente en la medida en que el actual contexto de crisis persista en el tiempo.

En Chile, algunos estudios han mostrado que la sensación de inseguridad relacionada con la salud y el trabajo se asocia a una mayor presencia de síntomas depresivos [ver estudio]. En efecto, la sintomatología ansiosa y depresiva se encuentra asociada a una experiencia de vulnerabilidad o “inconsistencia posicional” compartida por una gran cantidad de chilenos. Esta experiencia refiere a la percepción de que los lugares y las trayectorias sociales son inestables y altamente permeables a la precarización.

En efecto, en una buena parte de los sectores medios existe un intenso temor a caer desde la posición social que han alcanzado en las últimas décadas. Según estimaciones de la OCDE, más de la mitad de los chilenos y chilenas se encuentran en riesgo de caer en la pobreza si dejan de percibir su sueldo durante tres meses. Dentro de los países de la OCDE, Chile es donde existe una mayor probabilidad de que una persona del cuarto quintil (el segundo segmento de mayor nivel de ingresos) retroceda al primer quintil (el segmento de menores ingresos) dentro de un período de cuatro años.

¿Cómo podemos explicar esta alta vulnerabilidad? Muy simple: en Chile la mediana de ingresos (en torno a los 400 mil pesos) es muy cercana a la línea de la pobreza. Esta realidad se traduce además, en altos niveles de deuda en los hogares, lo cual tiene un efecto corrosivo sobre la salud mental de las personas al relacionarse con mayores niveles de estrés financiero, ansiedad y síntomas depresivos [ver estudio].

En los países con alta desigualdad, como es el caso de Chile, las brechas sociales coexisten con una variedad de privaciones materiales y fragilidades del sistema de protección social que inciden negativamente sobre la salud mental. Ante este escenario, las respuestas no pueden ser sólo sanitarias. Tal como se contempla en el “Acuerdo Covid” recientemente alcanzado, se necesitan medidas orientadas a la protección de los ingresos de las familias y de los trabajadores y planes de apoyo a los empleos, pero al mismo tiempo seguridad de lo que pasará en el futuro, para bajar la incertidumbre y la ansiedad. Por lo tanto, las respuestas más eficaces en salud mental son aquellas que reduzcan la incertidumbre derivada de la inseguridad laboral, proporcionen redes de seguridad ante la pérdida de ingresos, garanticen la protección de aquellos trabajadores que queden desempleados y permitan evitar el sobreendeudamiento. Pero la experiencia internacional sugiere también que, frente a situaciones de conflictividad social, crisis sanitaria y recesión económica, se vuelven muy importantes las políticas sociales orientadas a restablecer los vínculos sociales y fortalecer la cohesión social para mitigar los efectos sobre la salud mental.

Necesitamos una perspectiva sindémica para comprender el impacto de esta triple crisis social, sanitaria y económica sobre la salud mental, una dimensión de la vida que se verá afectada durante mucho más tiempo que la salud física. Como se afirma en la Estrategia Nacional de Salud Mental elaborada por la Universidad de Chile, “la salud mental es una de las claves para sobrevivir a esta pandemia”.

Accede a la publicación original de Ciper: AQUÍ

PorImhay

Columna de opinión: Nuestros educadores en la pandemia

Nuestro investigador, Álvaro Jiménez, junto a Verónica Cabezas, del Núcleo Milenio en Desarrollo Social (DESOC) y Marigen Narea, del Centro Justicia Educacional, se refieren a cómo el nuevo escenario que estamos viviendo en contexto de pandemia profundiza las brechas educativas y podría traducirse en un desgaste importante a nivel personal, familiar y comunitario. En efecto, esta crisis añade un nuevo estresor al trabajo de los profesores.

Hoy, el 60% de la población estudiantil mundial (UNESCO 2020) y más de 60 millones de docentes están fuera de las escuelas debido a la pandemia, con el evidente impacto en la enseñanza tradicional que ha girado hacia la educación a distancia. Ésta, da continuidad al aprendizaje en un contexto de emergencia, contribuye a restaurar una estructura e instaurar una rutina para los niños, niñas y adolescentes, les permite mantener vínculos significativos y generar sentido de pertenencia a su comunidad educativa. Elementos que pueden cumplir un rol protector sobre su salud mental en medio de la incertidumbre. Sin embargo, en la transición, los docentes, educadores y directivos han debido ajustar sus prácticas y estrategias para mantener el vínculo con sus estudiantes y monitorear el proceso de aprendizaje, metas para las que no necesariamente están capacitados. Además, muchos no cuentan con herramientas (computador, espacio adecuado para trabajar, buena conexión a internet) ni infraestructura para sostener el aprendizaje en línea.

El nuevo escenario profundiza las brechas educativas y podría traducirse en un desgaste importante a nivel personal, familiar y comunitario. En efecto, esta crisis añade un nuevo estresor al trabajo de los profesores.

Una encuesta nacional de Elige Educar a 7.187 docentes, educadores y directivos de todos los niveles de enseñanza muestra que un 63% de los encuestados considera que ahora trabaja más o mucho más que en su jornada habitual. Un hecho que afecta más a quienes trabajan en colegios particulares y más a las mujeres que a los hombres (66 vs 54%) y en mayor medida a aquellas que tienen hijos menores de 7 años, porque deben conciliar labores docentes y de cuidado. El 53% declara sentir estrés y el 52% ansiedad, ambas, respuestas naturales a las exigencias del entorno que pueden producir efectos desfavorables en su bienestar psicológico y deteriorar sus capacidades cognitivas (memoria, concentración, actividad reflexiva) para sostener el proceso de enseñanza.

Si las y los docentes no cuentan con un bienestar psicológico básico durante la pandemia es un problema, porque es una condición necesaria para asegurar un proceso de enseñanza efectivo y, a la larga, proteger la salud mental de los estudiantes. ¿Qué medidas están implementando las instituciones educativas para apoyar la salud mental y bienestar de sus docentes, educadores y directivos? ¿Cuentan con herramientas para ello? ¿Hay planes de apoyo para el retorno a clases presenciales? Aún estamos a tiempo para idear programas y políticas centradas en su bienestar psicológico, junto con entregarles contención y enseñarles herramientas útiles no solo para contener y acompañar a otros, también para sobrellevar bien esta nueva modalidad de enseñanza. Para así proteger el bienestar docente y ayudarlos a llevar a cabo su labor educativa.

Verónica Cabezas, Núcleo Milenio en Desarrollo Social (DESOC), Fac.de Educación UC.
Álvaro Jiménez, Núcleos DESOC e Imhay, Facultad de Medicina UChile.
Marigen Narea, Centro Justicia Educacional, Escuela de Psicología UC.


PorImhay

Emol TV: A raíz del covid-19 «la próxima pandemia va a ser la salud mental»: ¿Estás de acuerdo?

La directora de Imhay, Dra. Vania Martínez, junto a los psiquiatras Alberto Larraín y Alejandra Armijo conversaron en Emol TV acerca de las consecuencias que ha tenido el confinamiento y la pandemia para la salud mental de los chilenos, cuáles serán los efectos futuros y las medidas que se deberían tomar.

Revisa la entrevista en el siguiente link: 

https://tv.emol.com/detail/20200615193251439/agenda-emoltv-sobre-salud-mental
PorImhay

Coronavirus: adolescentes en cuarentena

Vania Martínez, directora de Imhay, explica cómo lidiar con los cambios emocionales que produce la cuarentena en los adolescentes, cómo enfrentar de mejor manera los cambios de ánimo de este grupo y qué hacer si se observan conductas atípicas,  entre otras recomendaciones.

Ve la siguiente cápsula elaborada por la Fundación VTR en el siguiente link: 

PorImhay

Capacitación en línea: «Herramientas para la Ayuda Remota en Salud Mental y Apoyo Psicosocial en Tiempos de Pandemia COVID-19»

Esta actividad fue realizada por el Hospital Digital del Ministerio de Salud (Chile) y dirigida a personal del área de la Salud. Párticiparaon como expositoras, la directora de Imhay, Dra. Vania Martínez y  Paulina del Río, Presidenta Fundación José Ignacio.

Revisa la capacitación en el siguiente link:

PorImhay

Destacado en LUN: U. de Chile hará seguimiento a 6.500 mechones para evaluar su salud mental

Nuestra iniciativa #enlaUvamosjuntxs fue destacada por LUN. Allí se entregan detalles de la encuesta de salud mental que aplicaremos a 6.500 mechonas y mechones de la Universidad de Chile, que es el primer plantel de educación superior en implementarla en nuestro país. El próximo año se sumarán la Universidad Austral de Chile, Universidad de Talca y la Universidad de los Andes, todas ellas instituciones albergantes de Imhay.

PorImhay

U. de Chile e Imhay lanzan campaña para conocer la salud mental de estudiantes universitarios

A partir del 01 de junio se habilitará una encuesta digital de salud mental para estudiantes de primer año de la Universidad de Chile. La iniciativa de la Organización Mundial de la Salud, que es liderada a nivel internacional por la Universidad de Harvard, tiene por objetivo evaluar y mejorar la salud mental de los y las estudiantes a lo largo de su vida universitaria. Posteriormente se incorporarán otras universidades chilenas.

La iniciativa denominada #enlaUvamosjuntxs desarrolla actividades para evaluar la salud mental de los y las estudiantes universitarios/as y mejorar su bienestar durante la carrera.

La iniciativa denominada #enlaUvamosjuntxs desarrolla actividades para evaluar la salud mental de los y las estudiantes universitarios/as y mejorar su bienestar durante la carrera. Mediante el acompañamiento a mechones y mechonas que ingresaron este año, se implementarán diversas acciones con el fin de generar herramientas innovadoras basadas en Internet y tecnologías digitales para la prevención e intervención temprana de los problemas de salud mental.

Para involucrar a la comunidad universitaria a ser parte este proyecto, se habilitará una encuesta digital para estudiantes de primer año que estará disponible entre el 1 y el 28 de junio. A quienes contesten, se les realizará un seguimiento durante su trayectoria universitaria, motivo por el cual deberán contestar anualmente el cuestionario. Los y las estudiantes recibirán un reporte personalizado basado en sus respuestas, y aquellos identificados con riesgo suicida serán contactados/as y derivados/as con profesionales de la salud mental.

Alianza global

El proyecto The WHO World Mental Health International College Student Initiative (WMH-ICS) de la Organización Mundial de la Salud (OMS) es liderado a nivel mundial por la Universidad de Harvard. Actualmente se encuentran participando diversas universidades de 18 países, en los cinco continentes.

Nuestro país será el primero en incorporarse a este estudio, que a nivel nacional será liderado por la Dra. Vania Martínez, académica de la Facultad de Medicina y directora del Núcleo Milenio Imhay.

En nuestro país la Universidad de Chile será la primera en incorporarse a esta iniciativa, y el proceso de aplicación será liderado por la Dra. Vania Martínez, académica de CEMERA, de la Facultad de Medicina y directora del Núcleo Milenio para Mejorar la Salud Mental de Adolescentes y Jóvenes (Imhay).

“Desde hace un año hemos estado planificando nuestra participación en la iniciativa de la OMS. No teníamos presupuestado esta situación de pandemia y hemos incorporado preguntas específicas relacionadas al COVID-19, que son las mismas preguntas que ya fueron aplicadas en México. De esta forma, esperamos tener resultados que nos ayuden a comprender cuál es la situación de salud mental dentro del contexto actual”, explicó Martínez.

La etapa universitaria es un período donde existe mayor aparición de trastornos mentales. De acuerdo con los datos de la OMS, se estima que cerca de un tercio de los estudiantes universitarios presenta algún tipo de problema de salud mental, en su mayoría relacionados con sintomatología depresiva y ansiosa. De ellos, sólo uno de cada cuatro jóvenes accede a tratamiento.

El Rector Ennio Vivaldi destacó la importancia de hacer un levantamiento de información sobre cuál es la situación universitaria de los estudiantes. “La salud mental es fundamental como preocupación para nosotros y para poder ayudarlos más, tenemos que saber más de los estudiantes. Invito a los mechones a participar en esta encuesta de salud mental, estamos para apoyarlos, para tener mucha receptividad con los problemas que puedan presentar y las dudas que puedan tener”, dijo la máxima autoridad de nuestro plantel.

Por su parte, el vicerrector de Asuntos Estudiantiles y Comunitarios, Juan Cortés, señaló que “resulta gratificante para quienes estamos involucrados en el bienestar y calidad de vida estudiantil contar con esta encuesta sobre salud mental. Sus conclusiones constituirán un aporte sustantivo que orientarán decisiones confiables, oportunas y pertinentes en las diferentes unidades de la institución a favor de una vida universitaria saludable”.

Articulación del proyecto

Además de la detección oportuna de problemas de salud mental, la encuesta entregará herramientas para conocer cuál es su estado de salud y bienestar emocional a lo largo de la vida universitaria y ayudará a identificar problemas que pueden afectar las relaciones interpersonales y el rendimiento académico.

Con la obtención de datos confiables y actualizados de la situación de los jóvenes universitarios, se podrá comparar con un mismo instrumento a nivel internacional “esto nos permitirá poder aportar a la implementación y evaluación de políticas en torno a la salud mental y posicionar un marco general para trabajar a nivel universitario”, aseguró la profesora Martínez.

Luego de implementarse la encuesta en la Universidad de Chile este año, comenzarán a sumarse al proyecto tres Instituciones de Educación Superior: Universidad Austral de Chile, Universidad de Talca y Universidad de los Andes, todas ellas instituciones albergantes de Imhay.

Lee la nota sobre #enlaUvamosjuntxs publicada en LUN AQUÍ

PorImhay

Recomendaciones de autocuidado para proteger la salud mental

El distanciamiento social es nuevo en nuestras vidas y no siempre sabemos cómo lidiar con él. Porque la salud mental es vital, la Directora del Núcleo Milenio para Mejorar la Salud Mental de Adolescentes y Jóvenes, Vania Martínez, nos cuenta por qué es normal sentir estrés y cómo podemos autocuidarnos de mejor manera.

Ve la siguiente cápsula elaborada por la Fundación VTR en el siguiente link: