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Investigadoras Imhay participaron en el Proyecto “51 Preguntas Prioritarias de Investigación en Salud”

Salud mental, cáncer, envejecimiento y gestión del sistema de salud fueron algunas de las áreas más nombradas en este proceso impulsado por la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile. La iniciativa, que contó con el patrocinio del Ministerio de Salud, la Organización Panamericana de la Salud y la organización Escuelas de Construcción de Soberanía en Salud, tiene como objetivo redefinir los problemas del país en este ámbito para optimizar la generación de conocimiento.

Salud mental, cáncer, envejecimiento y gestión del sistema de salud fueron algunas de las áreas más nombradas en este proceso de consulta liderado por la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile y donde participaron como expertas las investigadoras de Imhay, Dras. Vania Martínez y Alicia Núñez.

El perfil de salud en Chile ha experimentado una importante variación en las últimas cinco décadas. Hoy, el perfil epidemiológico nacional es cada vez más similar al de países desarrollados, donde las preocupaciones están centradas en los cambios de estilos de vida, el cuidado de los adultos mayores y la prevención y tratamiento de enfermedades no transmisibles. Es en este contexto que surgió la iniciativa de consultar a la ciudadanía, por primera vez en nuestro país, sobre los desafíos y preguntas de problemas reales de salud que debieran ser abordados a través de la investigación.

El proyecto, impulsado por la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, y patrocinado por el Ministerio de Salud, la Organización Panamericana de la Salud y la organización Escuelas de Construcción de Soberanía en Salud (ECOSS de Barrio), partió con una inédita consulta ciudadana que se realizó entre agosto y septiembre de 2019, con el fin de identificar los desafíos científicos en salud que nuestro país debe abordar en forma prioritaria. A través de un sitio web dispuesto especialmente para estos fines, se recibieron alrededor de 1.100 preguntas, de las cuales un 65% fueron planteadas por mujeres. Asimismo, se recibieron aportes desde todas las regiones del país, correspondiendo el 70% a la Metropolitana y el 30% restante a otras zonas de Chile.

Luego, un equipo conformado por miembros de las direcciones de Innovación, Planificación Estratégica e Investigación y Tecnología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile revisó y ordenó esta información, clasificándola en categorías y áreas para sistematizarla, explicó el vicedecano de la institución, doctor Juan Pablo Torres. De esta forma, salud mental, cáncer, envejecimiento y gestión del sistema de salud fueron algunas de las áreas más nombradas en este proceso de consulta. El doctor Torres comentó que son “preguntas muy atingentes con el Chile actual. Es interesante cómo nos hemos ido enterando qué piensa sobre la investigación en salud gente que pertenece a diferentes ámbitos”.

Tras la revisión de la información recibida en la primera fase, este insumo se envió a representantes clave del ámbito de los profesionales de la salud, la sociedad civil, investigadores y tomadores de decisión, que se encargó de reducir y priorizar la serie de preguntas levantadas en la etapa anterior. Tras esto, un equipo de actores relevantes participó de un taller para determinar con esta información cuáles son las 51 preguntas prioritarias.

En este contexto, la Dra. Vania Martínez, académica de la Facultad de Medicina, formó parte de este proceso, colaborando desde un inicio en esta iniciativa. Luego se integró la Dra. Alicia Núñez, investigadora principal de Imhay y académica de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile, quien enfocó su trabajo, principalmente, en las preguntas relacionadas a salud mental.

Según indica la Dra. Martínez, “la relevancia de este trabajo es que al priorizar ciertas preguntas, se hace una reflexión acerca de lo que necesita nuestro país. La ventaja es que estas preguntas no vienen sólo de los investigadores, sino que en su gran mayoría provienen desde la sociedad civil. Lo importante de esto es que también puede servir como guía para las agencias financiadoras públicas, como FONIS, quienes podrían tomar estas preguntas e incentivar la investigación en ellas, y también al interior de las universidades podríamos pensar cómo promover las respuestas, por ejemplo, mediante tesis de postgrado”.

De acuerdo a la Dra. Núñez, «el valor de esto documento radica principalmente en enfocar la investigación a futuro para tener un plan de acción más concreto. A veces es importante saber hacia dónde discutir la investigación en salud, pero es igualmente importante saber hacia dónde no deberían dirigirse las investigaciones. De alguna forma, este trabajo fue un esfuerzo que recoge la perspectiva de los investigadores, los profesionales de la salud, la sociedad civil y los tomadores de decisión, por tanto, considera una importante participación”.

El impacto de este proyecto se remite a la generación de un documento que pueda ser incluido a nivel de gobierno local, regional y central respecto de la priorización de becas y financiamiento de investigación; el establecimiento de una agenda institucional que permita dar preferencia a iniciativas y fondos para la investigación aplicada a la salud; la generación de una red de académicos que velen por el potenciamiento de la investigación en salud y, finalmente, velar por el cumplimiento de la misión y visión de la Facultad de Medicina y de la Universidad de Chile

CONOCE CUÁLES SON LAS 51 PREGUNTAS PRIORITARIAS DE INVESTIGACIÓN EN SALUD AQUÍ

Fuente: Comunicaciones Facultad de Medicina Uchile.

Ve el video de la ceremonia de clausura del Informe del Proyecto: «51 preguntas prioritarias de investigación en salud» a continuación

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[PRENSA] Los estudiantes que la pandemia quebró

La presencialidad vino a agudizar un problema que los estudiantes traían desde el 2019: su salud mental no estaba bien. A comienzos del semestre, varias universidades comenzaron a percibir un abrupto aumento en las solicitudes de atención psicológica. ¿La razón? Ansiedad, angustia y estrés de retomar una rutina a la que se le perdió el ritmo o, peor aún, que algunos egresados de cuarto medio nunca conocieron. Sobre este tema fue entrevistada la directora de Imhay y académica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, Dra. Vania Martínez.

La directora de Imhay, Dra. Vania Martínez, explica que hoy día los datos preliminares indican que uno de cada cuatro estudiantes presenta algún problema de salud mental luego de haber regresado a sus facultades.

Valentina Carrasco (23) llegó insegura a su cuarto año de Letras Hispánicas. Después de haber pasado dos años enteros con clases online, el retorno a la presencialidad, dice, la pilló con pocas herramientas para enfrentar los desafíos académicos. Sobre todo porque sentía que, ad portas de sacar su título, el último tiempo no había aprendido lo que esperaba.

Durante el primer semestre de este año esa preocupación la llevó a tener episodios angustiosos y de estrés que le costó manejar.

-En abril, mientras estábamos en una reunión para un trabajo grupal, me comenzaron a pedir ideas sobre lo que estábamos hablando. En ese momento yo estaba estresada por una prueba, me sentí bloqueada, en blanco. Lo único que atiné a hacer fue salir de la sala a llorar al baño.

Situaciones como esa, dice Carrasco, una alumna de la UC que vive en Quilicura, se repitieron más de tres veces en la universidad y se volvieron aún más recurrentes cuando estaba sola en su casa.

No era la primera vez que la alumna de Letras pasaba por algo así. En 2016, mientras pasaba por una crisis vocacional, habiendo desertado de la carrera de Derecho en la Universidad Diego Portales, le diagnosticaron una patología de salud mental que la llevó a iniciar un tratamiento con medicamentos. Ya en la carrera que le gustaba, y con apoyo psicológico en curso, estuvo mejor. Por eso -y también por lo caro que era sostener la terapia- decidió dejar los remedios.

Solo que a principios de la pandemia el problema volvió. Carrasco pensó que retornando a clases estaría mejor.

-Me hice muchas expectativas -dice ella.

Catalina Pinela (21) sintió que esto era un problema real cuando las crisis de pánico se empezaron a repetir apenas llegaba a la universidad. Ella, una estudiante de Quilicura que va en tercer año de Periodismo en la Universidad Finis Terrae, nunca antes había estado en una clase presencial. El día que llegó a matricularse, en marzo de 2020, había sido la única vez que había estado en la facultad. Por eso estaba contenta por volver a las salas.

El problema fue que se encontró con algo distinto a lo que imaginó:

-Se me hizo difícil socializar con mis compañeros, el ambiente era raro, con mucho acoso y todos tratándose muy mal. Me empezó a pasar que me daba pánico exponer frente a ellos en clase, porque no quería que se rieran de mí.

Sebastián Pino (20), un alumno de Terapia Ocupacional de la Universidad de Chile que vive en La Florida, se dio cuenta de que estaba con estrés cuando entendió que lo que había entrado a estudiar en 2020, en realidad, tenía una exigencia distinta a la que había tenido durante los dos primeros años. La rutina de estudiar en su casa, conociendo a sus compañeros a través de una cámara, lo tenía desde hace tiempo afectado. Esa era su primera motivación cuando anunciaron el retorno a clases.

Solo que Pino no esperaba que, en lo académico, el cambio fuese tan abrupto.

-A la mitad del semestre me empecé a estresar. Pasamos de tener clases cortas, mediante cápsulas que se podían volver a ver, y con la materia siempre a la mano, a módulos largos de una clase que se pasaba solo una vez y no la podías repetir.

Las alarmas se encendieron cuando las autoridades de diversas casas de estudios comenzaron a notar que estos casos no eran aislados. En la UC, desde la Dirección de Salud y Bienestar Estudiantil, venían siguiendo los problemas de salud mental de sus alumnos desde el inicio de la pandemia. El mayor indicio era que la demanda por asistencia psicológica había aumentado. Sintomatología ansiosa, depresiva y problemas asociados al ciclo sueño-vigilia era lo que más se repetía entre los alumnos que consultaban. El tema es que este año notaron algo nuevo: que un 25% de los estudiantes que consultaban, lo hacían por problemas asociados a la pandemia y al retorno a la presencialidad.

En la Universidad de Chile (UCH), el seguimiento de la encuesta que forma parte de la “Iniciativa Mundial de Salud Mental para Estudiantes Universitarios de la OMS”, que la psiquiatra, académica de la Facultad de Medicina y directora de Imhay, Vania Martínez lidera desde 2020, había arrojado algunos antecedentes: con la pandemia, las tasas de depresión y ansiedad se habían mantenido altas y la ideación suicida de estudiantes había aumentado. Eso llevó a Martínez a un pronóstico:

-Todos pensábamos que con la presencialidad esto iba a disminuir.

Después termina la idea:

-Pero no fue así.

Cambio abrupto

Las clases a distancia, al principio, tenían sus ventajas. La más directa, cuenta Sebastián Pino, era para sus compañeros de región que volvieron a vivir con sus familias. Eso implicaba también dejar de gastar en cosas como arriendo y alimentación.

Desde su casa en La Florida, Aníbal Concha (21), un alumno que en 2020 cursaba su primer año de Bachillerato en la Universidad de Chile, para luego cambiarse a Medicina, no tenía que gastar tiempo en traslados.

-Yo veía las clases acostado, no había que levantarse temprano -dice.

Todos lo hacían, cuentan los estudiantes. Eso, sumado a la posibilidad de tener la cámara apagada en todos los ramos que se transmitían vía Zoom daba una sensación de protección. Al menos así lo sentía Catalina Pinela al momento de exponer sus trabajos.

Un alumno de College en la UC cuenta que, incluso, se juntaban a hacer las pruebas en grupos o con los apuntes encima para asegurarse una buena nota.

En esos dos años, los universitarios adoptaron una rutina. Así lo resume Antonia Arellano (21), de Enfermería en la Universidad Autónoma de Talca:

-Yo me acostumbré a una modalidad de clases y a un tipo de carga académica.

El asunto es que esa modalidad, ya en 2021, empezó a agotarlos y las ganas de volver comenzaron a asomar. Especialmente porque todos coinciden en que se sentían solos.

-Yo quería tener esa vida universitaria, poder comunicarme con mis compañeros y que no fuera a través de una cámara -dice Aníbal Concha.

Los problemas de salud mental en los estudiantes de educación superior ya eran un tema recurrente en 2019: en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Chile hubo protestas pidiendo reducir la sobrecarga académica. Ese mismo año, la Confech llamó a un paro reflexivo por salud mental y en diversas casas de estudios se comenzó a abordar el problema.

La pandemia vino a pausar esos procesos y, con ello, agudizar aún más el malestar de los alumnos. Por eso que, en comparación con crisis de salud mental anteriores, las que comenzaron a aparecer durante el primer semestre de este año, luego del retorno, eran distintas.

-No se había visto algo de esta perspectiva antes -dice el psicólogo Christian Schnake, director del Centro de Psicología Integral de la Persona (CPIP) de la Universidad Finis Terrae. Sobre todo por la magnitud y cómo empezó a abarcar a gran parte de los alumnos.

Lo que empezaron a notar en la UCH es que con la información que habían estado reuniendo con la Encuesta de Salud Mental, el aumento de síntomas como depresión siguió con el retorno a la presencialidad. Vania Martínez explica que hoy día los datos preliminares -que contempla números de tres universidades del país- son que uno de cada cuatro estudiantes presenta algún problema de salud mental luego de haber regresado a sus facultades.

Eso tiene una explicación: los alumnos tuvieron que enfrentarse a un sistema del que perdieron el ritmo.

-Está relacionado con el desafío de volver a adaptarse a las rutinas, traslados, tiempos, abordaje de la carga académica en contexto presencial, entre otros muchos factores, explica Irma Ahumada, psicóloga comunitaria de la Dirección de Salud Estudiantil de la UCH.

En la UC, lo que vio la psicóloga y directora de la Dirección de Salud y Bienestar Estudiantil, María Paz Jana, era que había dos tipos de estudiantes: los que volvían contentos por retomar la rutina y otros, como las generaciones que entraron en 2020 y 2021 -que nunca se habían enfrentado a una vida universitaria normal-, que empezaron a tener problemas de inseguridad, ansiedad, sintomatología depresiva e incluso trastornos del sueño.

-Algunos tenían mucho temor al retorno. Ya sea por todo lo que tenía que ver con la pandemia en sí, o porque vieron mermada su imagen corporal -esto de estar acostumbrados a verse por cámara y luego tener que presentarse por completo ante el otro-. También el haber olvidado ciertas habilidades de sociabilización afectó.

Lo mismo vieron en la Universidad Autónoma (UA) y en la Finis Terrae (UFT), que algo les estaba pasando a los alumnos: junto con su retorno a clases, desde abril también aumentó la demanda por horas de atención psicológica. Eso los obligó a tomar medidas.

En la Finis Terrae, por ejemplo, se generó un programa de acceso a psicoterapia a un valor reducido, atendidos por psicólogos egresados de la misma universidad. Algo similar ocurrió en las sedes de la Universidad Autónoma. En esa casa de estudio aseguran que hubo un 38% de alumnos que registraban cuadros depresivos y/o de angustia o ansiedad. Eso en comparación con 2018 y 2019 corresponde a un aumento del 41%. Pero ese no era el único antecedente: las crisis de pánico también habían aumentado en un 40%.

-Incorporamos nuevos psicólogos, especializados en estas temáticas, para que pudieran contener a nuestros alumnos de la manera adecuada -cuenta el vicerrector de Vinculación con el Medio, Mauricio Vial.

Lo mismo ocurrió en la UC, con el lanzamiento de la iniciativa Reencuentro UC el año pasado, para abordar el retorno con foco en la salud mental.

-Hemos estado fortaleciendo el equipo profesional de la Dirección de Salud y Bienestar, contratando cuatro psicólogos más y una trabajadora social. Así hemos ido generando programas de atención especiales asociados a la pandemia y los desafíos del retorno a la presencialidad, dice el vicerrector académico, Fernando Purcell.

Valentina Carrasco participó de estas instancias desde la Facultad de Letras. Aunque conocía bien cómo eran las clases presenciales y las virtuales, su mayor temor era, tras dos años de un tipo de rutina, darse cuenta de no haber aprendido lo que esperaba.

-En el encierro, conectarse a clases ya era sentir nudo en la garganta, porque no entendías, te sentías tonta, hacer una pregunta me daba vergüenza. Aún así fue complicado volver, porque tuve que repasar cosas que había pasado ese tiempo y que no había entendido. Si no, no podías conectar con lo que empezamos a ver ahora.

Al entrar a Medicina en la UCH, Aníbal Concha se encontró con algo distinto a lo que se había imaginado. Ese mundo universitario que le habían dicho que era más difícil que sus años de colegio no era tan exigente. De hecho, podía ver sus clases con la cámara apagada desde su casa. Por eso, explica, el choque fue tan abrupto.

-Porque las clases online no reflejan la verdadera dificultad de la vida universitaria.

En ese sentido, varios coinciden en que, quizás, la transición de volver a la vida real debió haber sido más pausada.

Vania Martínez coincide: «Probablemente no hubo una transición adecuada de pasar de lo online a lo presencial».

Sobre todo porque, como dice el alumno de Terapia Ocupacional, Sebastián Pino, por resguardar la salud física de los estudiantes se terminó pasando a llevar la salud mental:

-Uno tiene que colapsar para que se den cuenta de que necesitamos ayuda.

“Sorry, estoy en la misma”

A mediados del primer semestre, los estudiantes fueron a buscar las ayudas que empezaron a entregar las universidades. Las horas de atención psicológica se comenzaron a llenar a tal punto que ahora, dicen, es difícil encontrar una o se opta por priorizar a los que padecen de sintomatología más grave.

El problema, explica la psiquiatra de la UCH, Vania Martínez, es que esta crisis va más allá de las casas de estudio.

-Esto siempre lo hemos tenido -ahora más agudo-, pero hay que lograr acceder a una atención oportuna y de calidad de salud mental. Eso es algo de lo cual no pueden hacerse cargo las universidades en un ciento por ciento.

La alumna Valentina Carrasco coincide. Ante las pocas horas disponibles en la UC, debido a la alta demanda, le ofrecieron esperar para una atención. Pero ella decidió volver con una psicóloga particular que tenía de antes. Eso, cuenta, significa un costo económico importante. Especialmente porque el retorno a clases vino con un contexto nuevo: una inflación que empezó a afectar en su casa.

-Hay mucha incertidumbre, todo el día, de si voy a tener trabajo cuando salga y cosas así. Nosotros somos una familia de clase media, aquí en mi casa vivimos con el sueldo de mi mamá al justo. Si no es por la tarjeta de crédito, no podría pagar nada.

Las autoridades universitarias están conscientes de que el prolongado modo de clases online pudo haber afectado la salud mental de sus estudiantes. Sin embargo, explican, es difícil hacer un mea culpa considerando las distintas realidades de cada universidad, en especial las de región. Eso sostiene David Figueroa, presidente de la Comisión de Vicerrectores del Cruch:

-Mientras abríamos una universidad en el norte, en el sur estábamos en cuarentena. Obviamente que afectó la salud mental, pero el 50% de nuestras universidades tuvieron actividades presenciales durante el 2021. Eso no fue suficiente y obviamente que mientras más tiempo, fue peor. Pero había que analizar universidad por universidad en su contexto.

Desde la Corporación de Universidades Privadas, su presidente, Cristián Nazer, coincide. El aislamiento prolongado, en un momento tan crucial, fue generando una situación de fragilidad emocional en los estudiantes.

-Probablemente en muchos casos no fue posible prever aquello, pero debo decir que nuestras universidades respondieron con agilidad ante las primeras manifestaciones del problema, saliendo al paso de las necesidades de nuestras comunidades.

En el Mineduc están conscientes de este problema. Actualmente, la Subsecretaría de Educación Superior tiene una mesa de trabajo con el Minsal para analizar la situación de la salud mental de los universitarios y técnico-profesionales.

-Este tema ha sido analizado también en la mesa de trabajo que se mantiene con la Confech y, de hecho, en septiembre habrá una sesión especial para tocar el tema -dice el Ministro Marco Antonio Ávila.

De todos modos, existe la pregunta entre las autoridades de cuál va a ser el alcance de esta crisis: ¿Será un fenómeno transitorio? El psicólogo Christian Schnake, de la UFT, cree que eso sólo se verá con el tiempo.

-Va a tomar unos meses. El ser humano requiere tiempo para la adaptación, necesita normalización para aprender las cosas que se van exigiendo ahora, con este retorno y las nuevas reglas que tiene este.

Valentina Carrasco ha visto cómo la vuelta a clases ha afectado a sus compañeros al igual que a ella. Es un fenómeno mucho más masivo que antes. Lo resume así:

-En 2016, cuando empecé con mis problemas de salud mental, yo les contaba a mis compañeros y me decían ‘qué cuático, aquí estoy para ayudarte’.

Ahora, afirma, el escenario es distinto.

-Tú les dices que estás mal y te responden: ‘Sorry, no te puedo ayudar. Yo estoy en la misma’.


Lee el artículo original publicado en La Tercera AQUÍ

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[OPINIÓN] Salud mental en colegios: oportunidades y desafíos

Las intervenciones que se implementan en los colegios para favorecer una mejor salud mental, no siempre están respaldadas por la evidencia científica. Además, muchas veces no incluyen la adaptación cultural necesaria ni la evaluación de su eficacia en el contexto local. Esto último es muy necesario, ya que sabemos que incluso una intervención que ha demostrado ser eficaz en un entorno, puede tener diferentes resultados en otros contextos, comenta en The Clinic la académica de la Facultad de Medicina y directora de Imhay, Dra. Vania Martínez.

Las comunidades educativas, hace varios años ya, han estado constatando un aumento de los problemas de salud mental en los escolares en Chile. A esto se viene a sumar, el que la población infanto-juvenil ha sido una de las más afectadas por la pandemia por COVID-19 en esta área. Directivos, profesores y apoderados de colegios han referido que muchos de los estudiantes están presentando síntomas ansiosos, depresivos y dificultades para regular sus emociones de manera adecuada. Además, perciben que esto, lejos de disminuir, se ha intensificado con el retorno a clases de manera presencial.

Tanto para prevenir la aparición de problemas de salud mental, como para abordarlos oportunamente, los colegios son una gran oportunidad. Esto se ve favorecido por la cantidad de horas que los estudiantes pasan en estos establecimientos y la relación cercana que muchas veces establecen los docentes con ellos.

Reconociendo tanto esta compleja situación como el rol que pueden tener los colegios para abordarla, es que el Ministerio de Educación ha comenzado a implementar la “Política de Reactivación Educativa Integral” que incluye un eje denominado “Convivencia, bienestar y salud mental”. Más allá de esta política, muchos colegios, tanto públicos como privados, han hecho esfuerzos para generar distintas estrategias con el objetivo de aportar a una mejor salud mental en sus comunidades educativas. Ante este escenario cabe que nos preguntemos ¿darán frutos estos esfuerzos? ¿habrá valido la pena la inversión?

Las intervenciones que se implementan en los colegios para favorecer una mejor salud mental, no siempre están respaldadas por la evidencia científica. Además, muchas veces no incluyen la adaptación cultural necesaria ni la evaluación de su eficacia en el contexto local. Esto último es muy necesario, ya que sabemos que incluso una intervención que ha demostrado ser eficaz en un entorno, puede tener diferentes resultados en otros contextos. Sabemos que es importante involucrar, tanto en el diseño de nuevas intervenciones como en la adaptación de intervenciones probadas en otros escenarios, a los destinatarios (diseños participativos o co-diseños). Adicionalmente, un campo novedoso a incluir es la ciencia de la implementación que considera los métodos, procesos y elementos básicos que intervienen en la integración exitosa de intervenciones en entornos reales. Por otro lado, hay veces que se diseñan o adaptan intervenciones rigurosamente, incluyendo la mejor evidencia y diseños participativos, pero se hacen evaluaciones de impacto en estudios muy pequeños o de tipo piloto, lo que no significa que se haya demostrado su efectividad. Ambas situaciones pueden llevar a desperdiciar recursos económicos y a dedicar tiempo (que siempre es escaso) a actividades que no tienen el impacto positivo esperado. Dos ejemplos, uno de investigación a nivel nacional y otro internacional nos pueden ilustrar de cómo grandes estudios con muchos recursos involucrados no han demostrado eficacia, a pesar de que había resultados prometedores en experiencias piloto. El primero es un estudio en 22 colegios y 2.512 estudiantes de Santiago de Chile, que evalúo una intervención psicoeducativa de 11 sesiones de frecuencia semanal en la sala de clases. En él no se logró su objetivo, el que era reducir los síntomas depresivos. Un reciente y gran estudio en Reino Unido de una intervención universal que involucró a 84 colegios y 8.376 estudiantes evaluó una intervención escolar de 10 sesiones de ‘mindfulness’ o atención plena. Ese estudio no logró demostrar eficacia en reducir el riesgo de tener problemas de salud mental ni en promover mayor bienestar emocional. Es por eso, que no es suficiente solo financiar estudios piloto, sino que se requiere una fuerte inversión en estudios de efectividad. Se requiere eso sí precisar que las conclusiones de ambos estudios no significan que se deban desechar esas intervenciones, sino que se debe considerar qué funciona, para quiénes y cómo, teniendo en cuenta los factores clave del contexto y la aplicación.

Una sugerencia plausible a investigar es la implementación de intervenciones en colegios que se enfoquen en estudiantes con cierto nivel de riesgo en salud mental (intervenciones focalizadas); por ejemplo, en adolescentes que tienen síntomas iniciales de depresión y ansiedad, sin aún tener todos los criterios para tener un diagnóstico de salud mental (síntomas sub-clínicos o sub-umbrales).

Por otra parte, hay que considerar que, si las intervenciones no son evaluadas, se puede ignorar efectos negativos no esperados, lo que es aún más grave que no demostrar su eficacia. Por ejemplo, en un estudio piloto destinado a reducir los síntomas depresivos en estudiantes, se encontró que la intervención aumentó el estigma hacia la depresión en Colombia, lo que no ocurrió en Chile.

Una mayor inversión en recursos de investigación en esta área y una alianza con la academia puede aportar para resolver estos desafíos.

Lee el artículo original publicado en The Clinic AQUÍ

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Investigador Imhay, Álvaro Jiménez, analizó la preocupante salud mental de los universitarios

El investigador de Imhay y académico de la Universidad Diego Portales, habló de las dificultades que planteó la pandemia para los jóvenes y recalcó la importancia de pedir ayuda en caso de tener dificultades. «La principal barrera para que un estudiante que presenta problemas de salud mental hoy acceda a tratamiento es que cree que puede resolver su problema por sí mismo”, afirmó en Sana Mente de CNN Chile.

Por la pandemia, millones de jóvenes en el mundo pasaron a vivir una experiencia universitaria virtual, lo que trajo nuevas dificultades. “Este grupo ha sido uno de los más afectados en contexto de pandemia, pero también para entender cómo se han visto afectados hay que pensar en su condición pre pandémica”, dijo Álvaro Jiménez, investigador Postdoctoral de Imhay y académico de la Universidad Diego Portales.

El psicólogo habló de la paradójica realidad que enfrentan los universitarios, que suelen ser vistos como privilegiados. “Es un grupo de jóvenes que presenta una alta prevalencia de problemas de salud mental, particularmente trastornos ansiosos, depresivos, consumo de alcohol y ciertas drogas, incluso más que los jóvenes de la misma edad que no asisten a la universidad”, detalla.

Los aspectos positivos de entrar a la universidad se manifiestan a largo plazo para el investigador. “El pasar por la educación superior a largo plazo es un factor protector, pero durante el periodo universitario pareciera ser un factor de riesgo. La vida universitaria en sí misma genera ciertas condiciones que parecieran afectar la salud mental de este grupo”, indicó.

El cambio del colegio a la universidad no es fácil para los estudiantes, que generalmente se encuentran entre los 18-25 años, en una adultez emergente en la que “hay que tomar muchas decisiones”, afirmó el profesor, quien realiza un estudio longitud sobre la salud mental de universitarios.

“Entrar a la universidad supone un proceso de transformación de un contexto altamente estructurado en las escuelas a un contexto institucional donde te ves enfrentado a la necesidad de ser cada vez más autónomo, flexibilidad horaria, evaluaciones totalmente distintas y eso produce que los estudiantes no estén siempre en condiciones de poder responder de manera adecuada al principio”, aseguró.

Las consecuencias del aislamiento en la pandemia afectaron las habilidades sociales. “Estamos hablando de jóvenes y en ese periodo de la vida es muy importante la socialización cara a cara, la presencialidad, el apoyo de pares, están construyendo su identidad en función de la identificación con sus pares, y eso se vio interrumpido en contexto de pandemia, estaban más solos”, comentó.

Jiménez recalcó la importancia de pedir ayuda en los jóvenes. “La principal barrera para que un estudiante que presenta problemas de salud mental hoy acceda a tratamiento es que cree que puede resolver su problema por sí mismo”, dijo.

¿Cómo identificar las señales de alerta en la salud mental? “Si tú percibes que hay ciertas dificultades emocionales, preocupaciones excesivas o problemas conductuales que tienen que ver con el aumento del consumo de alcohol o ciertas sustancias. Y estas dificultades empiezan a interferir con tu funcionamiento cotidiano es altamente probable que tengas que pedir ayuda”, enseñó.

Ve la entrevista a continuación:

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[PRENSA] Del diván al metaverso: los psicólogos ahora realizan sus terapias en este mundo virtual

Sesiones con avatares y grupos de apoyo digital son parte de la evolución al tratar la salud mental. Este espacio tendría ventajas para los jóvenes y aquellos con dificultades para encontrarse físicamente, aseguran los expertos. Sobre este tema, fue entrevistada la psicóloga Daniela Lira, candidata a Doctora en Psicoterapia e Investigadora Doctoral de Imhay.

Daniela Lira, psicóloga e investigadora doctoral del Núcleo Milenio Imhay, piensa que el metaverso también “viene a ampliar la comprensión que tenemos de lo que es salud mental y de que se puede dar en otros espacios, con otras personas”.

Sin embargo dice que “es importante tener en cuenta que las herramientas digitales en torno a la salud mental tienen que venir con una planificación desde su diseño y se deben investigar para ver si efectivamente todas las promesas se cumplen”. Y agrega, para quienes pueden temer los efectos nocivos, que “hay que entender que los usos son los que van a determinar que una herramienta pueda ser positiva, neutral o negativa, por lo que se requiere un uso responsable de estas nuevas tecnologías”.

Si bien en Chile las entrevistadas dicen desconocer iniciativas de salud mental vinculadas al metaverso, sí confirman que existen diversas herramientas digitales.

Lira resalta que “durante los últimos años se ha fomentado mucho más el desarrollo de diferentes plataformas y aplicaciones que están buscando el uso de lo digital para la salud mental en el país”.

Lee el artículo completo AQUÍ

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[Entrevista] Escuelas sin bullying: ¿Cómo mejorar la convivencia?

En una nueva edición de #CienciaAbierta del PAR EXPLORA RMSP, fue invitado el Dr. Jorge Gaete, psiquiatra, Investigador Principal de Imhay y académico de la Universidad de los Andes, quien conversó sobre salud mental adolescente y entregó algunas estrategias para conseguir una mejor convivencia escolar.

“Hay varios factores que podrían estar influyendo en lo que estamos viendo hoy en día. Por un lado, hay un retraso importante en algunas habilidades académicas y cognitivas, que se fueron produciendo producto de la pandemia. Varios estudios están mostrando, por ejemplo, retrasos importantes a nivel del desarrollo del lenguaje y del procesamiento de las matemáticas. Y así como se ha visto estos retrasos en ciertas áreas del desarrollo cognitivo, también ha habido retrocesos en el desarrollo de habilidades socioemocionales. Los chicos hoy día tienen menos habilidades prosociales”, comentó el Dr. Gaete.

Y agregó que: “En un estudio que hicimos recientemente mostramos cómo una de las principales habilidades que pareciera estar retrasada dentro de la perspectiva de los estudiantes es el de habilidades prosociales, que son aquellas que tienen que ver con el poder ayudar a otro, el esperar el turno, el ser amable con otros. Durante la época de pandemia los estudiantes no tuvieron tanta oportunidad de practicarlas, porque estaban muchas veces solos frente a una pantalla, muchas veces no tenían con quiénes interactuar de su misma edad. Por consiguiente, este ambiente que naturalmente se vive en los colegios, previo a la pandemia, probablemente produjo un efecto bien importante en esta área”.

Ve la entrevista a continuación:

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Estudio realizado por Imhay, en colaboración con la Alianza Chilena contra la Depresión, reporta que pertenecer a grupos y percibir alto apoyo social son claves para la salud mental de estudiantes universitarios

La investigación también reveló que jóvenes universitarios de nivel socioeconómico más alto son los que  presentan más depresión subumbral. Ellos, al tener síntomas, pero al no cumplir con todos los criterios de un diagnóstico de episodio depresivo mayor, tienen la oportunidad de beneficiarse de estrategias de prevención.

“En jóvenes con depresión mayor, el sólo pertenecer a un grupo no sería suficiente como medida protectora, en ellos cobra mayor importancia el percibir un alto apoyo social. En cambio, en jóvenes con depresión subumbral tanto el pertenecer a un grupo como el alto apoyo social percibido serían medidas protectoras”, explica el Dr. Álvaro Langer, Director Alterno de Imhay y líder del estudio.

Un equipo de investigadores encabezado por el Dr. Álvaro Langer, Director Alterno del Núcleo Milenio Imhay y académico del Instituto de Estudios Psicológicos de la Facultad de Medicina de la Universidad Austral de Chile y que contó con la colaboración de la Alianza Chilena contra la Depresión, publicó en la revista Frontiers in Public Health los resultados de un estudio acerca de los factores sociales y económicos asociados a la depresión en jóvenes universitarios chilenos durante la pandemia por COVID-19.

“En Chile, se ha analizado la asociación entre distintos niveles de ingresos económicos y síntomas de depresión, ansiedad, estrés, y consumo de alcohol y drogas en esta población. Sin embargo, es importante seguir profundizando en variables relacionadas con aspectos sociales y económicos que son muy relevantes en salud, no sólo en salud mental, como el tipo de vivienda, la situación laboral, el tener o no hijos, etc.”, explica el Dr. Langer.

El trabajo también exploró un aspecto menos estudiado, pero igualmente importante: la depresión subumbral, que se caracteriza por la presencia de síntomas depresivos clínicamente importantes, pero que no alcanzan a cumplir los criterios para el diagnóstico de un trastorno depresivo mayor.

“Hay una tendencia en enfocarse en la psicopatología cuando se cumplen ciertos criterios, pero ¿qué pasa con aquellas personas que no cumplen todos los criterios para tener un síndrome y, sin embargo, tienen un conjunto de síntomas que igual causan malestar? Esas personas requieren intervenciones para aliviar su malestar y para prevenir el desarrollo de cuadros más graves”, plantea Marcelo Crockett, Investigador Doctoral de Imhay y co-autor de esta investigación.

Impacto de la pandemia

El trabajo consistió en el análisis de los resultados en pandemia por COVID-19 de una encuesta en línea que se aplica en forma anual hace más de 7 años en estudiantes de una universidad del sur de Chile y que evalúa síntomas depresivos y variables socioeconómicas, entre otras.

La encuesta se realizó en noviembre de 2020, justo antes de que se reanudaran las cuarentenas en donde se llevó a cabo el estudio. Participaron 1.577 estudiantes de pregrado (64,6% mujeres) con un promedio de edad de 22 años.

Según los resultados del estudio, el 32,3% de los jóvenes cumplía criterios para un episodio de depresión mayor y un 14,3% para un episodio de depresión subumbral. Se confirmaron algunos datos de estudios previos, de manera que la prevalencia de episodio de depresión mayor fue más alta en mujeres, en universitarios que no vivían con sus padres, pertenecientes a estratos socioeconómicos más bajos y que tenían dificultades económicas debido a la pandemia.

Al analizar la información de aquellos jóvenes con depresión subumbral, aparecieron las novedades. El Dr. Langer cuenta “En los alumnos con mayores ingresos económicos fue donde hubo mayor prevalencia de depresión subumbral. A mí me parece muy interesante porque es una población que uno podría invisibilizar al diseñar estrategias para prevenir enfermedades del ánimo, ya que no se considera tradicionalmente como de riesgo”.

Factores de prevención

“Estas personas que están iniciando síntomas podrían pasar inadvertidas, sin embargo, con estrategias oportunas, la progresión a una depresión mayor se puede detener”, dice el Investigador Doctoral de Imhay, Marcelo Crockett.

Otro hallazgo de esta investigación es acerca de la influencia de dos aspectos sociales: la pertenencia a algún grupo y la percepción del apoyo social que se recibe, es decir, la percepción de apoyo afectivo y la posibilidad de hablar y compartir temas importantes para uno. Los análisis mostraron diferencias entre jóvenes con episodios de depresión mayor y aquellos con depresión subumbral.

“En jóvenes con depresión mayor, el sólo pertenecer a un grupo no sería suficiente como medida protectora, en ellos cobra mayor importancia el percibir un alto apoyo social. En cambio, en jóvenes con depresión subumbral tanto el pertenecer a un grupo como el alto apoyo social percibido serían medidas protectoras”, explica el Dr. Álvaro Langer. Promover un alto apoyo social percibido sería una posible medida para favorecer la prevención de la depresión en jóvenes universitarios, especialmente en quienes tienen algunos síntomas de depresión, pero que aún no tienen la enfermedad.

“Estas personas que están iniciando síntomas podrían pasar inadvertidas, sin embargo, con estrategias oportunas, la progresión a una depresión mayor se puede detener”, dice el Investigador Doctoral de Imhay, Marcelo Crockett. “Es un grupo al cual hay que poner atención para las estrategias de prevención. Es relevante e interesante de investigar en estudios futuros”.

¿Y cómo prevenir? Participar en el mundo social, no aislarse, unirse a grupos, y si además esa participación se constituye en un apoyo más específico, aún mejor. De ahí la importancia de que en los espacios universitarios se propicie la adecuada relación de los jóvenes con sus pares y la pertenencia a grupos.

Estos resultados podrían abrir la puerta a nuevas investigaciones, no sólo para delinear mejor el beneficio de la interacción social en jóvenes con depresión en sus diversos grados, sino también para profundizar en la comprensión de la depresión subumbral.

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[PRENSA] Profesores y salud mental: Presencialidad en crisis

Luego de entrenar su flexibilidad y resiliencia durante el confinamiento, gran parte de la comunidad escolar esperaba con ansias el regreso a la presencialidad. Pero no ha sido fácil: la salud mental de los profesores y profesoras vive hoy una crisis profunda, similar a la que enfrentó el personal de salud en el peak de la pandemia de covid-19.

Entrevistado por Revista Ya, el psiquiatra, Investigador Principal de Imhay y académico de la Facultad de Educación de la Universidad de los Andes, Dr. Jorge Gaete indicó que no solo los estudiantes están desregulados; también los apoderados, basándose en lo que ha observado tanto en el diplomado que dirige como en el trabajo de investigación que realiza actualmente en más de 70 colegios, como director del Centro de Investigación en Salud Mental Estudiantil de la misma universidad.

«En uno de los colegios que está participando en nuestros estudios, algunos apoderados entraron al establecimiento y fueron a golpear a unos alumnos; en otro, entraron a golpear a los profesores. Están así en parte por efecto de la pandemia, pero también por el ambiente polarizado en el que estamos viviendo», señala el Dr. Gaete.

Según el investigador Imhay, la salud mental de los profesores y profesoras siempre está bajo cierto grado de amenaza, tanto por factores estructurales como culturales.

«Pasan muchas horas en aula y eso los deja sin el tiempo necesario para poder pensar en mejores alternativas pedagógicas. Además, hay pocas instancias en las que los profesores son entrenados en habilidades socioemocionales y de autocuidado de la salud mental. Pese a que se habla cada vez más de salud mental y de las licencias que muchos profesores se están tomando por esa razón, todavía hay mucha estigmatización y resistencia a tomarle el peso a estos problemas. Muchos piensan que los cuadros de ansiedad o depresión tienen que ver con el carácter o con falta de voluntad, cuando puede haber incluso razones biológicas que dificultan el reponerse. Y todo esto se da en un contexto en el que no hay recursos, ni económicos ni de tiempo, para abordar estas problemáticas», señala el investigador de Imhay.

El Dr. Gaete rescata el modelo de las “escuelas saludables”, que funcionan según los lineamientos de la OMS y están presentes en Escocia y Canadá, entre otros países. También la propuesta de Mark Greenberg, cuyo modelo de intervención para los colegios —aún no aplicado en Chile— incluye desde la alfabetización emocional de los docentes, hasta la enseñanza de mindfulness y técnicas de regulación emocional.

«Está comprobado que este tipo de intervenciones no solo mejora la salud mental de los docentes, sino también la convivencia escolar y el aprendizaje. Lo que no está del todo claro es si el hecho de intervenir solo a nivel de los docentes puede tener un impacto significativo también en la salud mental de los estudiantes», concluye el también investigador principal del Núcleo Milenio para Mejorar la Salud Mental de Adolescentes y Jóvenes, Imhay

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[PRENSA] Más de la mitad de los universitarios viven con estrés y un tercio de ellos sufren de insomnio

Encuesta realizada por investigadores de Imhay, la Universidad de los Andes y la Universidad de Talca, reporta que cerca del 38% manifiesta síntomas de ansiedad y una parte importante se ha sentido desesperanzado. Los más afectados son los de primer y segundo año. Fomentar el sentido de comunidad y ofrecer talleres de primeros auxilios psicológicos son parte de las respuestas de la academia.

En el estudio, aplicado a más de 5 mil estudiantes, se reportó que la prevalencia de los problemas de salud mental ocurren de manera transversal entre distintas casas de estudio y que “las principales problemáticas se ven en la población más joven, es decir, los de primer y segundo año”, indica el académico de la Facultad de Educación de la Universidad de los Andes e Investigador Principal de Imhay, Dr. Jorge Gaete.

“Eso implica, de alguna manera, que gran parte del problema comienza antes de llegar a la universidad. Son personas que vienen con bastante sintomatología; no es algo que uno podría decir que se va acentuando a medida que van avanzando la carrera”, explica el psiquiatra

De ahí que consultado respecto a qué acciones se pueden tomar para reducir el número de universitarios con problemas de salud mental, una primera recomendación “es un llamado a las políticas públicas a hacer medidas de prevención en la población infanto-juvenil. Si queremos tener adultos más sanos, debemos tener claro que muchos de ellos parten su sintomatología tempranamente y que no parece que en general estemos dando buenas respuestas”, responde el investigador Imhay.

Aunque los datos del estudio se tomarin a mediados de 2020, los autores advierten que cifras preliminares muestras que con el paso del tiempo, esgas siguen igual e incluso han ido en aumento. “No tenemos indicadores de que esta problemática esté mejor, sino más bien de que está igual o peor”, resume el Dr. Gaete.

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Investigador Senior de Imhay es postulado al Premio Nacional de Ciencias Aplicadas y Tecnológicas 2022

Patrocinado por connotados psiquiatras, el actual director y exdirectores de la Clínica Psiquiátrica Universitaria, y el apoyo de diversos especialistas, instituciones y organismos chilenos y extranjeros, incluyendo la Organización Mundial de la Salud, el Dr. Ricardo Araya es el primer profesional de la salud mental nominado a este galardón.

El Dr. Ricardo Araya ha dedicado la mayor parte de su carrera a desarrollar propuestas de atención en salud mental para comunidades de bajos recursos y grupos con mayores necesidades en salud mental, como mujeres, jóvenes y pacientes mayores.

El doctor Araya es actualmente profesor e investigador del King’s College London, uno de los centros académicos y científicos más importantes del mundo en el campo de la psiquiatría, y forma parte del equipo del Núcleo Milenio Imhay como Investigador Senior.

Dada la relevancia de su trabajo, el impacto de sus innovaciones y el impulso que le ha dado a la investigación científica en salud mental, directores y exdirectores de la Clínica Psiquiátrica Universitaria de la Universidad de Chile, entre los que se cuentan los Dres. Luis Risco, Fernando Ivanovic-Zuvic, Graciela Rojas, Hernán Silva y Julio Pallavicini, decidieron patrocinar su postulación para el Premio Nacional de Ciencias Aplicadas y Tecnológicas, que debe resolverse en agosto próximo.

Además, apoyan su nominación diversas instituciones y personalidades, como el Núcleo Milenio Imhay; la Sociedad de Neurología, Psiquiatría y Neurocirugía de Chile (Sonepsyn); la Ministra de Salud, Dra. Begoña Yarza; el exrector de la Universidad de Chile, Dr. Ennio Vivaldi; la economista Andrea Repetto; el médico salubrista Giorgio Solimano; e incluso autoridades extranjeras, como la Directora del Departamento de Salud Mental y Abuso de Sustancias de la Organización Mundial de la Salud, Dévora Kestel.

“Todas esas personas han mandado cartas muy bonitas. Ha sido reconfortante para mí, porque no estoy acostumbrado, nunca he buscado reconocimiento o postulado a alguno de estos premios tan importantes”, comenta el científico. Sin embargo, su nominación le entusiasma, porque “tiene que ver con la visibilidad de la salud mental. Llegó el momento en que empecemos a ´matricularnos´, porque nunca nadie de nuestro rubro ha sido elegido”.

El psiquiatra chileno no sólo ha sido reconocido por sus pares nacionales e internacionales, ya que el sociólogo estadounidense Ronald Kessler -profesor de la Universidad de Harvard y el científico más citado en el mundo- ha dicho que el Dr. Ricardo Araya es uno de los cinco líderes en salud mental global. Pocos profesionales chilenos han recibido halagos así, de una eminencia científica internacional.

“Es bonito escuchar que lo que uno ha hecho durante cuarenta años ha tenido una repercusión, y que personas que están a un alto nivel lo vean”, comenta desde Londres este renombrado médico chileno, que durante su carrera ha participado en más de 60 proyectos de investigación y ha publicado más de 300 artículos científicos, que han recibido un alto índice de citas. Veinte de esos trabajos han aparecido en la prestigiosa revista médica The Lancet.

Innovaciones en salud mental

El psiquiatra junto a un equipo de investigadores enseñaron, en Zimbabwe, África, a inusuales monitores, como profesores, líderes sociales e incluso personas mayores, para que dieran asesoría a personas con problemas de salud mental conversando en bancas dentro o fuera de las clínicas. El plan se llamó ‘La Banca de la Amistad’ (Friendship Bench). Esta iniciativa fue elogiada por la Organización Mundial de la Salud, Naciones Unidas, y los gobiernos de EEUU, Reino Unido y Canadá, entre otros.

Ricardo Araya se tituló de médico en la Universidad de Chile, se especializó en psiquiatría e hizo un posgrado en el Maudsley Hospital de Londres, uno de los centros más prestigiosos del mundo. Comenzó su labor docente y científica, primero en la Universidad de Bristol, luego en la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, y desde 2017 en en el King´s College, también en Londres, donde es Profesor Titular -una categoría que ningún académico chileno había obtenido antes- de Salud Mental Global.

Ambas instituciones -King´s College y la Escuela de Higiene y Medicina Tropical- se aliaron para formar el Centro para la Salud Mental Global (CGMH), y nombraron al profesor Araya como codirector, junto con el reconocido psiquiatra indio Vikram Patel. Con él lanzó en 2007 el Movimiento para la Salud Global Mental (MGMH), una red colaborativa de personas e instituciones para mejorar la atención de quienes viven con problemas mentales y trastornos psicosociales, especialmente en países de ingresos medios y bajos. La iniciativa tiene adscritas a más de 10 mil personas de 200 organismos en el mundo.

Es así como el especialista ha dedicado la mayor parte de su carrera a desarrollar propuestas de atención en salud mental para comunidades de bajos recursos y grupos con mayores necesidades en salud mental, como mujeres, jóvenes y pacientes mayores.

“No me era suficiente el estar frente a una persona que me contara sus problemas y tratar de entenderla y ayudarla a nivel individual. Quería entender cómo operaba esto a un nivel más general, poblacional: cuáles eran los problemas más comunes, por qué la gente se enfermaba o no, cómo salían adelante, qué cosas funcionaban y cuáles no”, relata el doctor Araya. “Yo tenía una sensibilidad social importante y eso era lo que me motivaba: qué se puede hacer para ayudar a estas personas que tienen estos problemas, que son tan comunes, y donde no hay los medios como para poder sacarlas adelante”.

Realizó sus primeros esfuerzos de innovación en salud mental en la década de los 90, en Chile, donde fue asesor en el Servicio Nacional de la Mujer y estuvo a cargo de la primera Encuesta de Violencia Intrafamiliar, que sentó bases para la Ley de Violencia Intrafamiliar del 2005. También fue Asesor Científico Superior y Director de la Unidad de Evaluación de Atención Primaria del Ministerio de Salud.

Gracias a los contactos internacionales que el profesor Araya ya cultivaba, consiguió financiamiento del Instituto Nacional de Salud Mental de Estados Unidos para hacer en Chile un estudio sobre costo-efectividad de un modelo de tratamiento para la depresión en mujeres a nivel de atención primaria.

El esquema fue innovador y potente porque, entre otras características, ofrecía una solución a la falta de recursos humanos especializados en la atención psiquiátrica, transfiriendo responsabilidades en el cuidado de la depresión a personal no-médico y empoderando a personas con depresión para fortalecer su autocuidado.

Dada la relevancia de este trascendental estudio, la revista científica The Lancet lo publicó en 2003, como el primer ensayo clínico de una intervención ampliamente exitosa en salud mental en atención primaria en países en vías de desarrollo y con menos recursos.

En Chile el modelo fue implementado a mayor escala y es la base del actual Programa Nacional de Depresión en Atención Primaria. Su impacto sigue siendo visible ya que ha impulsado, por ejemplo, que se formen grupos de autoayuda liderados por mujeres que se han recuperado de su depresión y que comienzan a ayudar a otras que están aún en proceso.

Además, el modelo pasó a ser un referente a nivel global, a tal punto que se convirtió en un estándar de atención en varios países, y fue adoptado por la Organización Mundial de la Salud.

El Dr. Ricardo Araya formó parte de la comisión de trabajo organizada por la Organización Mundial de la Salud “Ayudando a adolescentes a crecer”. En la foto aparece junto a los profesores del King’s College London: Crick Lund, Mark Jordans y Taiana Sailsbury.

“Los jóvenes lo están pasando mal”

Debido a su inquietud por promover iniciativas y políticas públicas para comunidades con mayores necesidades de atención en salud mental, el científico chileno lidera en los últimos años varias investigaciones centradas en población juvenil.

“La salud mental está muy estrechamente relacionada con lo que está pasando en la sociedad, a diferencia de muchas enfermedades de la salud física”, plantea el Dr. Araya. “Y hoy en día están pasando muchas cosas para la gente joven. El tema más álgido en este momento es la crisis económica, que obviamente afecta a todos, pero a los jóvenes les va quitando oportunidades. Tuvimos el Covid, que les quitó la posibilidad de poder interactuar, y los jóvenes estuvieron apretaditos dos o tres años, y las consecuencias de eso aún no las sabemos, vamos a verlas más adelante”.

“El tema de salud mental en los jóvenes está candente, no sólo porque ellos lo están pasando mal, sino que la sociedad se está resintiendo porque ellos están mal”, advierte. “Los jóvenes son el presente, si no invertimos ahí, si no les ayudamos a sentirse mejor, a sentir que pueden hacer una contribución a nuestra sociedad, vamos mal ¿no?”.

En la actualidad, este científico chileno -postulante al Premio Nacional de Ciencias Aplicadas y Tecnológicas 2022- tiene en marcha un estudio para desarrollar un modelo de atención para jóvenes afectados por los conflictos armados en Colombia; en otra investigación busca identificar los factores de resiliencia que ayudan a prevenir o tratar depresión y ansiedad en jóvenes de Lima, Buenos Aires y Bogotá; y en Chile -como Investigador Senior en el Núcleo Milenio Imhay- impulsa el uso de tecnología y aplicaciones digitales en diversos tipos de intervenciones, como herramientas computacionales para prevenir y tratar trastornos mentales en adolescentes y estudiantes universitarios.