¿De qué hablan los chilenos en terapia? Cuatro destacados psiquiatras, entre ellos, la directora de Imhay, Dra. Vania Martínez, entregan en Revista Ya sus visiones sobre cómo estamos los chilenos. ¿Su veredicto? El estallido social, la pandemia y la incertidumbre política y económica dispararon la ansiedad y los síntomas depresivos, pero tenemos mucho para ser resilientes.
Las cifras sobre salud mental en Chile suelen reflejar un escenario oscuro. El área laboral es especialmente compleja: según el informe de la ACHS de abril, el 67% de los diagnósticos de enfermedades profesionales en el país corresponde a salud mental. En 2021, la cifra llegaba al 52%. Por otro lado, según el Termómetro de la Salud Mental en Chile entregado en mayo —informe que realiza la PUC junto a la ACHS, pero con una muestra representativa a nivel nacional—, el 23,3% de los chilenos declara sentirse deprimido y el 22,3% se identifica con síntomas de “ansiedad generalizada”.
Al analizar los números en detalle, se puede apreciar además que las mujeres siempre muestran índices un poco más altos que los hombres. Y que si bien muchas estadísticas reflejan una leve mejoría en relación con el año 2020, siguen siendo bastante altas.
En sus consultas —y también en su trabajo académico o en organizaciones de la sociedad civil—, muchos psicólogos y psiquiatras palpan este fenómeno en la tremenda soledad con la que estas cifras se hacen carne en los individuos. Ven los ojos cansados, el desgano, el conflicto y la violencia. Ven también la duda, el temor, la incertidumbre. Ahí, la ansiedad y la depresión tienen nombre y apellido. Pero estos espacios revelan, también, las fortalezas del ser humano. Fortalezas a las que, finalmente, se puede echar mano para salir a flote.
Cuatro especialistas, cada uno desde la perspectiva que entrega su área de acción, describen aquí esta realidad, con dureza, pero sin perder la esperanza y reconociendo que lo que ven en el diván no necesariamente refleja a todos los chilenos. Porque en nuestro país hay poco acceso a tratamientos de salud mental, y también porque consultar a un profesional implica el reconocimiento de un problema y las ganas de abordarlo. Algo que, lamentablemente, todavía se da poco.
Vania Martínez, directora de Imhay:
“Hablar de generación de cristal es una exageración”
Desde su trabajo como directora de Imhay —Núcleo Milenio para mejorar la Salud Mental de Adolescentes y Jóvenes—, a la psiquiatra Vania Martínez, doctora en psicoterapia y académica de la U de Chile, le toca tomar contacto con miles de jóvenes. Un caso llamó particularmente su atención: una mujer que, liberado el uso de mascarillas con el declive de la pandemia, se resistía a dejar de usarlas. Se habían convertido en una especie de refugio que la protegía de mostrar su imagen real, con la cual no estaba conforme. Un claro ejemplo de cómo la pandemia caló profundo en la salud mental de nuestros jóvenes y adolescentes, con efectos que no se sabe aún cuánto durarán.
—Este es un grupo heterogéneo; hablar de “la generación de cristal” es una exageración, un estereotipo que generaliza, es injusto y no valora su potencial. Pero no podemos negar que, junto a los niños y los adultos mayores, los adolescentes y jóvenes están entre los más impactados por todo lo que implicó el covid-19. Porque, a esa edad, dos años es mucho tiempo. Y porque es una etapa de mucha vulnerabilidad —opina Martínez.
¿Qué dicen las cifras que maneja al respecto?
—Hay mucho dato que viene de diferentes estudios, pero juntos permiten corroborar la hipótesis de que es un grupo que ha sido muy afectado. Se ven bastantes casos de síntomas depresivos o trastornos de ansiedad y autolesiones. Aunque en 2020 bajaron las cifras de muerte por suicidio, ha aumentado la ideación suicida. Y en 2022 hubo mucha crisis de pánico y un incremento en las hospitalizaciones por salud mental —advierte.
El encierro forzado, asegura, tuvo de dulce y agraz. Fue bueno para los jóvenes cuyo entorno familiar es un espacio seguro, donde se vio a padres disfrutando junto a sus hijos y tratando de lidiar de la mejor manera posible con los desafíos del momento. Pero cuando había una gran conflictividad el impacto en los jóvenes fue alto. En esa línea, la comunidad LGBTIQ+ fue de las más afectadas, dice Vania Martínez, citando el estudio “La casa a veces es la boca del lobo”, realizado por la Oficina de Equidad e Inclusión de la Universidad de Chile en 2020.
Tanto en las charlas que realiza en colegios como en consulta, la psiquiatra ha observado el impacto negativo del mal uso de las redes sociales en este grupo etario.
—Un ejemplo son las páginas de confesiones, grupos privados a los que los adultos no tienen acceso. Ahí se hacen funas y no existe el derecho a defensa. Hay rabia por lo que se considera injusto, pero también está la idea de tomar la justicia en las propias manos; por eso en estas páginas se vuelcan rabias no comprobables ni conversadas. Les cuesta resolver sus temas hablando en persona. Y si a los adultos, que tenemos más experiencia de vida, nos pasa tanto que tenemos conflictos por mensajes de WhatsApp mal comprendidos, con mayor razón eso les ocurre a ellos —ejemplifica.
La sensación de falta de sentido en relación con sus proyectos de vida —que muchos describen como “vacío existencial”— también es frecuente. En esa línea, el cambio climático es una preocupación real, pero que, según Vania Martínez, muchas veces se expresa de manera negativa: en vez de motivarlos a la acción, empiezan a pensar cosas como “para qué me voy a esforzar si no hay futuro”.
—Antes, casi todas las personas pensaban que sus hijos iban a tener una mejor vida que ellos. Esta es la primera generación que enfrenta incertidumbre frente a esto y eso les afecta muchísimo—concluye.
Texto: Sofía Beuchat, revista YA | Ilustración: Francisco Javier Olea | Foto: Macarena Pérez
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