Un presidente que habla abiertamente sobre su trastorno obsesivo compulsivo (TOC), el mayor programa de prevención de suicidio de Latinoamérica o el protocolo inédito de un conocido mal: Chile toma la delantera regional y encara sin complejos y de manera transversal su crisis de salud mental.
Se estima que uno de cada cuatro chilenos sufre problemas de salud mental, entre ellos el mandatario Gabriel Boric, quien padece TOC desde la adolescencia y en 2018 sorprendió anunciando que se tenía que ingresar dos semanas para tratárselo.
El exlíder estudiantil ha hecho de la lucha contra el estigma una de sus banderas, aprobando leyes como la que garantiza la inclusión de personas con trastorno del espectro autista (TEA), y ha prometido «la mayor inversión en 30 años» en salud mental.
«Durante demasiado tiempo ha sido un tema tabú que ha contribuido a la discriminación y el aislamiento», dijo recientemente en un foro de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Momento único de conciencia
Chile, según la OMS, es uno de los países de la región donde la prevalencia de enfermedades mentales es más alta, una situación que se ha acrecentado con la pandemia, especialmente entre los jóvenes. De acuerdo al Ministerio de Salud, solo una quinta parte tiene acceso a un tratamiento periódico.
Para Isabel Puga, presidenta del Colegio de Psicólogos, Chile tiene unas «peculiaridades» que lo distinguen de la región y aumentan el «riesgo» de la población a sufrir trastornos, como su idiosincrasia o su modelo socioeconómico.
«No somos tan buenos para las fiestas, somos más bien introvertidos (…) Nadie conversa con nadie en un ascensor o en el metro. Siempre estamos muy serios», afirmó a EFE.
A eso, apuntó, se suman las numerosas catástrofes ambientales vividas a lo largo de la historia y el modelo neoliberal instalado durante la dictadura (1973-1990), que fomentó la «individualidad» y la «sensación de soledad».
Pese a ello, para Vania Martínez, académica de la Universidad de Chile y directora de Núcleo Milenio Imhay, Chile «está en un momento único de toma de conciencia transversal», lo que explica el aluvión de iniciativas en pro de la salud mental.
«Ha habido un gran cambio y no es solo a raíz de la pandemia. Ya en el estallido social de 2019 se instaló la idea de cuidar la salud mental», indicó a EFE.
Un sondeo de octubre de Ipsos colocó a Chile entre los países más preocupados del mundo por este tema, solo después de Suecia.
«La gente está mucho más abierta e incluso se presume de ir al psicólogo y hacer terapia, algo impensable hace años», agregó Puga.
Presupuesto insuficiente
Si bien Boric «ha puesto aún más sobre el tapete el tema», desde el Colegio de Psicólogos recuerdan que Chile ya rompió barreras regionales en el 2000, cuando el Gobierno del socialdemócrata Ricardo Lagos implantó el Plan Nacional de Salud Mental y Psiquiatría.
Puga, quien participó en su confección, relató que el plan tuvo influencias de Canadá y Reino Unido y que, en general, ha sido respetado por casi todos los Gobiernos posteriores: «El modelo actual es bastante bueno, solo tiene un pero: el presupuesto», advirtió.
De toda la partida de salud en Chile, el 2,4 % se destina actualmente a salud mental, una cifra inferior a la mediana mundial (2,8 %) y al gasto en los países de ingresos altos (5,1 %), según la OMS.
«Si nos comparamos con otros países de la región, efectivamente hemos hecho avances. Tenemos patologías garantizadas en el sistema público, psicólogos en atención primaria y en escuelas, pero es insuficiente», enumeró Martínez.
Ve la nota original publicada en el diario español La Vanguardia AQUÍ
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