Un reciente estudio realizado por Imhay a estudiantes de primer año de la Universidad de Chile, muestra que tres de cada cuatro encuestados reconoce que su estado de ánimo «era peor o mucho peor en comparación al contexto pre pandemia».
Scarlett Mac-Ginty es investigadora joven de Imhay y parte del equipo de trabajo de la investigación.
«Mi mayor problema con las clases virtuales ha sido el poder concentrarme. Además, con la pandemia mi mamá quedó sin pega y hemos tenido ciertos problemas económicos, entonces como que igual tienes la cabeza en distintas partes. Por así decirlo, cuesta un poco afrontar esta nueva vida, ya que es primera vez que tengo clases virtuales y en verdad ha sido una experiencia súper desagradable».
El relato de Leonardo Valdebenito, estudiante de primer año de filosofía de nuestra casa de estudios, grafica, en parte, esta nueva realidad que están enfrentando miles de jóvenes que entraron a la universidad, sin saber que lo imaginado en su minuto cambiaría por completo.
Su historia coincide con la de otros y otras estudiantes, quienes no sólo han tenido que luchar con la con la novedad de las clases virtuales, sino que también con todos los factores adversos que la pandemia ha profundizado: problemas económicos, mala conectividad, nuevas dinámicas familiares y un largo etcétera que sin duda ha afectado como nunca antes su salud mental.
Ejemplo de esto es lo que ha tenido que vivir Fernanda Ponce, estudiante de Bachillerato de segundo año de la Universidad: «Por estar muy enfocada en los estudios y las clases, y no darme tiempo para despejarme o para descansar cuando realmente lo necesitaba mi salud mental se vio afectada muy negativamente. También pasaron otras situaciones personales que perjudicaron más eso, entonces tuve que acudir a atención psicológica y de hecho aun estoy con psicólogo porque ya no podía cargar con tantas cosas yo sola y no sabía cómo solucionarlo».
Los números de la «Encuesta Longitudinal en Salud Mental» (ELSAM) del Núcleo Milenio para Mejorar la Salud Mental de Adolescentes y Jóvenes (Imhay), realizada en junio y julio de 2020 y cuyos resultados fueron entregados recientemente, otorgan claridades del efecto negativo que ha tenido pandemia en las y los estudiantes universitarios.
La investigación, aplicada a 2411 alumnos y alumnas de primer año de la Universidad de Chile, señala que el 77,7% de los y las estudiantes percibió que su estado de ánimo era peor o mucho peor en comparación al contexto pre pandemia, «siendo las mujeres las que reportaron peor estado de ánimo y mayor severidad en los síntomas».
Pero no sólo eso: un 47,1% de los y las estudiantes encuestados reportó una disminución de ingresos en su grupo familiar, un 16,9% señaló que uno de los integrantes de su núcleo perdió su trabajo, el 15,7% tuvo un miembro de su grupo familiar que contrajo el virus, y un 1,9% declaró haber sido diagnosticado por COVID-19.
Para Scarlett Mac-Ginty, candidata a doctora en el Servicio de Salud e Investigación Poblacional del Instituto de Psiquiatría, Psicología y Neurociencia del King’s College de Londres e investigadora joven de Imhay, quien forma parte del proyecto, esto muestra que la conexión de los distintos factores es crucial a la hora de analizar los datos: «Muchas veces pensamos sólo en la salud mental en lo que respecta a la experiencia de la universidad, lo que pasa adentro, las clases, pero como muestra el artículo esto no es así. Por esto es muy importante que cuando hablamos de salud mental universitaria no debemos olvidar que está todo conectado».
La psicóloga y coordinadora del Área Psicoeducativa de la Dirección de Asuntos Estudiantiles de la Facultad de Ciencias Sociales de la UChile, Gabriela Jáuregui, ratifica este análisis: «Desde la experiencia de escucha cotidiana a estudiantes podría decirte que los efectos de la pandemia en jóvenes toma diversos tintes, los que están también en cierta medida sujetos a condiciones en que la pandemia encuentra a estos estudiantes. Y cuando digo condiciones me refiero a condiciones socioeconómicas, condiciones habitacionales, condiciones afectivas en las que la realidad de cada sujeto aporta a esta configuración y dependiendo de estos también la pandemia va tomando estos matices».
Las y los estudiantes coinciden en que la virtualidad y la sociabilización son parte de los factores «más importantes» a la hora de pensar en su salud mental y el impacto de la pandemia en su estado de ánimo.
María José Gallegos, estudiante de segundo año de periodismo del Instituto de la Comunicación e Imagen, cuenta que lo más complejo ha sido perder «esa experiencia de conocer gente en persona, hacer amigos, participar de cosas presencialmente, que se hagan discusiones y debates en la misma clase, que nos conozcamos. Tengo ganas de sentir como esa esencia de la universidad», agregando que «al principio fue bastante difícil por diferentes motivos. La pandemia, la cuarentena, el no salir, no ver a nadie y estar sólo con la gente que vive en tu casa constantemente es extraño. Además, por lo menos en mi generación no se generaron tantas instancias de conocer la universidad. Este año hubo una semana mechona y todo, pero igual no es lo mismo conocer a las asistentes sociales o a la DAE en persona y poder pedirle ayuda. O por ejemplo a los profesores. Decir no entiendo este trabajo. Todo es por correo. Entonces eso igual afecta. Esa conexión con las personas, ese sentimiento de que no es una pantalla, es una persona. Por eso creo que la parte humana ha sido lo más difícil».
Su compañera de la UChile, Inyer Iturrieta, estudiante de tercer año de derecho, ha tenido sentimientos similares: «Extraño mucho el contacto humano, ver a mis compañeras, interactuar con los profesores, pasar tiempo en la Universidad».
La psicóloga y directora de la Dirección de Salud Estudiantil (DSE) de la Vicerrectoría de Asuntos Estudiantiles y Comunitarios, Viviana Guajardo, concuerda con las estudiantes: «El mayor impacto ha sido, tanto en este grupo etario como en otros, que la sociabilización entre pares es muy importante, donde además se crean y se afiatan los vínculos en un ambiente donde los estudiantes de los primeros años comparten experiencias comunes, que les permiten conocer y avanzar en la vida universitaria. Además, la mayoría ha debido adaptarse a las modalidades online, donde no solo los estudiantes no estaban preparados sino que tampoco los docentes y el sistema educacional».
Cuando las condiciones no son las mejores o cuando no sólo nosotros sino que todo nuestro entorno trata de adecuarse a estas nuevas realidades y relaciones, dicha adaptación se complejiza aún más. Según el estudio de Imhay, un 47% de estudiantes reconoció dificultades para acceder y seguir las clases en modalidad online, y un «82,5% reportó haber sufrido problemas de concentración en los estudios y actividades cotidianas».
«Podía concentrarme mucho más estando allá (en la universidad) porque iba dedicada a estudiar, en cambio en la casa uno esta cocinando, haciendo aseo, etc; pero no dedicándose al cien por ciento a estudiar», relata Inyer.
La directora de Salud Estudiantil recuerda que muchos de los espacios de convivencias se han visto afectados «por el distanciamiento social en pandemia», lo que «afecta en la calidad de vida del estudiante, en su aprendizaje (no todos pueden aprender de la misma forma frente a una pantalla). Si ha eso sumamos las brechas de acceso a los estudiantes en sus entornos, (no todos cuentan con los espacio privados para asistir a sus clases online, mala conexión, etc) genera estrés en la mayoría de los y las estudiantes, provocando sintomatología que puede llegar a convertirse en un problema de salud».
Scarlett Mac-Ginty, parte del equipo de la encuesta señalada e investigadora joven de Imhay, agrega: «Encontramos que hay una relación con los chicos y chicas que tenían problemas con las clases online. Esto puede ser porque no tienen un espacio adecuado, porque no tienen una buena conexión a internet, porque no tienen un buen equipo o computador, o sencillamente por la metodología de las clases, y son estos los que presentan mayor sintomatología depresiva y ansiosa. También los estudiantes que auto reportan tener problemas de concentración. Y estamos hablando de concentración en las tareas cotidianas y en los estudios en general».
La estudiante de derecho también cree que todos estos factores han influido en su salud mental, pero siente «que es algo más bien ´generalizado´, que vamos a tener todos como un ´síndrome de estrés pandémico´, porque jamás pensamos poder lidiar estando encerrados tanto tiempo. Tengo la suerte de vivir en el campo con un patio enorme, pero no me imagino lo difícil que debe ser para la gente que su patio es su balcón. El compartir con nuestros amigos y familia era mucho más importante para nuestra salud mental de lo que creíamos. Aún así creo que somos súper adaptables y podremos salir adelante».
En abril 2019, las y los estudiantes de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo paralizaron sus actividades para manifestarse por una demanda muy poco escuchada en Chile y en nuestra casa de estudios. Vestidos de negro, en el frontis de la FAU, portaron carteles con los conceptos: llanto, depresión, estrés, sobrecarga académica, etc. A los pocos días, su reclamo era uno de los temas más comentados en redes sociales y matinales, revolucionando, también, a toda toda la comunidad universitaria.
La joven investigadora de Imhay recuerda que «cuando salió la intervención de los y las estudiantes de arquitectura vimos que muchos profesores conocidos y también políticos salieron diciendo que ´que estos niños son flojos, que yo saqué la carrera y trabajaba´, etc, entonces siempre se comparaban y eso no es justo, porque hay un cambio generacional, y ese es otro punto que ha empeorado en general la salud mental dentro de un mundo globalizado que es mucho más incierto para los y las jóvenes ahora».
A dos años de dicha expresión, la salud mental de la comunidad estudiantil es uno de los ejes centrales del trabajo de nuestra institución. Con una pandemia a cuestas, la Dirección de Salud Estudiantil ha redoblado sus esfuerzos para mantener las atenciones a distancia. Con el uso de los medios tecnológicos, se han realizado más de 7000 consultas de psicología y psiquiatría.
Además, con el objetivo de realizar intervenciones en el ámbito de la prevención y promoción, la DSE ha incorporado a su equipo a una médico familiar y una psicóloga comunitaria, sumándose a las distintas actividades grupales a distancia, las que buscan mejorar el manejo de la sintomatología de ansiedad y depresión. Siendo parte, a su vez, de la campaña Conciencia Saludable, de la Vicerrectoría de Asuntos Estudiantiles y Comunitarios, la que busca contribuir a mejorar el bienestar biopsicosocial de las y los alumnos de nuestra Universidad.
Para Viviana Guajardo, directora de Salud Estudiantil, «es importante hacer énfasis en el autocuidado y en las estrategias de promoción y prevención en el ámbito de bienestar mental. No todos necesitan psicólogos o psiquiatras frente a situaciones que nos agobien, en especial durante este periodo de mayor incertezas. Lo importante es difundir las estrategias de autocuidado y cuidado de los otros (comunicar que nos ocurre) y conocer los síntomas de alerta que nos deberían llevar a consultar con un profesional de salud».
Por su parte, Gabriela Jáuregui, psicóloga y coordinadora del Área Psicoeducativa de la Dirección de Asuntos Estudiantiles de la Facultad de Ciencias Sociales de la UChile, cree que «el desafío el de la gestión de estos espacios de escucha y trabajo directo con estudiantes se traduce en generar puentes. Me refiero a dispositivos que permitan enlazar la dimensión subjetiva con esta dimensión social y así como con esta dimensión académica formativa en un marco institucional».
La directora de la DSE recuerda que el rector Ennio Vivaldi «ha llevado el tema no solo dentro de la Universidad sino que también a la mesa social del Minsal» y que “como institución universitaria debemos poner en relevancia este tema, ya que si bien esto se viene discutiendo hace muchos años, hoy implica una oportunidad para visibilizar esta temática”.
Para la profesional «la Universidad debiese avanzar primero en la literacidad o alfabetización en temáticas de salud mental (se habla mucho pero se sabe poco de salud mental), disminuir el estigma y favorecer espacios de diálogos y estrategias comunitarias para el abordaje de los temas de salud mental. Hace algunos años se promovía el slogan, ´la salud mental es salud´, hoy debiese promoverse la idea que salud mental no es sólo salud, ya que requiere una articulación intersectorial tanto dentro como fuera de la Universidad».
Fuente: Renato Henríquez Salazar, periodista de la Dirección de Asuntos Comunitarios
DIRECCIÓN
Profesor Alberto Zañartu n°1030
Independencia, Santiago de Chile
Núcleo para Mejorar la Salud Mental de Adolescentes y Jóvenes.
Imhay 2025
About the author