¿Cómo estábamos en términos de salud mental antes de esta pandemia? No nos pilla en buen pie. Nuestras tasas de depresión son elevadas comparadas con otros países de la región. Además, en relación al estallido social, iniciado hace ya ocho meses, gran parte de la población estaba sometida a altos montos de estrés. Y somos además uno de los países que menos invierte en salud mental, comenta la directora de Imhay, Dra. Vania Martínez, en la siguiente columna publicada en The Clinic.
Producto de la pandemia por Covid-19, de las circunstancias asociadas a su mitigación y sus consecuencias sanitarias y socioeconómicas, la gran mayoría de la población se está viendo enfrentada a emociones como miedo, ansiedad, frustración y rabia, y a dificultades para concentrarse y para dormir. Hoy más que nunca nos encontramos expuestos a una gran cantidad de elementos estresantes para la salud mental. Uno de los principales estresores es la incertidumbre, ya que es una situación totalmente inédita e inesperada de carácter mundial; otros elementos son el miedo al contagio, el enfermarse, la enfermedad o fallecimiento de personas cercanas, las dificultades socioeconómicas y laborales, la sobrecarga de roles, el trabajo y la educación a distancia, la excesiva exposición a los medios de comunicación, los cambios en el estilo de vida, las cuarentenas, el confinamiento, la necesidad de distanciamiento físico, etc.
En algunas personas estos elementos estresantes gatillarán cuadros psiquiátricos como trastornos del ánimo y de ansiedad; otros aumentarán el consumo de alcohol y sustancias; y, por último, quienes tenían antecedentes de cuadros psiquiátricos pueden ver agravados sus síntomas, especialmente si se descontinúan los tratamientos. Ya la Organización Mundial de la Salud ha alertado sobre el potencial aumento de los trastornos psiquiátricos y los suicidios. También se ha detectado un aumento de los casos de violencia intrafamiliar y maltrato infantil.
Pero, ¿cómo estábamos en términos de salud mental antes de esta pandemia? Es fundamental considerar que a los habitantes de nuestro país esta pandemia “no nos pilla en buen pie” en términos de salud mental. Nuestras tasas de depresión son elevadas comparadas con otros países de la región, especialmente en mujeres de nivel socioeconómico bajo. Además, en relación al estallido social, iniciado hace ya ocho meses, gran parte de la población estaba sometida a altos montos de estrés, y sabemos por investigaciones tanto internacionales como nacionales que el estrés acumulativo impacta negativamente en la salud mental. Por otra parte, somos uno de los países que menos invierte en salud mental (menos de un 2% de su presupuesto de salud) y además existen barreras para acceder a una atención oportuna y de calidad.
Una de las principales barreras es el estigma que aún existe asociado a los problemas de salud mental. Una sociedad que promueve el individualismo valora el que cada uno se las arregle por sí mismo, de manera que pedir ayuda no se valora y los problemas tienden a ocultarse. Son los hombres quienes son más reacios a pedir ayuda profesional y, sin embargo, son ellos quienes tienen tasas mayores de suicidio que se relaciona con los trastornos psiquiátricos. Además, existen barreras estructurales como las bajas coberturas de atención en salud que tienen los problemas de salud mental, el déficit de profesionales en el sistema público, especialmente en algunas regiones del país, y la baja periodicidad que tienen las atenciones en salud mental en los centros de atención primaria de salud.
Conscientes de estas condiciones, desde la Mesa Social Covid-19 se le encargó al rector de la Universidad de Chile, Ennio Vivaldi, elaborar un documento con una estrategia nacional para el abordaje de la salud mental en situación de pandemia. Este documento ha sido considerado en el planteamiento del Plan Saludablemente del Gobierno de Chile. Este plan consta de una mesa de expertos en la que se trabajarán las principales dimensiones que deben ser consideradas en la implementación de la estrategia y una plataforma web que presenta información para educar a la población en medidas para favorecer su bienestar y para saber cuándo y dónde pedir ayuda profesional.
Es muy importante considerar en esta estrategia la articulación territorial que incluya la coordinación de actores de distintos sectores (distintos ministerios, municipalidades, academia, sociedad civil organizada, etc). Se deben tomar en cuenta los recursos y las capacidades existentes en las comunidades, favoreciendo su participación. Es fundamental incorporar una perspectiva integral sin prevalecer factores económicos por sobre los humanos y sociales.
Se requieren acciones destinadas a la población general, pero también diferenciada por grupos de riesgo como: personal de salud, personas contagiadas y sobrevivientes de Covid-19, familiares de personas contagiadas y fallecidas por Covid-19, personas con trastornos psiquiátricos o trastornos por uso de alcohol y otras sustancias, niños, niñas y adolescentes, personas mayores, mujeres con sobrecarga de tareas y en situación de vulnerabilidad a la violencia, personas en situación de dependencia y/o discapacidad, personas privadas de libertad, personas que se encuentran cesantes o en situación de precariedad laboral, personas en situación de migración, personas a cargo del cuidado de personas en situación de dependencia y/o discapacidad, entre otros. Las áreas de trabajo deben incluir: planes y programas de apoyo a la intervención psicosocial, gestión de la atención, cuidado del personal de salud, trabajo colaborativo con los medios de comunicación, gestión de la información por las autoridades, educación socio-comunitaria, medidas de apoyo a personas en confinamiento e investigación e innovación. Las tecnologías de la información y las comunicaciones pueden aportar enormemente, de manera que urge favorecer la conectividad, especialmente hacia las personas y sectores más vulnerables de nuestra sociedad.
Para frenar la curva de los trastornos de salud mental, la mayor parte de las acciones no debieran estar a cargo de profesionales especialistas en el tema. La entrega de servicios básicos y de seguridad, el refuerzo de apoyo comunitario y familiar y los servicios de atención no especializada son los que tienen que alcanzar mayor protagonismo en esta tarea. Aún estamos a tiempo de frenar esta curva, no perdamos esta oportunidad.
Accede a la publicación original de The Clinic: AQUÍ
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